domingo, 18 de octubre de 2020

Últimos días de un país


Últimos días de un país (Universidad Autónoma del Estado de México, 2019) es la obra en la que Odette Alonso (Santiago de Cuba, 1964) entrelaza una serie de imágenes y evocaciones del país natal que recuerda desde que vino a vivir a México en 1992.

            Por parte de este poemario mereció el LXXXV Premio Clemencia Isaura de Poesía, cuyo jurado integraron Eduardo Mosches, José Manuel Recillas y José Ángel Leyva. Algunos de sus textos se pueden leer también en Este País, la revista Monolito o Letralia.
            La treintena de poemas breves, como decimos, articulan una historia de la Cuba que ve una mexicana o de cómo una cubana se siente en México al echar la vista atrás ahora que parece que todo termina. Sin un tono apocalíptico se rememora con ternura y desaprobación el vínculo de los espacios en un tiempo marcado por los epígrafes iniciales de Albis Torres, Kamau Brathwaite y Olga Orozco.
            Entre sueños y recuerdos afloran sentidos como el olfato. Ahora bien, la literatura, el poema en este caso, la remembranza, no tiene por qué ajustarse de la realidad, ya lo sabemos. Reflexionar sobre ello desde el mismo poema es una de las principales virtudes de versos tajantes y pulcros que hacen efecto sin caer en el efectismo facilón.
            Desde lo particular –unas hormigas, por ejemplo– reconstruye la habitabilidad familiar, un instante, la dicha pasajera. Se van trazando nexos en poemas que funcionan independientes. Con un lenguaje cercano, el sujeto poético en primera persona se vale de lo coloquial para formar la alegoría del equilibrio, de una identidad; no exento dicho estilo de la natural convivencia que logra entre endecasílabos y octosílabos. Así termina «El ojo impune»: «el ojo traza el límite del charco / donde mi infancia naufraga» (20).
La infancia, el amor, la música son temas que actualizan todos los significados que ha recibido La isla posible. Cada día (destacando la diferencia entre el domingo y el lunes) un ojo contempla sus alrededores. Los elementos, como tonos de una fotografía, arman la escena y su dinamismo. El tiempo está fijado y se mueve la voz al desplazarse. Este país que ultima sus días podría ser Cuba (así imaginamos La Habana desde la misma cubierta); o cualquier persona que se debe a un enclave.
Como parte de una tradición, la lírica contemporánea de México, podemos considerar que Alonso recoge con humor una poética ajena al dificultismo imperante. Su experimentalidad radica en reafirmar lo que se niega: «no hay papel que soporte un monosílabo / el adjetivo aburre» (41). Un tratado sobre la pertenencia cierra «Como quien huye»:

Esa lengua enrevesada del que huye
extranjero en su esperma y su perfume
extraño para siempre de mis manos
de la lengua que amanso
y domestico.
Extranjera es la sombra que persigo
el retumbar de tambores a lo lejos
la música ancestral.
Aquellas noches en otras latitudes
las gotas de sudor marcando en el sendero
los signos del vacío.
Nada revela el acorde que ahora escucho
son los gritos de siempre.
Es hora de partir (43).

Y a continuación, «Último recuerdo del país» funciona como quien se gira y observa al partir la patria que defiende más como crítica que como alabanza: contra la violencia, la explotación infantil, la soledad, la prostitución. A la manera de José Emilio Pacheco en «Alta traición» con Odette Alonso nos cuestionamos tanto la artificiosidad de la patria (según Alejandro Higashi) y la abstracción de la belleza popularmente creada desde fuera como la nostalgia que estudia Ana Chouciño en la poesía mexicana.
            En Odette Alonso existe una historia de libertad. Las decisiones, casi treinta años después, dan lugar a un repaso de los sentimientos que se despiertan al regresar de la mano de la persona amada. Su obra enriquece el panorama que estudiamos en este blog a partir de poetas que arriban a México.



Últimos días de un país está disponible en el repositorio de la UAEM.

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