sábado, 31 de marzo de 2018

Efraín Velasco

Imagen del Sistema de Información Cultural

Efraín Velasco Sosa (Oaxaca de Juárez, 1977) es poeta y artista conceptual, con formación en arquitectura e historia del arte. Poliedro (2011) se preparó exclusivamente para el Archivo de Poesía Mexa. Se trata de un «poema ecológico» (31) que despliega las posibilidades de la lírica manual, cual arte poética.

            El director de la Biblioteca Pública Central de la ciudad de Oaxaca ha publicado en diferentes «soportes», a la manera de Juana Adcock, en países como Chile, Colombia, EUA, España, Portugal o Serbia. Es autor de & mi voz tokonoma (FETA, 2008, Premio Nacional de Poesía Joven «Elías Nandino»), Sostiene Gruñón (Centro de Cultura Digital, 2015) o 4’ 33” (Palacio de la fatalidad, 2015); así como de las plaquettes: 1,836 (2012), Todo el tiempo del mundo (2013), Pequeña cosmogonía ilustrada (2014), Una paz silvestre (2015) y Borde inmenso de un bosque (2016). Aparece en Tierra Adentro, Los Inadaptados, Us Poets in Mexico o, por supuesto, su página web: https://ymivoztokonoma.wixsite.com/efrainvelasco
            Hace unos años, Layú entrevistó a quien confiesa que escribe «para dar cuenta de esa sorpresa, de esa felicidad de escribir, de la experimentación que hay en la escritura de ir interrogando al lenguaje». Por su parte, Adán Echeverría reseñó su primer poemario, & mi voz tokonoma, en el Periódico de Poesía de la UNAM y en UAEMex; destacando que «es un calidoscopio, un poliedro de significaciones que de inicio apunta a una relectura».
            Como se advierte al principio de Poliedro (2011), «Este documento registra un ejercicio de apropiación y reescritura» (2). Siguiendo sus obras anteriores, donde el cine o la música inspiraban el diálogo con la poesía, el oaxaqueño retoma el testimonio que veíamos con Sara Uribe acercándose a la tachadura y borradura de Julián Herbert o Alejandro Albarrán. Además, el 88% del poema se generó a través de una serie de traducciones automáticas de Google, por lo que se acerca a la escritura computacional de Eugenio Tisselli y Horacio Warpola; cuyas redes y asociaciones semánticas establecía Karen Villeda en Tesauro (2010).
            Velasco niega la tradición. Da una vuelta de tuerca a la máxima de Rubén Bonifaz Nuño: decir de otro modo lo mismo; queda patente en el epígrafe de este poema, el cual niega la famosa cita de Salvador Elizondo: «Y me veo recordando que me veo [no] escribir y me recuerdo viéndome recordar que [no] escribía y [no] escribo viéndome [no] escribir» (2). Términos como «Duerme», «Oficina» o «Aire» inician la ristra de significantes que generan nuevos significados, dependiendo de sus lecturas. El texto se compone del mismo texto en otra lengua, que acaba siendo la misma: migra en el espacio de Gloria Gervitz a Gaëlle Le Calvez. Para Daniel Bencomo: «dibuja el hábitat de las escrituras poéticas actuales, muchas de ellas invisibles pues operan en otras profundidades, donde toda forma de aura es ya detrito» (30). Así dice una de las secuencias de Poliedro:

El cielo de la ciudad de no más de una órbita parabólica. La luz artificial de la estrella, círculos concéntricos, la humedad, la distancia, mirage, morderse las uñas, lo que obligó tornillo, sin embargo, se levantó otra vez la originalidad de la segunda solicitud, pero el producto de la memoria (12)

Y este es el plano que se adjunta al final como guía de lectura:
  





Larga vida a las formas que genera la poesía en todas sus vertientes. Con el dolor que experimentan y articulan Ricardo Castillo o Rocío Cerón, con los márgenes que explora Mónica Nepote o las cajas de Diana Garza Islas o Rosario Loperena, Efraín Velasco se desdobla en el papel de la poesía: una de las voces que propone el movimiento natural de la lengua y la Ecocrítica.

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