domingo, 19 de julio de 2020

Román Luján


Imagen de su perfil en academia.edu
Román Luján (Monclova, Coahuila, 1975) forma parte del archivo de Poesía Mexa con Deshuesadero (Consejo Nacional para la Cultura y las Artes / Consejo Estatal para la Cultura y las Artes de Querétaro, 2006), Nigredo. Antología personal (Secretaría de Cultura de Coahuila, 2013) y Drâstel (Ediciones Liliputienses, 2015). En tales obras proyecta la enunciación más convencionalmente lírica hacia un lenguaje descarnado que logra la simbiosis entre lo coloquial y lo abstracto (si pensamos en estas ramas o etiquetas de la poesía mexicana contemporánea).

            En la revista dominicana Ping Pong, en 2011, (entendemos que Frank Báez y Giselle Rodríguez Cid, sus editores) entrevistaron al poeta coahuilense, quien apuntó algo sobre el medio que nos sirve para leer cada domingo: «No estoy muy seguro si se puede hablar de una verdadera repercusión de los blogs en la poesía mexicana, pero sí existen algunos referentes de interés. En su momento, el más notorio fue Las afinidades electivas / Las elecciones afectivas, bola de nieve iniciada en Argentina por el poeta Alejandro Méndez, y coordinado en su capítulo mexicano por el poeta y editor Rodrigo Castillo».
            Por su parte, Cristian Gómez O. estudió en Acta Literaria (2014) a Luján, junto a Mónica de la Torre, como poetas de la frontera. Desde la post-mexicanidad que problematiza Roger Bartra ofrece reflexiones como esta:

la poesía de Román Luján respondería a cabalidad a esa figura del intermediario, del in-between. Sus textos juegan con esa indeterminación de aquello que no ha sido etiquetado, de aquello que la crítica aún no puede leer pero se empecina (o nos empecinamos) por ubicarlo dentro de nuestra taxonomía. Y es que, aun cuando Luján escriba en castellano, su poesía transita por el borde más borroso de ese español[1].

Si nos acercamos a los libros mencionados no es difícil reconocer el sujeto poético que recuerda en primera persona escenas como las que cierran el poema «Tedio», en Deshuesadero (2006): «sostenían por los cuellos / –su única blandura– / culpables chapulines / que al sol se deshacían entre las yemas» (14)[2]. Dicha mirada sobre la existencia gira en torno al dolor que atraviesa y desmenuza el lenguaje.
Este libro, Premio Nacional de Poesía Joven Francisco Cervantes Vidal, presenta el poema que dará título a su posterior antología, Nigredo. Antología personalTal concepto alquímico, que se refiere a la primera de las tres fases de transmutación de la materia y que se vincula con la putrefacción, parece ser su poética: escribir sobre un borrador (al que, por supuesto, no tenemos acceso) para generar una materia, el poema, el lenguaje superior (en el sentido de la pureza, de la abstracción sin abandonar la coloquialidad). El monólogo, entonces, con la suma de poemas y libros (dando, por ejemplo, una antología) escoge lo mejor de una base (a veces, iceberg) invisible. No deja de narrarse en este proceso de deconstrucción una historia, un cuento. Se trata de un ejercicio de búsqueda, como en el poema «Guijarros» (20-21) que dedica a Benjamín Valdivia. La sociedad es líquida, diría Zigmunt Bauman. Los poemas –en su mayoría, breves– con títulos –fundamentales para el sentido y la ligazón de cada uno de ellos– se valen con frecuencia de heptasílabos para el ritmo con el que se describe la escena, por ejemplo, en la identidad que ve cuestionada el poema «L´Étranger» (29-31). Otros temas como la procrastinación, la fe o el amor no dejan de asociarse a ese proceso de escritura.
Nigredo. Antología personal (2013) recopila textos de Instrucciones para hacerse el valiente (2000), Aspa viento (2003) –con uno de los poemas, en prosa, dedicado a Luis Alberto Arellano, con quien dirigió la revista Crótalo, entre otros proyectos–, del ya mencionado Deshuesadero (2006) y Drâstel (2010) –que veremos al final, tras salir en México con Bonobos, con su edición española–. Cobra ya especial importancia la figura de la serpiente, que simboliza tanto la discreción con la que se van hilando las ideas como el movimiento del texto a efectos visuales e intertextuales. Termina la selección con el texto «Juángame» (57-60) que Círculo de Poesía recoge (con una disposición distinta) en la segunda serie de «Los 100 peores poemas mexicanos»; y con el último poema, «Me llaman violencia (inédito)» (que luego sí aparecerá en Ediciones Liliputienses; 2015: 79-81): una sucesión de acciones que respetan el orden alfabético y concluye con «Yaqui indomable. Yo, el ejecutor. / Zapata» (66), dedicado a Mario Almada. Se evidencia, en cualquier caso, la evolución de la poética de Luján, como ese proceso de superposición: la base, asociada a la tradición más cultista, termina en sus últimos poemarios dialogando con lecturas y espacios más cercanos; propios tanto de lo coloquial como de la libertad de signos de puntuación y versos, breves, que se sangran para ganar dinamismo.

