sábado, 1 de julio de 2023

Cuaderno de las muchas sensaciones

 

Cuaderno de las muchas sensaciones (FOEM, 2020) de Luis Flores Romero (Ciudad de México, 1987), con ilustraciones de Ricardo García Trejo, explota lo mucho que percibe cada uno de los sentidos: oído, gusto, vista, tacto, olfato.

 

 


 

Luis Flores Romero (pero no García Trejo, qué paradoja; considero que habría que reconocer el trabajo de ambos) obtuvo la mención honorífica de poesía infantil en el tercer Certamen Internacional de Literatura Infantil y Juvenil FOEM, convocado por el Gobierno del Estado de México, a través del Consejo Editorial de la Administración Pública Estatal, en 2018. El jurado estuvo integrado por María García Esperón, Ninah Basich y Luigi Amara.

Las sensaciones que explota el haiku (estudiado recientemente por Rodríguez, Ballester & Arlandis, en el número 57 de Lenguaje y textos) desde lo minúsculo, como estructura básica de la poesía infantil, conforman el hilo conductor de esta bitácora sobre tabúes y aprendizajes en la adolescencia. Lo que tenemos en común no cobra vida hasta que no se expresa del modo en que lo logra Flores Romero.

Este libro se dirige a un público mayor que el de la semana pasada, por ejemplo. Los textos, pese a ser más breves, poseen una hondura notable. Asimismo, a propósito de la lírica, se trabaja con cuidado la rima. Ni siquiera hace falta recurrir a ella siempre. El ritmo se imita con éxito en cada una de las sensaciones descritas y construidas.

Numerosos son los recursos literarios, especialmente fónicos, que potencia, por ejemplo, la primera sección, “Oído”. El poema “Viento” juega con el calambur o la paronomasia, respectivamente: “es capa que escapa volando. / Levanta papeles el viento / y son papalotes papeles.” (p. 12).

Aunque no se trata de un haiku, da la sensación de serlo. Y continúan los matices vegetales, los animales y una manera particular de atender a la naturaleza, en el marco de los ODS.

 

 


 

Con el gusto el pan de muerto se ilustra verbalmente. Y los dibujos que complementan el texto se basan en lo mínimo, dejando amplio espacio en el margen para que, efectivamente, afloren las sensaciones.

Una objeción es lo dulce. Tanta azúcar deja de lado una dieta sin procesados, de comida real; más que el cítrico que recuerda a la tradición oral recuperada por Díaz Roig, Miaja y Peña en Naranja dulce, limón partido. Echo en falta, pongamos por caso, lo que despierta el mango o el chamoy por primera vez en el BLW. Algo que sí sucederá al tratar el tacto con el “Durazno”.

La vista, por otro lado, juega con la personificación del monte, a la manera de Ramón Gómez de la Serna en su greguería sobre la cueva en el monte que bosteza. Se trata este Cuaderno de un punto intermedio para una mayor abstracción.

Los personajes se van sucediendo y repitiendo en diferentes contextos, lo que multiplica los efectos, así como las inferencias. Podemos experimentar lo que “ve” en el “Tacto”, el alumnado, poniéndose en la piel de casos virales como Romeo.

Terminamos con acierto en el olfato, la máxima expresión, el mejor de los sentidos, ¿diría Vicente Quirarte que sostendría Gilberto Owen?

Estamos ante treinta y cinco poemas (siete por sentido) que independiente, como serie o como libro amplían las posibilidades de lectura, expresión y comprensión en las aulas y fuera de ellas.

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