Piedras para una refundación (Buenos Aires Poetry, 2017) es uno
de los últimos ensayos de Alí Calderón
(Ciudad de México, 1982). Aunque no tiene que ver específicamente con la lírica
mexicana, pues su perspectiva es mucho mayor y estudia la poesía panhispánica
desde múltiples postulados teóricos que van de las vanguardias y la
coloquialidad a la enunciación, permite entender lo que está pasando con lo que
llamamos poema.
El
autor de Las correspondencias, entre otros poemarios, lleva a cabo la tarea,
compleja por donde se mire, de repasar las distintas tradiciones que han ido
permeando la poesía panhispánica; la cual, como veremos, es uno de los puntales
de este libro. De manera didáctica, sugerente y hasta original (chocante en
algunos puntos si tenemos en cuenta que no deja de ser un ensayo) el atrevimiento
de Calderón nos aclara con numerosos ejemplos de América y Europa,
principalmente, el devenir del género literario que nos ocupa.
Parte
de Rubén Darío para recordar que el nicaragüense llevó al español tanto las vanguardias
como lo que Carmen Alemany ha llamado Poética coloquial hispanoamericana (1997). Es por tanto un referente para los dos postulados que han ido explicando
el péndulo de las tradiciones en el último siglo y en lo que llevamos del xxi. El panorama de su estudio es
muy amplio; pese a ello, en ningún momento se traba la teoría con la práctica.
Ello se logra, me parece, gracias a un excelente «Pórtico» (11-32). De ahí se van
planteando capítulos más breves que de manera inductiva ofrecen una clave
particular para entender ese universo extensísimo llamado panhispanismo.
Seguramente esta introducción tan cuidada es la que facilita la unión de los
puntos que se detallan en sus casi doscientas páginas.
Según
Gustavo Osorio:
El
evento en la página, la materialidad del lenguaje, el neobarroco, la
comunicación efectiva del yo, las múltiples visiones de mundo, el fervor, los
archipiélagos lingüísticos, la meditación poética, los híbridos, la máscara, el
lirismo crítico; ante todo Calderón pregunta “qué es lo nuevo en poesía?”
Y resuelve la reinvención del propio género, un replanteamiento del lirismo
desde la pluralidad, desde la vertiginosa cadencia de la post postmodernidad.
Estamos ante una reinvención, una
refundación, como sostienen los mismos Calderón y Osorio en el libro que editaron un
par de años antes: Reinventar el lirismo. Problemas actuales sobre poética (2015). Ese mismo artículo de
Calderón conforma otro de los capítulos básicos que sostiene la teoría respaldada en España por poetas y críticos como Luis García Montero. Dicha postura la
señalaba Octavio Paz en el prólogo de la canónica antología Poesía en
movimiento (1966):
No
niego las tradiciones nacionales ni el temperamento de los pueblos; afirmo que
los estilos son universales o, más bien, internacionales. Lo que llamamos
tradiciones nacionales son, casi siempre, versiones y adaptaciones de estilos
que fueron universales. Por último, una obra es algo más que una tradición y un
estilo: una creación única, una visión singular. A medida que la obra es más
perfecta son menos visibles la tradición y el estilo. El arte aspira a la
transparencia. […] No hay una poesía argentina, mexicana o venezolana: hay una
poesía hispanoamericana o, más exactamente, una tradición y un estilo
hispanoamericanos.
Esa tradición de la ruptura que tan bien
se va desarrollando al hilo de otras muchas geografías continuará en el siglo xxi con la «Poesía panhispánica»: así se llama precisamente la columna de la revista que
codirige Calderón, Círculo de Poesía.
El
intento por desmarcarse de la tradición llevó a Paz a proponer el poema
experimental que fue Blanco (1967), después de que Ernesto Cardenal publicara
los epigramas (84-85) que tanto influyen en la poesía mexicana contemporánea y en el propio Calderón. En cambio, más cerca
del vértigo que de lo que resulta en apariencia fácil de comprender se encuentra
el neobarroco o neobarroso, definido por el también poeta y crítico, en este caso
argentino (si aún cuenta la nacionalidad), Néstor Perlongher con la antología Medusario: muestra de poesía latinoamericana (1996).
De
ello da cuenta Piedras para una refundación. Se inclina entonces el
estudio por una visión general, como la de la antología que se cita de Héctor
Hernández Montecinos (y que compartió hace unas semanas en las redes sociales),
4M3R1C4 Novísima poesía latinoamericana (2010). Esta visión, se opone (en el
mejor sentido de la palabra) a la que planteamos con Eva Castañeda y Alejandro Higashi en los números que la revista Signos Literarios
dedica a las antologías (ahora sí, específicamente) de poesía mexicana. Quizá
en el diálogo y en las lecturas complementarias radique también la refundación.
Uno
de los críticos que con más frecuencia menciona Calderón es Adam Zagajewski,
para quien la «época poco heroica» en la que vivimos convierte en rara avis
el atavismo de poetas como Efraín Bartolomé si tenemos en cuenta la general reacción contra la
grandilocuencia de la poesía en los últimos años. Calderón sostiene que los
sujetos modales podrían ser cuatro: «1) el monólogo dramático, 2) el poema sin
mediación o de ilusión referencial (vinculado con la autoficción), 3) el poema
de fervor asociado al apóstrofe, y 4) la enunciación polifónica» (103). Son
puntos que se desarrollan en el libro con numerosos ejemplos de todas las
geografías (predominando la mexicana) y con notas a pie de página que aclaran
y profundizan en las líneas que despierta esta publicación. Si Elena Medel
publicó el excelente manual práctico que es Todo lo que hay que saber sobre poesía (2018), Alí Calderón horada un luminoso
entramado teórico.
Tras
el llamado campo literario según Pierre Bourdieu o los estudios, por ejemplo,
sobre el lenguaje de Marjorie Perloff (para desentrañar el avance y la novedad
del poema que es también el caligrama de Apollinaire de la cubierta de Piedras
para una refundación), se llega a una sentencia que llama la atención:
La
actual redefinición del campo literario en poesía es producto de dos factores.
En primer lugar, de la aparición en 2008 de la revista electrónica de
literatura Círculo de Poesía y, en segundo término, de la publicación en
2011, bajo el sello de Visor, la editorial más prestigiosa de la lengua
española, de Poesía ante la incertidumbre. Antología de nuevos poetas en
español (128-129).
Quizá
esta lectura se deba al gusto que despertó desde el inicio un libro que por su
amplitud de miras enriquecería mucho más la poesía panhispánica sin necesidad
de considerar el éxito mismo como parteaguas. Creo que ello deberá de apuntarlo
el tiempo y la crítica que tanto nos enseñan Piedras para una refundación.
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