Xaniaa gueela´ / Al pie de la noche (Editorial Fusión Sublime, 2014) es un poemario de Esteban Ríos Cruz (Asunción Ixtaltepec, Oaxaca, 1962). En dixazá y español logra un canto por la amada que motiva y recibe la sangre como discurrir del agua dulce en su encuentro con la salada.
Para Mercedes Soto, en la revista Cardenal, el libro que ilustra en su portada Soid Pastrana cuenta con diversos
tonos: «En cada uno de sus versos se puede ver fluir un
destello pasional que alimenta la llama del deseo y del amor, puesto que en el
poema se escuchan los ecos del eros en su construcción metafórica».
Los poemas en zapoteco del Istmo en
su variante de Asunción Ixtaltepec, Oaxaca, realmente van dirigidos a un
público que bien puede conocer la lengua originaria de Ríos, bien los lee en la
lengua española que él mismo traduce. No ocurre con otras obras como la que
veíamos con Irma Pineda en Chupa ladxidua´ / Dos es mi corazón (2018), por ejemplo, en la que las notas
introductorias van únicamente en el segundo idioma; sino que, aquí, hasta los epígrafes
de Neruda, Lugones o Petrarca se dan cita en edición bilingüe siempre con el
zapoteco o didxazá como primera lengua. Falta, todavía, sin embargo, traducir
parte de los textos; como las solapas, la página de créditos, el colofón o la
contracubierta, donde se dice que «Las palabras vueltas ríos nos arrastran en
su cauce de imágenes, nos llevan a conocer las orillas del mar de los
sentimientos, nos convierten en peces asombrados de la inmensidad de la
imaginación cuando deletreamos al pie del horizonte el destino de nuestro
presente perpetuo».
No sería casual, entonces, el nombre
del autor de estos treinta poetas numerados en romano (mismo número que compone
la Zarabanda con perros amarillos (2002) de Vicente Quirarte, por poner algún otro caso), de temática amorosa y al mismo tiempo
poética: es decir, se piensa en la manera de escribir, en los fines que tal oficio
puede seguir persiguiendo. Este es el inicio del poema que abre el libro:
Rioolu’ naa,
guendarannaxhii xtinne’,
ra nandase lindaa
ni riní’ ladxiduá’.
Runi dáchilu’ naa
tu naca’,
runilu’ nisadó’
dxi zezá caadxi ye taadxi’ si,
ra xquendaba’dua’
cunuyubi guidxela ti guiigu’
ni gabi naa tunga
naa.
Rusuguendalu’ naa
ne yaga guidxi guendananaxhi,
ruqui’balu’ lari
do’ guendaruxidxilu’
lo layú ro’ba’
nadxaba’ ra noo ca dxiibi xtinne’
ne rúnilu’
yabantaa lo xtipa’ guendaruuyalu’.
[...] (6)
Me asaltas, amor,
por la muralla más
delgada de mis sentimientos.
Me vacías de mí
mismo,
transformas el mar
del tiempo en un puñado de guijarros,
donde mi infancia
juega a encontrar un río
que me hable de lo
que soy.
Me vences con el
mazo de la dulzura,
izas la bandera de
tu sonrisa
en el territorio
inhóspito de mis temores
y me haces caer en
la gravedad de tu mirada.
[...] (8)
El
sujeto poético, en primera persona, se dirige al amor, que puede entenderse de
diversas maneras, siempre en el recuerdo de la infancia, en la trascendencia del
pasado para el presente, y no digamos para el futuro, de una noche insomne. No
obstante, se explicitará más adelante esa persona a la que está dedicada la
obra: «Diidxa’ guicaa Mari, / biaani’ xti’ ca bizaloa’ // A Mari, / luz de mis
ojos» (4). Y sobre esta luz dentro del ojo, a propósito del ensayo del también
poeta y académico Luis Vicente de Aguinaga, hablaremos el próximo domingo.
La poesía, al leer Xaniaa gueela´
/ Al pie de la noche, deviene crecimiento en el mutismo, pausa que obliga a
las sensaciones a la fluidez: afluentes que convergen en la palabra. El tópico
manriqueño se actualiza una vez más en la poesía mexicana contemporánea: «Xi
guendarioodxisi’ nuzaabe’ guendanayeche’ xti’ xquendanabane’. // ¿A qué
silencio debo lo festivo de mi existir?» (24, 25).
El tiempo va desgranándose como un
fruto en las estaciones que van de la primavera al verano y el otoño, sin
secarse. Las relaciones humanas y literarias son encarnadas por los cambios en
la naturaleza; de manera que se podría atender a la obra del poeta y profesor binnizá
desde un punto de vista ecocrítico.
La lengua del medio que nos da vida
se advierte en el tránsito del poema X al XI. Hace hincapié la cultura
originaria en las formas de las nubes o el sonido de la lluvia: «bandaga ye’
xti’ dxi, yuxhu’ guendaroonda’ berendxinga, / ti guendaridxa’ na’ za deru
biruugu’ // pétalos del día, jirones del canto de un grillo, / un manojo de
nubes recién cortadas» (30, 31) y «Ca nandahui xti’ diidxa’ lalu’ / riedané naa
guendarixidxi nisayé lo beeu chii // Las sílabas de tu nombre / me traen el
sonido de la lluvia en octubre» (32, 33).
Seguidamente el erotismo cobra forma,
cuerpo femenino. Y en él no deja de advertirse el cosmos, las constelaciones que
se incardinan en el mundo. El ciclo se completa en la segunda parte del libro.
Los recuerdos conectan con el presente. La fogosidad da paso a cierto tono
nostálgico, de melancolía, ante el acto solitario de escribir; y, por tanto,
ante la separación de la persona amada que protagoniza el poema y que ansía de
nuevo compartir físicamente, contra la ansiedad del día a día a favor de la
coloquialidad de estos poemas breves cuyo hilo conductor es el amor en la vida,
la pasión en la escritura. De todo ello da cuenta el antepenúltimo poema, el
XXVIII, con exquisita traducción a la hora de respetar la esticomitia, el ritmo
y la contundencia del paso del tiempo en días como el que hoy nos ocupa:
Ra rizá ca iza
riuuba’ ca dxi,
ladi tubi, bi
nanda, ca binniyoo mba’ guti,
runi lo guirá
nandahui xti’ guidxilayú
ni huazá’nu ne
guendarieche’,
ridunna ca ra
riaaze gueela’, ca diidxayé’,
ca guendaridinde
chucu, ca guendarusiaanda.
[...] (68)
Con la edad duelen
los días,
el cuerpo, el
frío, los familiares muertos,
porque en cada
trozo del mundo
que hemos
construido con alegría,
se acumulan
atardeceres, poemas,
pequeñas
discusiones, olvidos.
[...] (69)
El
penúltimo y el último poema son una hermosa confesión de la plenitud que hay en
el aparente vacío y de la singular felicidad que se debe a lo otro. La
dicotomía requiere la lectura en ambas lenguas, en voz alta, por mucho tiempo.
Las vocales abiertas y cerradas, en didxazá, resuenan como el péndulo que
describe en este último texto entre nasales, laterles y vibrantes.
Esteban Ríos Cruz, con más de seis
poemarios publicados, es docente y parte fundamental de la lírica mexicana.
Pueden leerlo en la entrega de Xochitlájtoli,
en Círculo de Poesía; o escucharlo al Aire Libre. Mereció el Premio Nezahualcóyotl 2018 por Ca guichu guendarieedasiló / Las espigas de la memoria (Secretaría de Cultura / Dirección General de Culturas Populares, 2019).
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