domingo, 1 de noviembre de 2020

Xaniaa gueela´ / Al pie de la noche

Xaniaa gueela´ / Al pie de la noche (Editorial Fusión Sublime, 2014) es un poemario de Esteban Ríos Cruz (Asunción Ixtaltepec, Oaxaca, 1962). En dixazá y español logra un canto por la amada que motiva y recibe la sangre como discurrir del agua dulce en su encuentro con la salada.


            Para Mercedes Soto, en la revista Cardenal, el libro que ilustra en su portada Soid Pastrana cuenta con diversos tonos: «En cada uno de sus versos se puede ver fluir un destello pasional que alimenta la llama del deseo y del amor, puesto que en el poema se escuchan los ecos del eros en su construcción metafórica».

            Los poemas en zapoteco del Istmo en su variante de Asunción Ixtaltepec, Oaxaca, realmente van dirigidos a un público que bien puede conocer la lengua originaria de Ríos, bien los lee en la lengua española que él mismo traduce. No ocurre con otras obras como la que veíamos con Irma Pineda en Chupa ladxidua´ / Dos es mi corazón (2018), por ejemplo, en la que las notas introductorias van únicamente en el segundo idioma; sino que, aquí, hasta los epígrafes de Neruda, Lugones o Petrarca se dan cita en edición bilingüe siempre con el zapoteco o didxazá como primera lengua. Falta, todavía, sin embargo, traducir parte de los textos; como las solapas, la página de créditos, el colofón o la contracubierta, donde se dice que «Las palabras vueltas ríos nos arrastran en su cauce de imágenes, nos llevan a conocer las orillas del mar de los sentimientos, nos convierten en peces asombrados de la inmensidad de la imaginación cuando deletreamos al pie del horizonte el destino de nuestro presente perpetuo».

            No sería casual, entonces, el nombre del autor de estos treinta poetas numerados en romano (mismo número que compone la Zarabanda con perros amarillos (2002) de Vicente Quirarte, por poner algún otro caso), de temática amorosa y al mismo tiempo poética: es decir, se piensa en la manera de escribir, en los fines que tal oficio puede seguir persiguiendo. Este es el inicio del poema que abre el libro:

 

Rioolu’ naa, guendarannaxhii xtinne’,

ra nandase lindaa ni riní’ ladxiduá’.

Runi dáchilu’ naa tu naca’,

runilu’ nisadó’ dxi zezá caadxi ye taadxi’ si,

ra xquendaba’dua’ cunuyubi guidxela ti guiigu’

ni gabi naa tunga naa.

Rusuguendalu’ naa ne yaga guidxi guendananaxhi,

ruqui’balu’ lari do’ guendaruxidxilu’

lo layú ro’ba’ nadxaba’ ra noo ca dxiibi xtinne’

ne rúnilu’ yabantaa lo xtipa’ guendaruuyalu’.

[...] (6)

 

Me asaltas, amor,

por la muralla más delgada de mis sentimientos.

Me vacías de mí mismo,

transformas el mar del tiempo en un puñado de guijarros,

donde mi infancia juega a encontrar un río

que me hable de lo que soy.

Me vences con el mazo de la dulzura,

izas la bandera de tu sonrisa

en el territorio inhóspito de mis temores

y me haces caer en la gravedad de tu mirada.

[...] (8)

 

El sujeto poético, en primera persona, se dirige al amor, que puede entenderse de diversas maneras, siempre en el recuerdo de la infancia, en la trascendencia del pasado para el presente, y no digamos para el futuro, de una noche insomne. No obstante, se explicitará más adelante esa persona a la que está dedicada la obra: «Diidxa’ guicaa Mari, / biaani’ xti’ ca bizaloa’ // A Mari, / luz de mis ojos» (4). Y sobre esta luz dentro del ojo, a propósito del ensayo del también poeta y académico Luis Vicente de Aguinaga, hablaremos el próximo domingo.

            La poesía, al leer Xaniaa gueela´ / Al pie de la noche, deviene crecimiento en el mutismo, pausa que obliga a las sensaciones a la fluidez: afluentes que convergen en la palabra. El tópico manriqueño se actualiza una vez más en la poesía mexicana contemporánea: «Xi guendarioodxisi’ nuzaabe’ guendanayeche’ xti’ xquendanabane’. // ¿A qué silencio debo lo festivo de mi existir?» (24, 25).

            El tiempo va desgranándose como un fruto en las estaciones que van de la primavera al verano y el otoño, sin secarse. Las relaciones humanas y literarias son encarnadas por los cambios en la naturaleza; de manera que se podría atender a la obra del poeta y profesor binnizá desde un punto de vista ecocrítico.

            La lengua del medio que nos da vida se advierte en el tránsito del poema X al XI. Hace hincapié la cultura originaria en las formas de las nubes o el sonido de la lluvia: «bandaga ye’ xti’ dxi, yuxhu’ guendaroonda’ berendxinga, / ti guendaridxa’ na’ za deru biruugu’ // pétalos del día, jirones del canto de un grillo, / un manojo de nubes recién cortadas» (30, 31) y «Ca nandahui xti’ diidxa’ lalu’ / riedané naa guendarixidxi nisayé lo beeu chii // Las sílabas de tu nombre / me traen el sonido de la lluvia en octubre» (32, 33).

            Seguidamente el erotismo cobra forma, cuerpo femenino. Y en él no deja de advertirse el cosmos, las constelaciones que se incardinan en el mundo. El ciclo se completa en la segunda parte del libro. Los recuerdos conectan con el presente. La fogosidad da paso a cierto tono nostálgico, de melancolía, ante el acto solitario de escribir; y, por tanto, ante la separación de la persona amada que protagoniza el poema y que ansía de nuevo compartir físicamente, contra la ansiedad del día a día a favor de la coloquialidad de estos poemas breves cuyo hilo conductor es el amor en la vida, la pasión en la escritura. De todo ello da cuenta el antepenúltimo poema, el XXVIII, con exquisita traducción a la hora de respetar la esticomitia, el ritmo y la contundencia del paso del tiempo en días como el que hoy nos ocupa:

 

Ra rizá ca iza riuuba’ ca dxi,

ladi tubi, bi nanda, ca binniyoo mba’ guti,

runi lo guirá nandahui xti’ guidxilayú

ni huazá’nu ne guendarieche’,

ridunna ca ra riaaze gueela’, ca diidxayé’,

ca guendaridinde chucu, ca guendarusiaanda.

[...] (68)

 

Con la edad duelen los días,

el cuerpo, el frío, los familiares muertos,

porque en cada trozo del mundo

que hemos construido con alegría,

se acumulan atardeceres, poemas,

pequeñas discusiones, olvidos.

[...] (69)

 

El penúltimo y el último poema son una hermosa confesión de la plenitud que hay en el aparente vacío y de la singular felicidad que se debe a lo otro. La dicotomía requiere la lectura en ambas lenguas, en voz alta, por mucho tiempo. Las vocales abiertas y cerradas, en didxazá, resuenan como el péndulo que describe en este último texto entre nasales, laterles y vibrantes.

            Esteban Ríos Cruz, con más de seis poemarios publicados, es docente y parte fundamental de la lírica mexicana. Pueden leerlo en la entrega de Xochitlájtoli, en Círculo de Poesía; o escucharlo al Aire Libre. Mereció el Premio Nezahualcóyotl 2018 por Ca guichu guendarieedasiló / Las espigas de la memoria (Secretaría de Cultura / Dirección General de Culturas Populares, 2019).  




No hay comentarios.:

Publicar un comentario