domingo, 25 de octubre de 2020

Libamen y Balacó


La poeta chiapaneca Clara del Carmen Guillén, de quien ya hablamos en este blog, acaba de publicar dos poemarios: Libamen (Abrace, 2019) y Balacó (Terramojada, 2019). Por la recuperación arqueológica y lingüística del sur de México pueden estudiarse dentro del proyecto CORPYCEM. A continuación compartimos algunas notas en ese sentido.

            Libamen vio la luz en Montevideo con ilustraciones de la artista cubana Ileana Mulet Batista. Se trata de un bello homenaje a Palenque, sus vestigios y trabajos arqueológicos (concretamente, de Alberto Ruz Lhuillier y Fany López Jiménez). Es por ello que resulta pertinente la cita de Jorge Luis Borges con la que arranca el libro: «Cuando los jugadores se hayan ido, / cuando el tiempo los haya consumido, ciertamente no habrá cesado el rito». No me parece casual, si nos ponemos a analizar el habla y los significados que confluyen en Balacó, la última palabra citada, rito: interrupción de una corriente (puede ser histórica, social, artística), río, que impone el símbolo que la religión católica, entre otras, marca como cruz, óbelo o daga (†); señal de lo que ya no está. Esta cosmovisión, acuática ante todo, continuará en el siguiente poemario. Los veintisiete textos de este libro son libamen; es decir, del latín, ofrenda en el sacrificio. La divinidad respira eco, voz, silencio ante las ruinas de los templos que dan pistas de un origen en la poesía, donde «el pasado se ofrenda» (7). Ejemplo de la precisión, el sincretismo y tal recorrido resulta el poema «Piel intemporal» (9):

La soledad no existe.
Imposible tocarla en esta tarde,
hay huellas ascendiendo por los templos,
huellas que van y vienen de los siglos.
La piel intemporal de esta memoria
se llena con sus voces.

Versos de siete y once sílabas, en simetría, de principio a fin en apenas seis lúcidas líneas, traen al ritmo de tradición italiana el paso del tiempo marcado en la tierra y en los tiempos de los templos; por las escaleras que ilumina el equinoccio en la imagen de la serpiente. Estamos ante la cultura maya: «es un pasado atándose al presente: / voces renacidas al conjuro» (11). Se produce de tal modo un diálogo entre diferentes tiempos y culturas a través del cuerpo que encarna el bestiario y las divinidades asociadas a la naturaleza, en comunión vertical. Llega la noche y el famoso calambur de Xavier Villaurrutia irradia la fuerza de once más siete sílabas: «La luna que madura en la montaña con su luz envolvente» (13). La voz en este caso, recrea, la sensación de la labor arqueológica, a la vez que en primera persona el sujeto poético conjetura el poder de la Reina Roja en el poema «Tz'akbu Ajau,»: dividido en cuatro secciones, en la segunda de las cuales se menciona a Rosario Castellanos: «El que se va se lleva su memoria, / su modo de ser río, de ser aire, / de ser adiós...» (20). Otras referencias, en primera persona, conformarán el diálogo como José Martí, Walt Whitman, Fernando Pessoa, Ida Vitale o José Emilio Pacheco para aclarar el palimpsesto de tradiciones histórico-poéticas.
            Balacó, según la propia autora, recupera el «habla coloquial de un pueblo acá en Chiapas, significa: “lo que arrastra la inundación de un río”». Parte de este trabajo fue publicado en Facebook y me recuerda, por el sentido etimológico, al Sudd que incursionaron Pedro Serrano y Carlos López Beltrán en la antología 359 delicados (con filtro) (2012). Con trabajos como este sale a la superficie una poética que para buena parte de la crítica apenas se percibe en el tránsito de la generación de los cincuenta, a la que pertenece Clara del Carmen Guillén, y jóvenes promociones a priori (y solo aparentemente) inconexas con las culturas que aquí se muestran.
            Uno de los poemas, breves, numerados, representa el pasado que cobra vida y voz ahora en este término que concentra la poética y el homenaje de la autora chiapaneca:

6
Con esta propia voz, en el tumulto de palabras, balacó se acentúa, exige, se huracana; arribó sometida entre la danza negra que abrió paso en el puente de la historia. Hasta esta orilla vino en busca de miradas que se esconden, entre otra esclavitud y otras cadenas.
Sobreviene el torrente, alguna voz de auxilio exige tregua:
es más fuerte el impacto del destino, se arrastra, plañidero,
se reinventa (10).

En tercera persona el sujeto poético describe al tiempo que se dirige a la misma creación, Balacó. La atmósfera infantil escenifica un juego, por ejemplo, en el que se rescata el pasado como tradición inherente al sur de México. No está exento este poemario de un compromiso ecocrítico, a favor de la naturaleza y del medio que permite la habitabilidad frente a la violencia; a la manera de Homero Aridjis. La imagen del río y la sequía es captada con maestría por Frankof en la cubierta de la piel agrietada similar al ojo de Glosar rupestre (2014) de Jorge Aguilera.
Para Clara del Carmen Guillén: «Aquí resarciremos las angustias que generó tu nombre / al arribo de tanta iniquidad / que ha cruzado la historia, sin perderse» (19). Los versos claros van surcando la página y el tiempo a favor del tono coloquial, cercano a prosas finales que apuntalan el objetivo de quien escribe: «un pie de página que anuncia su punto de reinicio, otro modo de ser, que se percibe, un rumbo diferente que reescribe la historia y la permea, para seguir soñando» (26).
            En definitiva, tanto en Libamen como en Balacó permea la tradición de un continente y un contenido que discurre siglos después de la fecha de sus vestigios para evidenciar la reconfiguración del mundo precolombino en una de las escritoras de mayor herencia, tradición y renovación.

3 comentarios:

  1. Muchas gracias por tus comentarios, Ignacio. Que tus palabras lubriquen el camino de Libamen y Balacó, para que alcancen muchos lectores.

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    1. Muchísimas gracias, estimada Clara: siempre es un gusto leerte. Larga vida para tales caminos. Un fuerte abrazo desde Alicante,
      Nacho

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  2. Muchas gracias por tus comentarios, Ignacio. Que tus palabras lubriquen el camino de Libamen y Balacó, para que alcancen muchos lectores.

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