domingo, 9 de octubre de 2022

Homenaje a Roberto López Moreno en el IPN

 

Hoy se homenajea al poeta Roberto López Moreno (Huixtla, Chiapas, 1942) en la trigésimo novena Feria del Libro del Instituto Politécnico Nacional, en la Ciudad de México. A sus ochenta años, resulta una de las referencias fundamentales de los cambios que siguen operando en la lírica en español. Agradezco a quienes hacen posible este encuentro, especialmente a Daniel Téllez y, cómo no, al maestro Roberto López Moreno; quien me ha permitido seguir de cerca uno de los temas que más me atraen como docente-investigador.

 


 

            Me quedo con tres actos de la poética del chiapaneco que me gustaría compartir para brindar por él:

            En primer lugar, su generosa colaboración, su activismo, su compromiso: con la sociedad y con la poesía mexicana, en ese orden. Ejemplo de ello es su trabajo en Malpaís Ediciones, con Iván Cruz Osorio a la cabeza. No solo por la publicación de Morada del colibrí (2015), con estudio introductorio de Jorge Aguilera López; a quien le debo haber conocido a referentes de la talla de Roberto López Moreno o de Daniel Téllez. Sino por su manera de desvivirse en el proceso por el cual se integró en este Archivo Negro de la Poesía Mexicana, en su segunda serie, su compañero Juan Bautista Villaseca. Por aquellos años, mientras facilitaba la vanguardia viva que supone Poemurales u ofrecía las vías para acercarse al autor de Variaciones de invierno, coincidía con su camarada Enrique González Rojo o la poeta y editora Adriana Tafoya.

            Con Mariana Ortiz Maciel fuimos partícipes de la experimentación que supone su obra. La vanguardia estudiada por Alejandro Palma cobra forma con el autor de los poemurales: se une la imagen y la palabra. Esta conforma aquella, aprovecha su ritmo. Genera un contenido medido por la vara de quien conoce lo mejor de la tradición poética en español. Juega asimismo con el humor en Alburema. Reivindica su estado natal, Chiapas, el sur del país norteamericano, la frontera, el contacto, el pasado. Hasta el punto de ser único en quienes muestran de manera explícita la historia compartida que tiene México con Filipinas en su poema “Por este lado del mundo” (196-197), presenten en el indispensable material que es Meteoro (2014):

 

Por los océanos pacíficos

encadenado rumor

que fue embarcado en Manila

la espuma amarga bebió

y la hizo tecla y palmera,

y la hizo sangre y tambor,

y la vistió viento nuevo

bajo novedoso sol

y desembarcó en las costas

de banano y de sudor.

Aquí te supe mi negra,

piel de zapote y danzón.

Aquí te supe marimba

del más encarnado son,

y fuimos el negro y rojo

latido de esta región

y fuimos el rojo y negro

tiquitac del corazón.

 

Podríamos preguntarle por tales influencias, por el diálogo que se establece con los nombres citados anteriormente, por la presencia de la música, por la manera en que escribe, por su poética, por el ritmo de sus composiciones, por la estructura que se crea en cada una de sus composiciones, por los significados múltiples, infinitos, que se generan, por la cosmovisión que integra en cada una de sus publicaciones, como parte de un todo, quizá.

            O por el compromiso. También podríamos preguntarle al poeta por el compromiso explícito de quien comenzó siendo periodista. Pienso ahora en la vez que compartimos ropa vieja en el Café Habana, con alguna foto de Fidel. Qué impronta dejó la Revolución para uno de los mejores testimonios de la segunda mitad del siglo pasado. De qué manera la obra se refiere a la realidad y cómo lo que sucede en este mundo la genera. Qué pasos se dan entre la urgencia de la historia y el mundo creado en el poema. Son muchas las personas que se han acercado a su obra. Están disponibles en su web. Servirán pronto para la tesis de doctorado que se centre en su poética.

            Ejemplo de lo anterior, del reconocimiento que tiene por parte de las instituciones, como el que hoy vivimos, tuvo lugar hace unos años en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla; con los ya mencionados Alejandro Palma, Jorge Aguilera López, Iván Cruz Osorio y Daniel Téllez. Esta tercera escena me sirve para reivindicar la cercanía de quien escribe con quienes leen, las herramientas que ofrece para que este ejercicio pueda seguir dándose, la coherencia de quien no llega un lugar sino es para dar lo máximo en él, con quienes coincide.

            Lo recuerdo entonces en una presentación editorial, comiendo, bebiendo, en la universidad. Puede ser esta la metáfora de su viaje durante ocho décadas.

            Termino con uno de sus textos, todavía inédito. Muestra el proceso por el cual asimila la tradición. Atrevido y, en ocasiones, sanamente irreverente, reflexiona como Lope sobre la manera de escribir un soneto desde el mismo soneto. A continuación, “Un soneto me mando a hacer violento como antítesis”. ¿He ahí el origen de la poesía, maestro? Gracias.

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