Nadia Contreras (pág. 55)
Nadia Contreras
es una poeta fundamental por lo que escribe y por lo que trabaja para la
cultura en México. Cumplimiento de la
voluntad (Secretaría de Cultura del Estado de Coahuila, Col. Arena de
Poesía, 2014), su antología personal, está disponible en ISSUU,
donde también se puede leer Un viento [que]jamás. Urdimbre [de] cuerpos y palabras
(2015), muestra que prepara junto a Marisol Vera Guerra de su proyecto Bitácora de vuelos: activo espacio sobre poesía mexicana y otras artes
donde se puede colaborar.
La poeta Nadia Contreras
(Quesería, Colima, 1976) también es maestra. Sus libros más recientes son: Presencias (Mantis editores, 2008), Caleidoscopio (Dirección Municipal de
Cultura Torreón, 2013) y Visiones de la
patria muerta (Ed. El Humo, 2014). Veamos a continuación Cumplimiento de la voluntad y algunas
preguntas que generosamente nos respondió Nadia Contreras.
Es difícil definir un tema o un hilo
conductor en una antología. Este podría ser la poética en todos sus sentidos,
es decir, la capacidad humana para crear un instante verbal autónomo. En primer
lugar, el libro abre con cinco puntos que desglosan lo que significa la escritura para la propia autora, a la manera de «Urgencia de la poesía» de Vicente Quirarte. Dice Contreras que la
escritura es la línea recta que siguen sus pasos; es, pues, la poesía como vida, como camino ¿recto?
La familia, el amor, el erotismo, la
propia literatura (con una fuerte presencia de Henri Michaux) se solapan en
versos precisos, límpidos, de cadencia sinuosamente palpitante. El poema «Memoria a
contraluz» alude desde un inicio a Miguel Hernández, oriolano con mucho peso en
México, según veremos en este 2017 que conmemora los 75 años de su muerte. Dicho
texto, «Memoria a contraluz», concluye con una imagen tan cruel como bella, la separación del futuro: «Mañana,
cuando mi ataúd sea doble cerradura,/ podrás entonces comprender mis travesías»
(34). Mediante preguntas certeras logra que repensemos símbolos y tiempos:
¿Un pájaro en su jaula es mudez o locura?
¿Y si doy mi vuelo
a cambio de la infancia? (39)
El pasado es una
ruptura que el presente reconoce. «El dolor es una grieta» (43). La poesía
cumple lo inviable:
El espejo
–doblez profundo–
se vuelve calle
ante la herida
de una voluntad
que oscurece (47).
Los últimos
poemas de esta recopilación personal homenajean a distintos artistas que tienen
en común la plasticidad expresiva, con Stanislas Wyspianski o Salvador Dalí
entre ellos. La poesía conlleva una suma de trazos internos y externos.
Otros textos de Contreras se pueden
encontrar igualmente en la web. Cabe destacar Caleidoscopio en Punto en línea
y Maternidad con incertidumbre de fondo
en Círculo de Poesía.
Si en el primer caso las imágenes son captadas por poemas muy breves, cercanos
al surrealismo; en el segundo, la focalización subjetiva cuenta al principio
con una nota informativa también subjetiva por su objetividad.
Nadia Contreras es, en definitiva,
un motor de la poesía mexicana que se compromete con la sociedad sin
estridencias ni eslóganes, sino con verdadera creación.
−¿Cómo puedes trabajar tanto por la poesía y la cultura?
−No sé si trabajo
mucho o no, tal vez sí, porque ahora que cuento las horas para responderte, me
doy cuenta de que me dedico más a la poesía y a la difusión de la literatura que a
lo académico. Soy catedrática de los niveles de secundaria, preparatoria y universidad; pero, aun así, son menos horas las que destino para tales cuestiones. Esto, sin
embargo, no resta la importancia y el amor que le tengo a mi carrera como
docente. Cada salón de clase para mí es una extensión considerable de tierra en
la que puede germinar la literatura. Mi formación literaria comienza cuando se
me dio la oportunidad de publicar en revistas y medios impresos (y casi
digitales; hablo de más de veinte años atrás). Muchas personas creyeron en mi
trabajo y esto es lo que hago ahora, creer en el trabajo de otros consagrados o
no, apoyarlos, ofrecerles un espacio para sus letras. Además, eso incluye de mi
parte un cúmulo de lecturas que me muestran de cuerpo entero el panorama de la
literatura actual.
