El libro Las hojas. Sobre poesía (2007-2019) (Cataria, 2020) de David Huerta (Ciudad de México,
1949) recoge treinta y tres ensayos sobre el género literario que nos ocupa.
Dichos textos, publicados de 2007 a 2019 en la Revista de la Universidad, permiten acercarnos a referentes que permean la obra
del autor de Incurable al tiempo que
es posible extraer de ellos los pasos necesarios para aproximarnos a su propia
obra[1].
Pese a la pandemia, el nuevo trabajo
de la editorial del también poeta Fernando Fernández va haciéndose un hueco en las mesas de novedades, por ejemplo, de
la Feria Internacional del Libro en el Zócalo de la Ciudad de México. Si aún no se han hecho con un ejemplar,
pueden conocer más sobre este trabajo en el blog de Fernández, Siglo en la Brisa, o en el fragmento que vio la luz en el Periódico de Poesía;
así como escuchar a Huerta en Sound Cloud
o leer la entrevista que le hace Mario Alberto Medrano en Luvina.
En cuanto a las reseñas, destacan las de Carlos Ulises Mata en La Santa Crítica y la de Christopher Domínguez Michael en Confabulario,
donde el crítico mexicano señala:
No es otro el cometido de Huerta que hacer de Góngora,
de Mallarmé y de Pound (se agradece su preciso conocimiento de las versiones
originales en inglés), de sus dificultades, la materia de su profesión de fe,
machacona a lo largo del siglo XXI: no sólo escribir poesía, sino enseñarla, en
el aula democrática, en la caminata curiosa, en el atril del poeta laureado (en
línea, 2020).
Por su parte, en
torno a la presencia que tiene la literatura mexicana en su reflexión sobre la
tradición de la que bebe, Huerta responde a Mario Alberto Medrano de tal modo: «Escribir
sobre poetas que me interesan es explorar mi propia poesía, de una manera
extraña pero cierta»; de corte filológico y didáctico de Antonio Alatorre, a quien le dedica el libro.
A favor del «dificultismo» que
estudian Alejandro Palma o Alejandro Higashi, David Huerta se incardina en una veta que va de Góngora[2] a
la tradición grecolatina y figuras coetáneas. El poeta cordobés, entonces, «un clásico
futuro» según reconoce en la entrevista a Medrano, funciona como pórtico para
entender las diversas uniones, hojas, que se unen para formar la senda hasta el
presente y su obra. Por ello, el orden de los ensayos respeta la cronología con
que vieron la luz en la Revista de la
Universidad desde 2007 y (además de unir algunos de los textos que
comparten tema) atiende a un recorrido que genera puntos en común a partir de
tamaña complejidad inaugurada por el autor de las Soledades.
La ristra de citas y versos se
engarzan con maestría para sostener la selección de ensayos que sirven para
explicar la parte más granada de la literatura que, en buena medida, causa la
poesía mexicana contemporánea. Huerta es ejemplo de ello. El Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances 2019
En relación con Dante, del que se
habló esta semana en Casa América, advertimos una disertación que ejemplifica la agudeza de las
consideraciones del mexicano, que bien podrían extenderse a cualquiera de los
clásicos en las lenguas de origen latino y anglosajón: «El amor, el orden y la
salvación son los núcleos de su visión interna, esferas luminosas que encierran
en sí tensiones monumentales, salen disparadas para encontrarse, giran en torno
de las otras y forman constelaciones» (22).
En los puntos de encuentro de tales
lecturas, y en la órbita de la poesía mexicana contemporánea, los ensayos
titulados «Inteligibilidad»,
«El ala del sombrero», «La colocación de las palabras», «Un solo verso» e «Iban oscuros» permiten entender la obra de Huerta en Gerardo Deniz, Coral Bracho, Tedi López Mills, Daniel Téllez o Maricela Guerrero; de José Emilio Pacheco, a pesar del desacuerdo en que con esto último podría estar
Fernando Fernández; de Elisa Díaz Castelo; de Luis Vicente de Aguinaga y hasta (esto habría que matizarlo con el detenimiento que aquí no tenemos) del recientemente fallecido Ángel Ortuño; o de Diana Garza Islas, respectivamente[3].
La selección de ensayos deja fuera
algunos que seguimos leyendo de la columna «Aguas aéreas», aunque ya no
participe en ella nuestra autor, como el de la «La poesía de las imágenes». No obstante, pese al riesgo que implica cualquier
decisión, en este libro quedan reunidas las lúcidas y singulares ideas de
Huerta a propósito de la lírica; las cuales es posible advertir, a modo de índice comentado, con el último de los ensayos: «Imitación de J. G. Ballard» (257-261).
Disfruten
de Las hojas tanto como lo hicimos el
pasado fin de semana en el Seminario de Investigación en Poesía Mexicana Contemporánea que fundó hace más de
diez años Israel Ramírez; quien presentó el libro, como vemos a continuación, junto a la
persona más cercana a Huerta, Verónica Murguía, el editor, Fernando Fernández,
y su autor, David Huerta.
[1] Según Carlos Ulises Mata: «Huerta
habla de literatura antes que preocuparse por hacer literatura, aunque
inevitablemente la haga, movido por un rasgo personal suyo, conocido de sus
lectores y amigos: su colosal capacidad de examen y maravilla, de ideación y de
creación verbal, verificada en sus poemas y no menos manifiesta en su prosa.»
(en línea, 2020).
[2]Para Huerta: «La obra poética
gongorina resulta fundamental para la poesía de mi país: México. No olvidemos
el hecho cardinal en la historia de la cultura literaria de la Nueva España:
sor Juana Inés de la Cruz siguió la huella de don Luis, como consta en el
epígrafe titular del Primero Sueño.
Si no conoce uno la poesía del “cisne andaluz”, difícilmente podrá valorar la
de sor Juana.» (51). No por casualidad en líneas sucesivas se cita a Ramón
López Velarde (la segunda figura más importante de la lírica en México, tras la
monja jerónima) como heredero del discurso gongorino.
[3] Entiéndase la dispersión de
poéticas en esta nómina a la manera, sugerente, con que Huerta nos muestra
hilos que las lecturas de las propias obras y, con el tiempo, de la crítica
sobre estas puede generar.
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