domingo, 17 de marzo de 2019

Salvador Gallardo, El pentagrama eléctrico

Malpaís Ediciones y el Seminario de Investigación en Poesía Mexicana Contemporánea vuelven a la carga con una segunda serie del Archivo Negro de la Poesía Mexicana. De los nuevos diez títulos que establecen una lectura horizontal de la lírica en el país, con diferencia el más temprano es El pentagrama eléctrico ([1925] 2018), obra de Salvador Gallardo Dávalos (1893, San Luis Potosí - 1981, Aguascalientes), con introducción de Daniel Téllez. Con el también poeta mexicano, Iván Cruz (editor de Malpaís) y Salvador Gallardo Cabrera (nieto del estridentista) lo presentaremos el miércoles 27 a las 19 h. en el Centro de Creación Literaria Xavier Villaurrutia.

            El pentagrama eléctrico merece ahora la atención por un cuidado estudio de Daniel Téllez antepuesto a los once poemas que integran la obra de Salvador Gallardo. La descentralización y la autogestión son rasgos fundamentales del movimiento estridentista que por entonces apenas dejó espacio, entre otros, el grupo sin grupo de Contemporáneos y que en los últimos años el Archivo Negro permite recuperar junto a demás trabajos como el de Francisco Javier Mora Contreras en 1999; de quien dice que «ha compuesto un poema ejemplificador de la técnica simultaneísta al reflejar el desarrollo de las situaciones que se pueden dar en uno de estos lugares a lo largo de toda una noche, hasta el amanecer: sexo, música, alcohol y luces de neón, empleando un vocabulario propio de un profesional de la medicina como lo era Salvador Gallardo» (218).
            La introducción de Daniel Téllez queda estructurada en concisas secciones que tienen que ver con la cultura de los primeros años del siglo xx, el estridentismo, el contexto de la obra estudiada y el análisis de la vanguardia en México e Hispanoamérica que incursiona Alejandro Palma para dar continuidad a este movimiento ligado a lo social, creído finito en Europa con el surrealismo. Por una parte, destaca del poeta su labor como médico y maestro; pues ambas disciplinas estarán estrechamente vinculadas con la literatura por comprometerse con la salud de su República y por la educación como principal arma revolucionaria. En Puebla, con Germán List Arzubide y Miguel Aguillón Guzmán, Salvador Gallardo se unió al movimiento estridentista, integrando el Manifiesto de 1923. En esa misma ciudad, dos años después vería la luz El pentagrama eléctrico. En las publicaciones periódicas de la época fue circulando su obra poética, analizada en sus variantes por Téllez al tiempo que el estridentismo «parece tocar fondo» (34). Otras ciudades como Xalapa o Zacatecas fungirían como enclaves para el desarrollo de proyectos colectivos de escritura y edición. El también narrador y autor teatral desarrolla el espacio urbano de la época; se trata, dice Téllez, de una «cartografía poética personal» (52), influenciada por Vrbe (1924) de Maples Arce, de quien se extrae el título de El pentagrama eléctrico por sus Andamios interiores: poemas radiográficos (1922): «y el pentagrama eléctrico / de todos los tejados / Se muere en el alero / del último almanaque». En ese ambiente, el ruido del espacio urbano conecta con Kyn Taniya y su Radio. Poema inalámbrico en trece mensajes (1924; presente en la primera serie del Archivo Negro, 2015), pues son poemas visualmente sonoros; es decir, el oído despierta ante los matices descritos con los términos precisos de sensaciones y artificios visiblemente inauditos a la fecha. El espacio y el tiempo corresponden a una ciudad integral que representa el México, en general, con aires de descentralización de ese primer cuarto del siglo pasado.
            Daniel Téllez logra aclarar de manera deductiva la importancia de este libro en el panorama de la historia y de la poesía mexicanas. Posteriormente los poemas breves e independientes pueden entenderse como una historia cuyo hilo narrativo da lugar al mar, al oxígeno que buscaba con la creación de un nuevo lenguaje, un movimiento en el que permean el ultraísmo, el futurismo, el dadaísmo y el creacionismo. Y es ahí donde se perciben las notas eléctricas. Así lo señala Téllez «Las estridencias de la vida moderna eran imprescindibles para la renovación de la literatura mexicana; las máquinas fueron motor para la creatividad de los nuevos escritores» (59): y de tal modo lo vemos en El pentagrama eléctrico: «El jazz extiende su lecho clandestino / y teje una maraña de deseos» (89). Además, el cine ofrece sus técnicas para conjugar lo sonoro con lo visual: «Y en la sala silente que angustiaba la espera / vibró la clarinada triunfal de tu florida» (94). En este sentido, Daniel Téllez examina la obra desde tres miradas: a) La recepción del tema urbano; b) las imágenes urbanas de la vida moderna; y entendemos que la c) correspondería al auto y demás elementos citadinos (55-60).
            Aunque en el índice falta «Cabaret», los once textos (disponibles en el repositorio de la Universidad Veracruzana; y esta vez sí son once, sin la nota previa, sumándose el más extenso de los poemas, «film», luego integrado en «escalamiento») van de la nota del editor («peldaño», de List Arzubide) y la primera imagen, «pentagrama», a una serie de escenas («jardín», «cámara oscura», «carroussell», «cabaret») y acciones («naufragio», «alarma !!», «escalamiento», «corto - circuito») que desembocan en el «puerto», seguramente cerca de Xalapa, tan relevante para el estridentismo (de tal modo se firma El pentagrama eléctrico: Veracruz, 1925). Tal estructura de inicio, desarrollo en dos partes de cuatro poemas y cierre (que será apertura para lo venga después) muestra el rigor con el que Gallardo conseguía expresar lo cotidiano en la medida de un verso que pedía leerse en voz alta.
            Ya en el «pentagrama» queda patente la técnica compositiva del poeta, versos alejandrinos divididos en dos hemistiquios (que terminan siendo versos sangrados), de siete sílabas cada uno, con acentos en la segunda y en la sexta: «El álbum de las calles / se enrolla en los motores / Con fugas de los postes / que escriben sinfonías» (85). La metáfora abre la boca para incendiar la noche del «jardín», pues «-¡La vida es un bostezo fugaz / De gasolina» (86). En este último verso quizá el corte, sin respetar ya la esticomitia pero sí el modelo señalado anteriormente, debería de estar en «bostezo» (esa imagen que se repite para retratar la época y lo poesía leída entonces) y marcar el eco efímero que ahora puede volver a escucharse. En «cámara oscura» se dan sintagmas que con el membrete de «dificultismo» desarrollarán Gerardo Deniz y demás poetas como el propio Daniel Téllez (según Alejandro Higashi en América sin Nombre). Dice Gallardo que «Asepillan las distancias / Y las leznas de los pitos» (87). En «carroussell», va «Girando en el pivote de un aire popular / El diorama cromático se integra en la unidad» (88) y facilitando esa bisagra entre Góngora y el rap que también le servirá a Óscar de Pablo para darle una vuelta de tuerca a lo social como dimensión cívica de un «cabaret» en el que «chimean las estrellas» (89). El patrón gallardiano juega con la tipografía que respeta Malpaís (con los cambios apuntados por Téllez) y se amplía más allá de México, según el final del «naufragio»:

