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Todo es poesía: if I was listening el mundo sería
unbearable.
Juana
Adcock (2013: 79)
Juana Adcock (Monterrey, Nuevo
León, 1982) se incorpora al Archivo de Poesía Mexa con su primer poemario, Manca
(Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 2013): una sólida carta de
presentación.
Junto a Rocío Cerón y Mónica Nepote, quienes
presentaron su poemario en el Museo de Memoria Indómita de la ciudad de México,
Juana Adcock está teniendo un fuerte impacto fuera de
México. Al vivir en Glasgow, sin desconectar de su país, dialoga en encuentros (por
ejemplo, de España) que cada vez se acercan a la poesía mexicana: sin
duda, una de las que más variantes ofrece ahora mismo. Parte de su obra
podemos encontrarla en la revista Punto de Partida de la UNAM, El Humo, Literature Across Frontiers, Lyrikline,
Glasgow Review of Books o en su página web: https://jennivora.com/.
Manca
(2013) se divide en tres partes: «A la Bastille», «Una casa dentro de otra casa»
y «En transit». Adcock,
como reza el epígrafe de César Vallejo con que abre el libro («más adentro, muy
más, de las herrumbres»), lanza una sonda invisible a la carestía. La distancia
es el poema. Cada uno se mantiene y guía un viaje entre fronteras: una es la
violencia; la otra, la comprensión. Prima la segunda, o debería de hacerlo,
para mitigar la primera. Origen del error. La guerra con que inicia este canto
toma La Ilíada, en tres de sus
traducciones, para entender que la lengua, en sus manifestaciones, se dobla mas
no se quiebra; al contrario que Melchor Ocampo o Carlos Ramírez Vuelvas.
La sonoridad del poema se vale de la
voz del yo poético, en primera persona; de quien narra, en tercera; y del
silencio, en segunda. El hueco conecta con quien lee a través del ritmo, de la
performance, y de lo visual; como no vemos en «Cabeza», un poema en prosa que
deja en medio la extremidad mental decapitada. A continuación, especialmente,
si leemos en PDF, vemos el tronco y, pese al título, dos extremidades. En varios
de sus poemas sentimos poetas de su constelación (Higashi, 2015). Por ejemplo, «Este cuerpo de
mujer que habito» (21-22) va de la mano de Esther M. García; «Comarca de San Fernando (poema plagiado del periódico)» (29-30)
da pie a la apropiación y a la descomposición de una crónica, un testimonio
(pensamos en Sara Uribe). «Chilli y chille» (33) coincide curiosamente con la receta de
cocina que también poetiza Daniela Sol. Los términos inician una red de significantes con varios significados;
el lenguaje se extiende –cual Tesauro
de Karen Villeda– en «Extinción del lobo mexicano (poema plagiado de la más reciente
versión del diccionario de la Real Academia Española)» (50). La muerte
voluntaria del poema titulado «En el siglo XX el suicidio es manda» (52), tan frecuente,
nos lleva a Vicente Quirarte, Alejandro Tarrab o Gerardo Arana. Tales afinidades no se deben únicamente a similitudes casuales, sino
que en torno a la poesía mexicana se teje un cuerpo con dichas articulaciones.
La agresión es histórica y se adentra en lo doméstico, un espacio que se
extiende y se entiende a tiempo. Y de repente, el texto se detiene, una falla,
Oriente y Occidente, imagen superpuesta, lengua otra. La culpa es del Servicio
Postal Mexicano (66-67), pues «I read in the paper but I´ve fled / porque no quiero
saber, I d´ont want to hear, / que me quiten all the numbers –Knowledge» (77).
Metamorfosis expresiva, de Gorostiza a Nervo.
Estamos ante una poeta y traductora
que aúna crítica, experimentalidad e ironía en la lengua de Cervantes,
recuperando dos idiomas que no dicen lo mismo, como escuchamos con Gloria Gervitz o Gaëlle Le Calvez.
La regiomontana desarrolla
la violencia en el poema sin estridencias, pero con suma profundidad, a la
manera de Coral Bracho. Sin duda, estamos ante una poeta a tener muy en cuenta por lo que
ya ha dicho y por lo que no.
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