como una alberca en la noche.
Elisa Díaz
Castelo
(22)
Principia
(Fondo Editorial Tierra Adentro, 2018) es el poemario con el que Elisa Díaz Castelo (Ciudad de
México, 1986), además del Premio Nacional Alonso Vidal 2016, se ha ganado
múltiples reconocimientos que destacan la capacidad verbal para adentrarse en
el mundo de la ciencia y demás disciplinas.
Hace
meses, la autora presentó Principia en el Palacio de Minería con Isabel Zapata, quien lo reseñó en la Revista de la Universidad de México con la claridad, el atrevimiento y la
capacidad para establecer nexos en apariencia difíciles de imaginar que
caracterizan a ambas; en este caso a propósito del penúltimo poema, que también
es el título de la colección de la editorial Antílope y del libro de ensayos de
Zapata: «Acaso he encontrado tarde, después de demasiados rodeos, la idea al
centro de Principia. Es la siguiente: una alberca vacía es alberca,
aunque carezca de agua». Si partimos de este principio seremos capaces de adentrarnos
de manera deductiva en las dos partes del libro: «Sobre el sistema del mundo» y
«Sobre el movimiento de los cuerpos».
Por
su parte, Patricia Arredondo considera en Liberoamérica
que «Todo lo que se mueve o se desplaza a través de las páginas de Principia
está de algún modo despidiéndose, a punto de borrar sus límites, pero también
dejando un vestigio de su paso»; mientras que Myriam Moscona apunta en la
contracubierta que «Las extrañezas de sus componentes íntimos construyen un
universo donde lo emotivo y lo desaforado se sujetan al conocimiento, nos
sacuden y hacen que apretemos los dientes».
La
reciente galardonada, junto a Paula Abramo, con el Premio Bellas Artes de Traducción Literaria Margarita Michelena cultiva temas escasamente
transitados en la tradición lírica del país que nos ocupa. Lo hace mediante un
lenguaje que, como estamos viendo en las últimas semanas, también se rompe. La sintaxis
es clara y la pausa ocupa ese espacio: «Porque árbol que crece torcido, nunca»
(14). En detalles, cual entomóloga, se acerca a la ecocrítica. Este es el
primer verso de «Credo», poema que desarrolla la técnica que mencionamos con Homero Aridjis y que comentaba Zapata: «Creo en los aviones, en las hormigas
rojas, / en la azotea de los vecinos y en su ropa interior» (16); y más
adelante: «en los elementos de la tabla periódica, / con sus nombres de santos,
/ Cadmio, Estroncio, Galio» (17). Ya en el poema «Radiografías» damos con un «hombre
/ que se ha puesto su sotana de plomo» (21). El humor, contra la solemnidad del
título y a favor de lo empírico. Esta obra podría entrar en lo que denominamos
poesía experimental. A modo de poética nos detalla los pasos en «Instrucciones
para realizar un experimento» (28-32). Casi al final del decálogo, en prosa se
detallan las fases generales y entre corchetes la intrahistoria, cuyas rutas
siguen siendo mirmecológicas, todavía «minadas por las hormigas rojas» (29):
IX.
Realiza un experimento piloto. [Una mañana, el canario amaneció muerto. Las
hormigas rojas le habían vaciado la sangre.]
X.
Registra los resultados. [La cicatriz de tu madre es un camino de hormigas en
el vientre fruncido.] (32)
Ya sea porque la poesía contradice a
Saussure al mostrar las cuencas de los ojos como significante que conlleva
significado en «la palabra dolor tiene dos ojos, tu madre todo el día en
la oscuridad» (29), bien porque continúa con unos versos del colombiano que tanto
es leído en México, Darío Jaramillo Agudelo (35), bien por las cursivas o el sangrado
del «Acta de defunción» (40) llegamos al cuerpo, la particularidad del universo.
Ya sea en prosa o en verso, sin perder el ritmo y la intensidad, la precisión,
que venimos advirtiendo, el texto colinda con el ensayo o la traducción de la
experiencia que domeña la mexicana. Así empieza «Escala de Richter»:
Si
hay que medirlo todo, también esto. La destrucción es menor si se comparte.
Ordenar incluso y sobre todo áreas de sombra. Darle forma al desastre, cifras
que lo sujeten. Ésta es la magnitud local de mi tragedia (75).
Pese a que ciertas líneas puedan formar
parte de cualquier otrora enciclopedia y no de un libro de poesía convencional,
lo poético se consigue en su totalidad, al leer el texto en su conjunto, pues
muchos cierres suponen el verdadero mecanismo que logra la Díaz Castelo,
resolver el conflicto en sus diferentes fases. Además, no olvidemos los hilos
conductores que va trazando hasta la «Materia oscura» que tratará la ya
mencionada Cerón, así como la «Letanía del reino Animalia» de Zapata y demás
poetas como Adán Brand. En la cartografía de Yelitza Ruiz, la de Elisa Díaz
sería, en las últimas líneas de Principia, del poema «Mapa de cuerpos
invisibles», algo así: «Mi vida es un mapa de su ausencia. Una constelación de
estrellas interrumpidas que insisten» (86).
Cuando ya no pude dejar de leer y seguir a
dichas poetas, entendí la capacidad ensayística de Díaz con la extraordinaria mesa
que compartió con la también poeta mexicana Mariela Castañeda. Tuvo lugar en el
I Coloquio de Poesía Iberoamericana que organizaron Rocío Cerón y Hernán Bravo; y puede leerse parte de ese trabajo en Periódico de Poesía.
No dejen de seguir, leer
y escuchar a Elisa Díaz Castelo. Pueden hacerlo en Tierra Adentro, Buenos Aires Poetry, Carruaje de Pájaros o Argonáutica;
es sin duda una de las poetas más sólidas y sugerentes de México. Durante el confinamiento se puede leer gratis en Tierra Adentro.
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