Drâstel (2015) se abre con un poema, «Racimos» (7-12), que, efectivamente, es un conjunto, una ristra, de preguntas aparentemente banales que irán definiendo sus preocupaciones a través de una enunciación cada vez más irónica. Se alude a Oliverio Girondo, Gonzalo Rojas, Nicolás Guillén, César Vallejo, Joan Brossa, Raúl Zurita, Néstor Perlongher, Ezra Pound o William Carlos Williams, del que trae un epígrafe en el poema «Playas» que aclara la escritura de Luján: «I wanted to write you a poem / that you would understand» (34). Como neobarroso (de Perlongher) presenta un lenguaje que contrasta con el tono más solemne y previsible de sus inicios. Va sumando el atrevimiento, por ejemplo, en el poema «Ánade». Este es un fragmento:

deviene mano y mono y manso río
aunque nadie lo nade
y suena en su ánade
donde la lengua es una
escama de carey y casi esfuérzase
en plena su nariz
con caries ríes (50)

Seguidamente San Juan de la Cruz forma el acápite de un poema en pares de endecasílabos como «Traspié». Me parece que estamos ante lo mejor de Luján. Así arranca la composición que no abandona ese juego que va calando desde la tradición que apuntará Le Calvez: «al rastre al roce a lastre en ristre a ras / me fui sin tan de mí me fui de bruces» (56). Se suma el poema que antes era inédito y termina con un texto cuyos versos van serpenteando en la página cual logro y nigredo de la escritura. Aunque se pueden extraer ciertos rasgos sobre la frontera de manera implícita, por los libros de Poesía Mexa, no lo consideraría un poeta que desarrollara esta problemática más que por su experiencia vital, geográfica, en el norte de México y, ahora, estadounidense.
Gaëlle Le Calvez reseñó este poemario en Letras Libres concluyendo que la función del poeta está «hecha de la relectura de poetas latinoamericanos, europeos, americanos, de la experiencia y del dolor (también) de quien emigra. El resultado es una poesía ya muy mezclada que ha digerido lo leído y lo vivido, y muy mexicana, hecha con un lenguaje directo y coloquial». Quiero creer que esa poesía «muy mexicana» se opone al extrañamiento que nos puede provocar desde un principio un título como este, Drâstel. Ahora bien, aunque quizá sí prima todavía el coloquialismo, la dispersión de la lírica en los últimos años no se limita únicamente al lenguaje directo y coloquial (pienso en poetas contrarios y contrarias a dicha idea como Efraín Bartolomé, Víctor Toledo, Gabriela Turner Saad, Fernando Fernández, Mónica Nepote, Rocío Cerón, Adriana Tafoya, Rodrigo Flores Sánchez, Karen Villeda o Diana Garza Islas).
Román Luján, Premio Abigael Bohórquez y Amado Nervo, tiene experiencia traduciendo esa poesía difícil de leer, a veces experimental, desde su paso por EUA. Sus referencias, además de Octavio Paz, también son Gerardo Deniz o Raúl Zurita. Podríamos concluir con la pregunta que cierra la reseña de Le Calvez, «¿Qué sentido tiene ahora la lectura de un libro no tan directamente ligado con nuestra realidad inmediata?»: la certeza de que todavía existen dudas, cuestiones o incluso innovaciones que conviene repensar sin desatender la tradición para, así, llegar a atisbar (nunca a entender) la poesía mexicana.
Con estos libros tenemos la oportunidad de leer a un poeta que también aparece en el Periódico de Poesía de la UNAM, Trinchera, Poetas Poemas, Poética Digital o Las afinidades electivas / las elecciones afectivas.



[1] Precisamente así es como se conoce al idioma de todos nosotros en EE.UU., como si estuviéramos retroactivamente haciéndole caso a las políticas franquistas, tendemos en el país del norte a etiquetar a todo el idioma con un apelativo geopolítico antes que nacional, ignorando de paso toda la diversidad plurilingüística de España.
[2] La numeración de estos libros no responde seguramente a las versiones definitivas.

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