lodos / lotos (Calygramma,
2012) es uno de los poemarios del mexicanizado Víctor Sosa (Montevideo, 1956).
En este libro aflora la palabra que se repite y suena en sus diferencias a
partir de una serie de dibujos de Francisco dos Santos (Brasil, 1967).
El poeta que junto a Francisco Cervantes o Paula Abramo representa a la lengua portuguesa en el país con más
hispanohablantes, Víctor Sosa, llegó a la capital en 1983, tal como lo explica
la revista La Otra. Aunque
aparece en la segunda serie de Los 100 peores poemas mexicanos de Círculo de Poesía, ofrece en sus experimentaciones (y a veces
experimentalismos) juegos precisos del verso sonoroso que complementa una
imagen de mínimos trazos «cavernarios» y máximos significados neobarrocos.
Y es quizá el atrevimiento de tales recursos lo que causa el rechazo en parte de
la crítica. Sin embargo, su labor enriquece el panorama de la poesía mexicana
contemporánea, como muestra el trabajo que de él recogen Poemargens,
Me No Know Nothing, Antonio Miranda o Javier Díaz Gil, para quien «escribe una poesía surrealista, onírica con tintes
culturalistas».
El propio poeta comienza su libro
con una presentación, «Hacer venir», y explica el trabajo del dibujante
brasileño: «Francisco es un zahorí que mete miedo en sus reverberaciones
dibujísticas. Hace venir algo indefinible desde los parámetros de la mirada
aristotélica, algo que es y que no es, que aparece y, simultáneamente,
desparece» (8). Con la dificultad que entraña, nos metemos un instante para ver
«lotos en esos lodos de la creación» (8), plantas minúsculas y sordas que
germinan en la oclusiva dental sonora. Así empieza:
El erotismo, la
aliteración y los neologismos recuerdan al «dificultismo»
de Gerardo Deniz y a la metamorfosis que viene desarrollando Esther M. García en su reciente poemario Mamá es un animal negro que va de largo en las alcobas blancas. En Sosa la fusión entre lo
oscuro, lo abstracto, y lo cercano, lo coloquial, plantea sensaciones que
traducen las imágenes de dos Santos: «lotos en esos lodos nocturnales» (15). Las
esdrújulas marcan versos que imitan el trazo sencillo (que no simple) de formas
aparentemente inconexas: «colérico crinudo y estrambótico, / un bruto anarco
en su relincho loco» (21). En el mexicano un endecasílabo tiene trece aes: «avanza
cual calcárea araña acéfala» (33). El nihilismo multiplica sentidos en
contraste con el blanco de la página, panóptica y pantópica «en esa inane nada
entretenida» (71). Solo una de las imágenes corresponde a una fotografía de un graffiti que complementa la exégesis
final de Efraín Rodríguez Santana (Cuba, 1953), cuyos doce puntos explican (y
ese, explicar el chiste a la vez que se cuenta, es quizá uno de los errores que se sigue cometiendo con la poesía
experimental) la labor del poeta y el dibujante: «Trazos fuertes
(des)dibujados. Proyecciones de un “minimalismo” recargado. Tensiones a veces
paródicas dentro de un indeterminismo discursivo» (91).
Necesitamos a poetas que ofrezcan
algo peculiar, no novedoso, pero sí nuevo. Podemos seguirlo en su blog ZonaUno.
Gracias
a Conrado J. Arranz, que me enseñó la editorial queretana.
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