domingo, 27 de junio de 2021

Primer infolio de las vidas reunidas de Almería Smarck

 

A principios de mes vi en la página de Facebook de Luis Eduardo García que Diana Garza Islas (Santiago, Nuevo León, 1985) había publicado Primer infolio de las vidas reunidas de Almería Smarck (Universidad Autónoma del Estado de México, 2021); disponible en la web de Grafógrafxs.




            No pongan Almería Smarck en ningún buscador. Puede que les salga algún coche pequeño de alquiler, en el sureste de Andalucía, pero nada tiene que ver (a priori, al menos) con la ristra de sueños en los que nos introduce el sujeto poético a lo largo de la treintena de breves poemas en prosa sin título.

            El formato de diario de sueños que cultivaron Homero Aridjis, Maricela Guerrero o Pierre Herrera, recientemente, es tratado por la poeta que experimenta en obras que van de Caja negra que se llame como a mí (Bonobos, 2015) y Adiós y buenas tardes, Condesita Quitanieve (El Palacio de la Fatalidad, 2015) a En el fondo todo poema es yo de niña mirándola (La Cleta Cartonera, 2018): algunas de los cuales se encuentran disponibles en Poesía Mexa o Hastrolabia.

            El yo lírico arranca el texto narrativo: «Yo era una gambusina italiana y tenía a mi patiño» (4). Como partes del poema largo que estudia Alejandro Higashi se integran diálogos, preguntas retóricas, reflexiones cercanas al ensayo (demostrando así la hibridez genérica que caracteriza a la poesía mexicana) y, en todo momento, una sintaxis precisa que, no por ello, deja de enroscar el lenguaje cotidiano, el habla, en cada vez más capas profundas y abruptas del todo que conforma el proyecto que nos presenta aquí Garza Islas.

            En pasado, mas sin respetar el orden cronológico pero sí algunos elementos como el queso, los acontecimientos se suceden en la vida de la artista. El plano onírico permite la entrada de referentes que en los últimos años han tratado poetas como Christian Peña en Mellamo Hokusai (2014). Los sueños de Kurosawa, presentes en Raúl Zurita, avanzan como «hormigas que ya empezaban a visitar mi cabeza muerta» (5).

            El doppelgänger facilta la distancia. Hace verosímil el relato. Debido al desdoblamiento del personaje que da título a la obra, al estilo de Francisco Hernández ‒que continúa Peña‒, la historia engarza las diferentes escenas descritas, como decíamos, en la narración nuclear. Esta viene, explícita, en la parte central del Infolio. Quien escribe lo hace por lo siguiente; con total seguridad, todavía en la cama o en el sofá, justo al despertar:

 

Leo un poema sobre vasos de vidrio. Aparece el nombre Almería Smarck en una línea viuda y el resto de las palabras se difuminan. Una voz me dice que debo encontrarla. ¿Armaría o Almería? No sé si se trata de un libro o de una persona, pero sé que debo hacer lo que me dicen. (19)

 

El personaje unamuniano dominado por el interés calderoniano que lleva al debate de la realidad. Construye una voz onírica que actualiza el tópico para hacerlo reversible. Se vale del lenguaje, no tan próximo a la ciencia como Gerardo Deniz; sin embargo, logra aliteraciones que estimulan la lectura como la del verso suelto que cierra uno de los últimos episodios (próximo, dicho término, a la experiencia psicoanalítica del Infolio): «En la vereda, si postiza, que caliente se avizora» (33).

            Las numerosas referencias se alimentan más adelante de imágenes y diferentes registros propios de la artista conceptualista. Su experimentalismo radica en la relación de motivos o experiencias aparentemente inconexas. Se acerca por ello al sugerente atrevimiento que opera en parte de la poesía mexicana, entre la que podríamos mencionar a los ya citados Luis Eduardo García o Maricela Guerrero. Veremos de qué manera continúa este Infolio de Diana Garza Islas.

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