domingo, 26 de abril de 2020

La canción del alba


La canción del alba (Parentalia, 2018) es obra de Leticia Luna (Ciudad de México, 1965). Se trata de una plaquette que renueva ese instante de la lírica tradicional en el que amantes se separan al tiempo que apuntala algunos de los símbolos que ofrece la poeta mexicana en los más de veinte años de trabajo, según vimos en Fuego azul.

            Carlos Adán reseña en Bajo Palabra los diez poemas que componen la primera parte, homónima, de «La canción del alba», y la segunda, «Del manantial secreto de la lluvia». Según Adán La canción del alba:

es una breve selección de textos escritos sin falsas poses, ni pretensionismos de pirotecnia de circo, recurso muy presente en algunas poetas recientes. Son poemas sencillos que rinden homenaje a la tradición, ahondan y celebran el amor y la sensualidad. Están compuestos en una variante libre de esa forma métrica casi olvidada que es la Silva: versos compuestos de heptasílabos y endecasílabos, en este caso sin rima. La Silva, como muchos saben, es la más moderna de las antiguas figuras de construcción, pues representa la transición hacia el verso libre moderno.

Los poemas de la primera parte (de diez versos) arrancan de esta famosísima ópera de Giacomo Puccini que será motivo en ese mismo año de obras como la de Juan José Millás, Que nadie duerma (2018):

Il principe ignoto:
Nessun dorma! Nessun dorma!
Tu pure, o Principessa,
Nella tua fredda stanza
Guardi le stelle
Che tremano d´amore e di speranza.
Ma il mio mistero è chiuso in me,
Il nome mio nessun saprà!, no, no
Sulla tua bocca lo dirò!...

All´alba vincerò! (3)

Además del sonido, del ritmo, que se advierte a lo largo de La canción del alba, los motivos, los temas y los símbolos de esta quedan representados en la ilustración de Gerardo Torres. Tal convivencia de lo oral y lo visual la demuestra, por ejemplo, el arranque del tercer poema: «Horas y eras de voluptuosidad / asida; amaneciente, primigenia, / me vuelves a fundir / en ojos, pies y entumecidas manos» (7). La paronomasia del tiempo (horas) y el espacio (eras) construyen la imagen mental del deseo. La transformación del cuerpo de la noche al día persigue incluso esos cánones de belleza clásicos de los que también bebe el verso, como decía Adán, de once y siete sílabas. Es el erotismo máximo de la naturaleza en consonantes que tienen el mismo sonido en la palabra aguda: «tu falo adquiere mi vocación de orquídea» (8). Y esta cosmovisión, fuertemente ligada a lo vegetal, no abandona la poética de Leticia Luna: «en un rito lunar, solar, de vida» (9), que recuerda a esa Música solar (1984) y Música lunar (1991) de Efraín Bartolomé, poeta también ligado al bestiario, desde Ojo de jaguar (1982). Dicho animal se rebela y revela, dice La canción del alba, «en el códice pétreo de la piel del jaguar» (19). Son recuperaciones que debemos de estudiar también en Elsa Cross, autora de Jaguar (1991).
            Luna, autora de El amante y la espiga (La Cuadrilla de la Langosta, 2005), logra un poema de amor que arde en todos los sentidos «como el furor que al alba nos desgrana / con ebriedad de espiga» (11). En el poema que precede a los versos citados se encuentra posiblemente el clímax; pues concentra los elementos descritos y parece dialogar en la actualidad con Puccini:

VI

El amor es ahora imaginado
por un alma famélica
que escucha con voz sacra:
tu ópera divina
                en el teatro del mundo

Tu voz suelta su polen
y entre mis pétalos mojados, canta
da nacimiento al junco de la orquídea
que silba y salva en la quietud del tallo
trina y danza nuestra canción del alba (10)

El espacio calderoniano que se ligará con el urbano queda desplazado en el quinto verso; y, de nuevo, la orquídea, «que silba y salva [...] / trina y danza nuestra canción del alba». El amanecer abandona los instintos más salvajes y agrestes para despertar «En la ciudad de viejos terremotos» (13).
            En la segunda parte, «Del manantial secreto de la lluvia», se parte de un epígrafe de Enriqueta Ochoa, que tan presente está en la obra y en los homenajes de Leticia Luna: «¡Oh certeza del alba!, / hora deslumbrada en que se desborda el misterio, / se agrupa la molécula / y la célula es. / A imagen y semejanza del amor...» (15). La materia se forma por el contacto.
            Escuché a Leticia Luna en Puebla, en 2015, en el XV Congreso de Poesía y Poética de la BUAP. Allí me sobrecogió su aura y su energía para hablar, entre otros proyectos, de una antología de poemas sobre el terremoto que quedó sin publicarse. Ahora seguimos leyéndola en la Universidad de Alicante en el proyecto CORPYCEM. Carmen Alemany Bay trabajó las recuperaciones precolombinas en la poesía visual de Lengüerío (2018), a raíz de Roberto López Moreno, y próximamente se publicará una entrevista al respecto.
            Pueden disfrutar de La canción del alba en El Golem, La Jornada de Zacatecas o en las palabras de Fabián Muñoz para La Jornada de Aguascalientes.

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