domingo, 4 de octubre de 2020

Vocabularia y Feministario

Alma Karla Sandoval (Zacatepec, Morelos, 1975) y Denisse Buendía (Cuernavaca, Morelos, 1979) son escritoras estrechamente ligadas al movimiento feminista que tanta fuerza está logrando en México. En este sentido comentamos dos de sus recientes publicaciones, a cuatro manos, que vieron la luz en la editorial Infinita a finales de 2019: Vocabularia y Feministario. Ambos trabajos, con ilustraciones de Idalia Candelas (y también Mafer Rejón, en el segundo título) y diseño editorial de Daniel Zetina, fueron subsidiados por el Instituto de la Mujer para el Estado de Morelos.

 

 


 

            Si Elisa Díaz Castelo se decanta por el término femenino que nos da origen en su ópera prima, Principia, las autora morelenses establecen una lengua que reivindica un género tan velado y maltratado históricamente a la hora de comunicarnos. Se traza así un inventario, un diccionario, un léxico; a la manera de Karen Villeda en Tesauro o Isabel Zapata en Las noches son así.

            El compromiso y la cercanía de Denisse Buendía con lo que tradicionalmente conocemos como poesía social, tal como vimos en la muestra que coordinó en Aquí se las llevan. Poemas desde la resistencia. Antología de mujeres poetas de Morelos (Lengua del Diablo Editorial, 2018), evoluciona ahora hasta dar un nuevo sentido a los vocablos que hemos venido usando, pues la realidad ha cambiado. Son diferentes las cosas a las que se refiere el significante, podría decir Foucault.

            Vocabularia se compone de unos ciento cincuenta términos ligados al movimiento a favor de la «igualdad de derechos de la mujer y el hombre» (así define feminismo la RAE). Las autoras, Sandoval y Buendía, respectivamente, presentan el deseo por renombrar: «Vocablos propios porque el feminismo también es un lenguaje como casi toda práctica que no logra deshacerse de un argot compuesto de pliegues, sinónimos, antónimos; de sujetas que performan y de esas travesuras identitarias surgen nuevos términos» (7); y «frente a las múltiples formas de expresar la violencia femenicida, lugar, en cada territorio de lo humano, siguen haciendo falta definiciones para nómbralas y que sea visibles, para identificarlas y erradicarlas» (8-9).

            A pesar de estar escrito a cuatro manos, Vocabularia es un ejercicio que atiende a múltiples generaciones. Ejemplifica la sororidad; al tiempo que da un nuevo sentido al movimiento, más allá de la academia, a pie de calle de un país en el que están matándolas. Así concluye la definición que le dan al feminismo: «proceso orgánico y evolutivo, a la fecha puede sostenerse que no existe un único feminismo, sino que hay tantos feminismos como mujeres en el mundo» (44).

A ello se refiere Aída Hernández Castillo en Los Cínicos: «rompen con los estilos literarios de los feminismos académicos y los vuelven cercanos en su rebeldía, inspiradores en sus transgresiones y retadores en sus utopías». Sandoval y Buendía desarrollan el movimiento que en la poesía trajeron a México autoras como Mariana Navarro en el siglo xviii o, en el xx, Alaíde Foppa.

            La crítica, el ensayo, no está exento de humor e ironía ante palabras que logran decir lo máximo con lo mínimo. Es el caso del «coñocimiento» (ya existente en 2016). Algunas de las entradas (pienso en «Ecofeminismo», 34) cuentan, en lugar de con su rigurosa y original acepción, con una ilustración de las artistas mencionadas anteriormente.

 

 


 

            A partir de la complejidad de dicha etiqueta, Sandoval y Buendía estructuran en Feministario los diferentes tipos de feminismo; los cuales se organizan a partir de los cuatro elementos naturales. Remiten, por tanto, al origen, a la existencia; a la reconstrucción del mundo que, quizá, en América comenzó sufriendo parte de la violencia con el colonialismo.

            A la paleontología le faltaba un diccionario de este tipo, que siga el modelo de los bestiarios, tan presentes en la lírica actual con Maricela Guerrero o Xitlalitl Rodríguez Mendoza, por ejemplo. Para nombrar los feminismos, en esta ocasión, el ensayo se dilata y dialoga con otras referencias desde el mismo texto, para el cual las definiciones anteriores fueron básicas; igual que para seguir leyendo poesía.

            A propósito de las lenguas originarias, de manera indirecta el feminismo defiende la vida en comunidades ajenas a la capitalización que aún sufre la cultura. Por ello, es esta «una de las grandes aportaciones del feminismo decolonial: darnos mapa, enseñar a nombrar la tierra, entender que interpretamos el mundo mirando nuestro entorno y lo que ocurre entre la gente que lo habita» (53).

 

 

            Los dos libros, como decimos, resultan básicos para aproximarnos a la poesía mexicana contemporánea, la cual cada vez presenta de manera explícita las vertientes del feminismo. Ambas publicaciones se enriquecen al final con sendas series de referencias que nos permitirán seguir avanzando allende el significado básico y superficial de los estereotipos, el neocolonialismo, el heteropatriarcado y los micromachismos.

            Estamos ante autoras que evidencian el significado que puede tener pensar el feminismo desde la literatura: no desde, pero sí hacia el poema breve, el aforismo, el continuum del poema extenso, la fragmentariedad del discurso y la filosofía del lenguaje, ahora, en México. Pienso en la labor feminista que llevan a cabo Diana del Ángel (desde la Ciudad de México), Claudia Sandoval (en Hidalgo) o Ale Gómez (en Puebla), entre otras, y admiro entonces la posibilidad de unir energías a favor de un movimiento común. Este glosario lo permite. Próximamente, seguiremos leyendo y reescribiendo con Alma Karla Sandoval y su presencia en el proyecto CORPYCEM.


No hay comentarios.:

Publicar un comentario