por este libro,
entre otras
cosas.
Rocío Cerón (Ciudad de México, 1972) acaba de reeditar su poemario Borealis (FCE, 2016): un destello celeste con lenguaje terrestre, es decir, la
iluminación de fenómenos inauditos o ilegibles desde el recoveco sensorial.
Esta
es la conclusión a la que podríamos llegar tras leer a Cerón. Su expresión es
sugerente. Sin estridencias nos transmite algo que cuesta comprender. Si leemos
sus libros como la poesía convencional, difícilmente la disfrutemos. La clave,
me parece, se encuentra al cambiar la distancia frente al texto. Bien podemos
alejarnos y observar los nudos que conectan su anatomía; bien podemos
acercarnos hasta analizar las aristas de la realidad. A continuación
comentaremos brevemente algunos aspectos de esta segunda opción, focalizando
los rasgos que muestran por qué Cerón es una de las poetas mexicanas más
activas del momento.
Partamos,
cómo no, de otras lecturas de Borealis
publicadas en la red. Según Planisferio:
«Eso es lo que tiene la poesía de Cerón, nos permite huir y no pertenecerle a
ninguna realidad». Para Grado Cero Prensa:
«el vacío es una energía que inclusive es capaz de ayudarnos a comunicarnos
entre los ciudadanos de esta ciudad». Aristegui Noticias se pronuncia al respecto: «es tanto jocosa e irónica, como seria y exquisita,
donde lo relevante no es el tono, sino que toda ella se meta en la médula del
lector». Mónica Maristain publicó el mes pasado en Sin Embargo una nota sobre Borealis: «Poesía de
voltaje donde se escuchan las voces de un mundo de pliegues y fisuras que
hablan sobre la soledad, el dolor, la supervivencia y la suspensión de la
belleza». El espacio y el tiempo, en ese orden. FCE ya tiene una definición para Cerón/ Borealis:
«Un dinamismo musical y cierta transgresión de los géneros literarios dentro de
varios capítulos que componen la obra, hacen que se reorganice la relación
significado-significante y que lo visual se fusione con la palabra escrita para
producir una experiencia estelar».
Rocío
Cerón cuenta en FCE que escribió este libro mientras se recuperaba de una lesión en el pie. Los
medicamentos le hicieron viajar a límites pocos transitados por la conciencia y
la poesía:
la imaginación poética no es nada más el poema, o
sea, la imaginación poética están criticada a todos los sentidos que tiene que
ver hasta con el gusto, hasta con cómo te acercas a la comida, hasta cómo está
establecida tu relación con la que estás comiendo, con los sabores, con la
educación del paladar, de cómo educas el ojo, de cómo educas tu escucha, sabes
escuchar o no.
Borealis
se estructura en ocho partes, desde la introducción/ coordenadas
espacio-temporales que da título al libro («Borealis (Airship II, 2012, 3:24)»
a una «Coda» que sigue el proceso inverso a Altazor
de Huidobro y congrega ya un lenguaje claro y cercano, aunque todavía
imprevisible.
Nos
imaginamos insomnes, con nosotros mismos. Centrados en el silencio, el más
inquietante de los sonidos: «En los oídos se escucha toda la noche acampando»
(16). De nuevo lo sonoro cubre lo visual: «Al costado del viento un niño afina
canto para murmurar plegaria» (23). Cerón observa su alrededor. Da cuenta de
ello. Advierte el preludio de la vigilia.
En
medio de Borealis encontramos «Cinco partes de una prosecución», con imágenes
de Rocío Cerón, Ana Hop y Ari Chávez Chacón. Veamos una:
El hombre de sombrero que sube por los
pliegues de un talón desnudo y erótico, frágil y frío, es el hormigueo que
recorre una voz y un mapa universalmente mudos.
Algunos
poemas de Borealis se titulan como
episodios quijotescos: «De cómo adentrarse en el glaciar de Vatnajökull y
sobrevivir con el soplo de un comenta en la boca» (cfr. 43). Ahora bien. La
Mancha es celeste. Lo surreal no lo es tanto si nos la leemos en voz alta,
varias veces afinando «canto para murmurar una plegaria»:
I
Masa
rosa, fosforescente.
Neblina
que guarda el primer glaciar.
Saliva
y boca, nacimiento articulado del lenguaje.
Balbuceo
primero.
Precipitación
nival. Palabra perdida, arrojada.
Manto
que libera.
(¿Qué hay debajo de la lengua?
Debajo de la lengua hay un
presidio.)
Misterio
envuelto entre dientes, paredes suaves.
Un
beso fugaz es el principio del mundo,
principio
epidérmico, Gustave Courbet:
monte.
Lengua
resplandor o veneno de fulgores recorren la mandíbula.
El
hielo y su altura que devora.
De
pronto, enunciación de la palabra a g u a
n i e v e.
Sugestivamente,
los primeros alisos vocales llegaron (47).
Cerón nos presenta enigmas («(¿Qué hay debajo de la lengua?»). Hace
como que los responde («Debajo de la
lengua hay un presidio.)»), pero realmente está generando más misterio. Por
otro lado, la separación de «a g u a n i
e v e» acerca el significante con el significado. Además, la cursiva nos
indica que hace viento. Cerón recupera así un tema tratado por otros poetas
mexicanos, como hizo José Emilio Pacheco en «Austral/ Boreal», de La edad de las tinieblas (2009): «Diciembre
de 1950 en Buenos Aires. Reina el verano en el hemisferio austral. El calor
llena de fuego y luz las horas. La evaporación del río que ya es casi mar
humedece la gran ciudad como una esponja» (Tarde
o temprano, 743).
En
Borealis ya hay pistas que acotan la
escena poética: «Lienzo de azul galés frente a las montañas del Sur./
Saturación de colores donde el espectador es provocado por el balido de
ovejas./ Proyecciones reflejadas en muro al aire libre» (87).
En
este libro encontramos desde una historia narrada en prosa a descripciones en
versos mínimos. La mirilla va de lo horizontal a lo vertical:
Mientras
avanza
/al
azar/
en
la arena
/feroz/
entre
aéreas
serpientes
fugaces
observa
(cautivo
ojo
ante
opacidad
cósmica):
f
u g a c e s d e s t e l l o s d e b
e l l e z a (90).
Como ocurre con el resto de la obra de
la poeta mexicana, el texto solo es una guía de un trabajo más amplio. No es un
poema o un poemario, sino un proyecto. En su web (http://www.rocioceron.com/borealis.html)
la música y las imágenes dan cuerpo al lenguaje. Existe la opción, incluso, de
leer parte de Borealis,
editada en 2013. Asimismo, en el blog de la autora hay disponible un video de la actuación poética con Chefa Alonso.
Ya
lo hemos dicho, la autora de Borealis
es y está incandescente. Prueba de ello es, por ejemplo, la plática sobre
poesía actual que tuvo este mes con Alejandro Higashi e Iván Cruz en el
«Café-Bar Las Hormigas», Casa del Poeta Ramón López Velarde, custodiada por el
también incansable Hernán Bravo Varela.
La
reedición de Rocío Cerón contiene la tónica de Nudo Vortex, tal como veíamos en este blog.
Las imágenes invisibles que sentimos al escucharla crean un diálogo con lo
inerte. El lenguaje todavía da de sí. Lo degustamos: «Carne de salmón entre
dientes» (80).
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