−¿Es fácil escribir en México? ¿Y vivir?
−Escribir es
ahora mucho más fácil, hablamos de una era digitalizada, en donde cualquier
persona abre un blog o una página personal y comparte su trabajo literario. No
hay fronteras. Que su propuesta sea de calidad, pues eso es otra cosa y da para
otra charla. La tecnología nos permite hacer presencia sin ningún costo, sólo
horas de trabajo y de edición. En México, vivir de la escritura es utopía. Y
vivir, sólo vivir como quien cumple una jornada de trabajo, tiene una familia,
es cada vez más difícil. Hay mucha incertidumbre, no hay nada claro y los medios de
comunicación contribuyen en ella. No informan como es debido y si lo hacen,
cambian los acontecimientos, las fotografías, los discursos. Es horrible. Ante
los acontecimientos como el gran fracaso de las reformas y de los gobiernos en
todos sus niveles, la sociedad debería tener un frente común claro,
contundente, capaz de arrancar de raíz toda esa podredumbre. El problema es que
cada quien avanza para su lado y muchas veces, en dirección contraria a lo que
verdaderamente puede beneficiarnos. Es como una multitud a la que se le arroja
un mortero y todos corren hacia diferentes direcciones. Es lo que quieren los
gobiernos y, pues hasta hoy, les ha funcionado.
−¿Qué dimensión social existe en la poesía mexicana contemporánea?
−Con esta
pregunta, pienso inmediatamente en Huerta y su poema “¡Mi país, oh mi país” tan
vigente en este momento. Hablamos de violencia, represión, abuso de autoridad,
negación de la libertad, anulación absoluta del ser. Parte de la poesía actual
en México está sumamente comprometida en los términos de su dimensión social.
Pienso en autores como Margaret Randall, Dana Gelinas, Sara
Uribe, Javier Sicilia, María Rivera (evoco aquí su poema “Los muertos”), entre
otros muchos. No quiero pasar por alto el trabajo de Jaime Reyes. Hay autores
que hacen uso exclusivamente de las redes sociales, para muchos, una postura
criticable y eminentemente pasiva ante los acontecimientos que requieren
acción, movilización. No sé si será por los hijos, el trabajo, el padre o la
madre enfermos, pero están ahí, bajo al amparo de esos recursos; otros, sin
embargo, intervienen dentro de la sociedad, autogestionando, impartiendo
talleres, cursos, apoyando, trabajando con y del lado de los más desprotegidos.
Lo que importa, sin embargo, es que somos ante todo ciudadanos y, por ello,
debemos estar al lado del resto de la población. ¿Qué nos hace distintos? Nada.
Si tenemos la palabra a nuestro favor, debemos dejar la comodidad de los
escritorios.
−¿Cómo mitiga la violencia la escritura contra la violencia?
−Cuando comencé
el proyecto de Poesía contra la violencia (https://poesiacontralaviolencia.wordpress.com/)
no pensé mucho en el título que llevaría dicha muestra virtual. La palabra
“contra” resonó después en mi cabeza. Ahora digo que no es contra la violencia
si no a favor de la paz. La palabra “contra” lleva de manera implícita, un
grado de violencia, para muchos mínimo, para otros, muy alto. Ya no pude
cambiar el nombre porque había que cambiar enlaces y todo lo que se había avanzado
hasta ese momento. Debería llamarse “Antología de poesía virtual a favor de la
Paz”. El que se escriba de violencia es hacer evidente, palpable, lo que está
sucediendo en el país y en el mundo. La poesía (hablo también de la literatura)
arrebata la venda de los ojos. Otra cosa: es involucrarse, decir ¡Basta!
quitando la careta que muchas veces los gobiernos ponen sobre sus propias
atrocidades, sobre sus propios crímenes. Esa careta cada vez más maquillada por
la impunidad. Recuerdo aquí un texto de Iván Cruz Osorio, en el que, a grandes
rasgos, dice que los escritores debemos retribuir lo que la sociedad nos
otorga, en este caso, se refiere a los estímulos a la creación.
