domingo, 28 de junio de 2020

Cancer Queen


Cancer Queen (Cuadrivio / Fondo Regional para la Cultura y las Artes del Noreste, 2019) es el reciente poemario de Óscar David López (Monterrey, 1982): un reajuste del tema de la enfermedad y los reproches que ha venido trabajando hasta ahora, sin perder un ápice de extrañamiento en esa voz suya ya reconocible.

            Si recordamos la entrada de la última semana, con Luis Aguilar, y la que le dedicamos al regiomontano hace un par de años encontraremos el sida, el sexo, el humor y la irreverencia como marcas del atrevimiento que con justicia está siendo reconocido en el norte. No solo existe la frontera como tema, sino que los límites del ser humano también se expresan en la lírica con lenguajes que tienen en cuenta la tradición para ofrecer algo distinto con harto descaro.
            Su autor reconoce en Conarte que «después de haber pasado una racha en la que casi me muero, [...] salí y pasé de la depresión a la euforia. De ahí surgió todo, de esos altibajos que me llevaron a pensar en ya no escribir y dedicarme a otra cosa». En este sentido, Arian Esquivel lo entrevista para la Vanguardia. Ahora bien, su proximidad cada vez mayor a la narrativa (la cual queda patente en este poemario) no le hará abandonar la lírica tan fácilmente.
            El autor de la columna «Gracias por su preferencia sexual» en Vice formaría parte de los meandros que imaginamos para repensar el género y la diversidad sexual mediante la poesía. Son textos que de manera implícita defiende esa postura en el título debido a un cuento de Tommaso Landolfi. Con esa nave para Mario Bellatin, en la contracubierta: «de forma obligada debemos transitar no como algo fuera de orden sino ostentando una corona real plagada de brillantes, piedras de colores y fantasía».
            Yolanda Segura (que destacó a Óscar David López en una charla de Bitácora de vuelos con Sara Uribe) reseña Cancer Queen en Tierra Adentro. Comienza con la claridad y la entereza que la definen:

Este es un libro sobre los vínculos. Un libro que es una apuesta por la política de lo íntimo en el acompañamiento de un amigo con cáncer. Ir a la quimio era subirse a la nave Cancer Queen: una nave que no lleva a ningún sitio, que es el perpetuo viaje de quienes están en un no-lugar y también habitan el no-lugar.
[...]
Porque quizá ya no estamos en tiempos de las grandes voces sino de los susurros, de los cuerpos en compañía que comparten y hablan, no desde la hegemonía y el control del sentimiento, sino desde la duda y la inestabilidad.

Ese discurso parte nuevamente de la infancia pero, como señala Segura a propósito de la segunda parte de libro, las dudas (que también se dejan ver en el lenguaje) contrastan con la fuerza de sus poemarios anteriores; logrando, sin embargo, una atmósfera que gana en intimidad y empatía, pues la poesía ya no requiere gritos sino susurros y tonos que nos conecten más con las circunstancias de las personas (y de qué manera aquellas definen a estas) y no en una identidad particular. El nombre o (mejor) el vacío común, en lugar del propio, construye un sujeto poético fuera de lo común.
            Por parte de este libro (la que le da título) recibió el Premio Nacional de Poesía Enriqueta Ochoa 2015 con un jurado, recuerda Esquivel, «conformado por Nadia Graciela Contreras Ávalos, José Eugenio Sánchez Garza y Edgar Alejandro García Valencia». La segunda sección, «El país de las injurias», a la manera de Aguilar, resulta una especie de cantos que de manera sinuosa no dejan de conectarse con esa batalla ganada al cangrejo que regresa sin mirar atrás.
            Los poemas narran una serie de escenas que aparentemente no están vinculadas más que por elementos y nudos que finalmente sostendrán la historia (el tránsito de Cancer Queen). La enfermedad se asocia con la vulnerabilidad ante la imposición (recordando a Segura) familiar. Y se equilibra con el humor, por ejemplo, de unos versos del poema «Bibliotecas personales»: «Mi amiga / era tan buena lectora que contrajo una miopía / al elegir hombre» (16).
            Entre las referencias literarias que también atraviesa la nave están Jorge Cuesta o Salvador Novo. Al primero se refiere por el tema de la muerte voluntaria en el poema «Como a Jorge Cuesta me pareció poco suicidarme una sola vez» (29) y al segundo en «Sino como un ano cósmico» (33), dedicado a Luis Felipe Fabre, autor de Escribir con caca (2017). Este poema termina con una referencia bibliográfica, de la misma manera que los pollos, en el texto siguiente («Por qué negar que comemos vacas de tecnología avanzada», 35), ya vienen con cáncer: contagio entre géneros, la enfermedad y la vida.
            Pese a la libertad formal que señala Segura, hay ciertos rasgos que de manera interna convierten a los poemas en partes integrales de las dos secciones que conforman Cancer Queen: una podría ser el endecasílabo mimetizado con la oralidad (en «Burroughs retó a duelo a Shakespeare», 39-42, pongamos por caso); otra, el encabalgamiento (en «Bar de carretera», 43). Además, el subrayado es una tachadura que remarca y dialoga con otra lectura de El odio a la música de Pascal Quignard (44-45). Con ese tono burlón que equilibra el rechazo construye otra escena a la manera de Manuel Vilas y su famoso poema «McDonald´s». Aquí el mexicano habla de la felicidad desde la tristeza de «McAmor, día 94» (47-48).
            Ya en la segunda parte, el tiempo se traslada a la infancia de dos personas, el sujeto poético y el amigo al que acompaña. Comparten y les marca la violación en una película porno (54) o los hábitos doméstico-religiosos que terminan por romper el lenguaje con anacolutos en el tercero de «El país de las injurias»:

Las tardes
los padres obreros
las tardes los hijos uno

diez cien trescientos canales porno
las tardes la televisión dentro sonidero eco
espejo los agujeros negros las tardes las manos

la baba pequeños dromedarios el miedo el suelo
el cielo los huecos el cuerpo el cuerpo del otro mucho
muy rico los primeros ojos en blanco las canicas en las canicas (55).

En 2018 terminábamos pidiendo que Óscar David López no abandonara (como dijo en alguna ocasión, también lo hace ahora, seguramente por esa ironía que lo caracteriza) la poesía a la que, tras Mapping (2015), regresa con el tono de quien es capaz de hablar del cáncer (como demás poetas de México; Sergio Loo y Daniela Camacho, por ejemplo) evitando igualmente todos los lugares comunes y, por ello, reivindicar las circunstancias del ser humano ante el determinismo de la abstracciones (patológicas, sexuales o imaginativas). Súbanse a esta carroza: pueden hacerlo en Poder y Belleza (recordemos la reseña de Verduchi sobre Aguilar) o en Nexos.

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