Jadea el trasatlántico
en un canal de asfixia
¡RIALTO…
                YOKO-HAMA…
                ¡¡¡La extra de la “Raza”!!
¡¡Knok-Out de Yanquilandia!!
                ……………………………
                Y pensar que a tus ojos
                se los ha tragado el mar (91)

Un mar que vuela en «alarma» de noche esdrújula: «es un flágelo sádico» (92). La metrópolis tiene cura en el «escalamiento» de la ciudad como cuerpo, personificación que es recurso que sostiene El pentagrama eléctrico: «Y los semáforos cirujanos / sangran las calles apopléticas» (93); y se produce un «corto - circuito», «y en un arco voltaico / se ahorca mi nostalgía [sic]» (95). La melancolía exhala por fin en el «puerto»: «Mientras suda a chorros el fastidio / hay que sorber cristales / de recuerdos» (97).



            El Archivo Negro que recientemente se presentó en Pachuca o San Luis Potosí como serie conjunta ahora se detiene en la obra del estridentista para entender de dónde viene eso que llamamos poesía mexicana contemporánea. Después del trabajo de Luis Mario Schneider, El Estridentismo, una literatura de la estrategia (1970), la extensa y pertinente introducción de Daniel Téllez sobre Salvador Gallardo y El pentagrama eléctrico hacen del trabajo de Malpaís y del Seminario parte fundamental de la crítica para obras que, de otra manera, difícilmente podrían leerse. Este es el video de la presentación.

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