sábado, 7 de octubre de 2023

40 cajitas con bebés dentro

 

Siempre resulta nutritivo leer a Luis Eduardo García (Guadalajara, 1984). Por lo personal y por lo académico. Porque sin duda se trata de una referencia para la lírica en español; también en lo que concierne a la LIJ. Aunque no se pueda etiquetar de tal modo su reciente autopublicación, 40 cajitas con bebés dentro (2023), advertimos contundentes textos entre lo poético, lo narrativo, lo ensayístico e incluso lo teatral, cual monólogo.

 

 


 

Si seguimos los criterios de selección de Cerrillo (2007), a partir de Piaget (1975), se dan escasas ilustraciones, de Sara Valentina García, con menos del 25% del total del contenido y con numerosas páginas carentes de ellas. Además, la extensión de los poemas no siempre puede resultar atractiva. Se sigue la tipografía de Poesía Mexa, al frente de la cual sigue estando el poeta y padre tapatío. Se orientan entonces a ser leídos por quien media en la lectura, por ejemplo, en Primaria (entre los seis y doce años).

Legna Rodríguez Iglesias enfatiza en la introducción el hecho de que el reconocido por el Premio Hispanoamericano de Poesía para Niños 2017 escriba “sobre lo misterioso y lo milagroso, como si lo misterioso y lo milagroso fueran, en realidad, la única forma de existencia” (p. 4). El hecho de dar vida, como escritura o progenitor, supone una experiencia única, que concentra lo que no acepta respuesta. Pero sí algunas claves, a modo de “Poética del bebé”:

 

Abrir todas las puertas y cajones.

Conocer el sabor de las cosas grandes y pequeñas.

Arrojar al suelo todo lo que sea posible (p. 7).

 

No se trata de un acróstico que rememore el nombre de la bebé, aunque podríamos hacerlo, como vimos hace unas semanas, a la manera de sor Juana Inés de la Cruz. Se trata de ensalzar lo aparentemente nimio, de proyectar la función poética sobre las acciones de la intrépida criatura al explorar el mundo. Desde lo doméstico, se construye la identidad a través del lenguaje. La primera palabra, agua; como elemento que configura el planeta, nuestro cuerpo, nuestra sed: sinónimo de ánimo.

            Es casi un decálogo para decodificar lo que se expresa tan temprano. A veces a altas horas de la noche. Véase “Significado de los gestos del bebé mientras duerme” (p. 11). El título nos llevaría a ampliar el cajón de géneros que mencionábamos anteriormente e incluir prospecto, instrucciones o guía de uso.

            Cada caja es independiente y, a la vez, suma el engranaje de preguntas, no todas retóricas. Se las hace Luis Eduardo García porque no se nos han ocurrido. Así participa el autor en redes sociales como Twitter o X. Su singularidad radica en la mirada sumamente original con la que observa lo aparentemente cercano. Diría (al leer “Ideas para videos de ASMR”) que lo que logra es un nuevo surrealismo, refrescar la contemplación, la curiosidad, la unión entre lo distante que logra el arte. Es una actualización de la idea del poema, concepto shopping list mediante.

            Una receta de cocina se entrecruza con la obsesión por ver que el bebé está bien. Se convierte en un hermoso cuento. Y recuerda la máxima “tener un bebé es aprender a tener miedo”. Como una de las cuarenta cajas ‒a la manera de María Elena Walsh o Raúl Renán‒ o cunas de fósforos que iluminan al ser que empieza a imaginar porque sueña (que no por qué sueña), descuella esta, la primera, con la que tratamos de recomendar la lectura, a cualquier edad, de Luis Eduardo García. No dejen de hacerlo. Aprovechen que 40 cajitas con bebés dentro se puede descargar libremente.

            Continuaremos aproximando a esta línea de investigación en la que destacados poetas como Manuel Iris, Andrés Neuman o Alejandro Zambra proponen una cercana experiencia de la paternidad desde la lírica, sin paternalismos ni infantilización, ni tampoco descreimiento de la cursilería, sino honestidad ante las nuevas masculinidades.

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