Independientemente de que se tengan o no, cierro citándolo: “No luchar a su
lado en las calles, con la consigna, con la prosa, con talleres y otras
dinámicas de integración es abandonarlos. El espacio neutral de la ley o
impartición de justicia no existe en un sistema donde reina la impunidad. Al
abandonarlos nos vamos quedando solos también nosotros. Nuestras acaloradas
peroratas en redes sociales, diarios, en entrevistas, en libros serán meramente
una dolencia hipócrita”.
−¿Se puede hablar todavía de generaciones o países?
−Creo que sí.
Tiene que ver con la manera de mirar el tiempo, de estudiarlo y de escribirlo,
incluso a contrapelo de la propia historia. Tenemos, por ejemplo, la ferviente
devoción sobre las antologías. De una u otra manera, aún en una elección
aleatoria o por décadas, se habla de generaciones o países o y por ello, de una
u otra manera, de tradición. En mi caso me parece más pertinente estudiar la
poesía estableciendo esos cortes generacionales que arrojándome al mar infinito
de cada una de sus manifestaciones. Generaciones y países, pues, me ayudan a
entender, a partir de la tradición, lo que se escribe en estos momentos. Claro
que celebro cuando una propuesta de estudio, una antología, una tesis, un
tratado, está hecho no para legitimar a toda costa un grupo en particular, sino
para guiar el camino del lector o del estudioso.
−Este año se cumplen 75 años de la muerte de Miguel Hernández. ¿Qué
influencia tiene en tu obra? ¿Está presente en la poesía mexicana
contemporánea?
−El primer libro
que leí de Hernández fue Cancionero y romancero de ausencias. Una cita de este libro se incluye
en mi poemario Cuando el cielo se derrumbe (2007). Lo leí muchos años antes
pero volvió a mis manos cuando comencé a escribir Cuando el cielo… Fue una época
muy difícil, y la poesía me ayudó a sanar, no con ese libro sino con otros
dos que escribí más adelante. Para entonces yo estaba casada con alguien que
creo que desde el principio no me amó. Claro que uno se da por bien enterado
cuando la soledad y el desprecio han quebrado cada parte del ser y del alma. La
pregunta sigue en el aire porque hasta el día de hoy no entiendo qué sucedió y
cómo alguien puede hundirte tan desalmadamente. Ese es el contexto en el que
volví a la poesía de Hernández y la escritura del libro. Leído y estudiado, me
fue más fácil canalizar hacia la escritura mis emociones, establecer un
objetivo que con el tiempo me ayudó a levantarme y a conducirme hasta este
momento, la cara de otra moneda. No sabría responderte qué tan decisiva es la
presencia de Miguel Hernández en la poesía mexicana actual, supongo que
fundamental (en mi caso lo es), como el amor, la vida y la muerte.
−En «Contar otras vidas», de Cumplimiento
de la voluntad, dices que tu «escritura no tiene preferencias políticas, ni
de grupos, ni pretende llamar la atención». Pese a ello, ¿encuentras ligazón en
otros poetas o agitadores culturales de los setenta como Amaranta Caballero,
Julián Herbert, Alejando Tarrab o Sara Uribe?
−Sí encuentro
relación entre mi poesía con la estos autores. Coincidimos en las
preocupaciones, sin embargo, cada uno las plantea desde técnicas de pronto muy
disímiles. No sabría qué responder. Puedo decir que sí o que no, pero finalmente
el lector y el estudioso tomarán cartas en el asunto. Incluso, el tiempo. Lo
que me importa ahora es que mi trabajo literario, el trabajo de difusión y de
edición, deje cuando menos una pequeña huella. La trascendencia, sería regalo
de los dioses.
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