domingo, 27 de diciembre de 2020

Hospital de Cardiología

 

Hospital de Cardiología (El Tucán de Virginia, 2006) es el ya no tan reciente poemario de Pedro Guzmán (Ciudad de México, 1973); sin embargo, de la revista de El poeta y su trabajo (2000), acaba de publicarse en el archivo de Poesía Mexa para poner en el candelero el tema de la asepsia del ser en la poesía y otros recursos del autor que mereció por tal obra el Premio Iberoamericano de Poesía Carlos Pellicer para Obra Publicada 2007.




Para José Luis Bobadilla, en el Periódico de Poesía de la UNAM, este singular trabajo bebe de la tradición estadounidense hasta destacar «su articulación en apariencia sencilla, por sus modos directos, es decir, su sintaxis regular, sus imágenes inmediatas, su lenguaje coloquial».

Por los espacios que envuelven a la enfermedad y a la muerte, dicha obra podría dialogar con Memorias de hospital ([1983] 2018), de Margarita Paz Paredes, Se llaman nebulosas (2010), de Maricela Guerrero, o los últimos poemarios de Vicente Quirarte, La miel de los felices (2016) y Bisturí de cuatro filos (2020).

La crónica se combina con el aforismo. La historicidad, la arquitectura y los símbolos de una ciudad con aires (polutos) de hospital desembocan en algunos remansos de este poema largo: «Hospital es sed de ser» (71). En un amago de palíndromo surge la cuestión heideggeriana. La existencia es el principal fin de dicho espacio.

A la manera de José Gorostiza en Muerte sin fin, Pedro Guzmán ofrece un sujeto poético que ‒al tiempo que indaga en la escritura y su fusión en cuanto al fondo y la forma, del vaso, la página o el continente en la que fluye, inmóvil‒ termina dando coherencia a la suma de las ideas presentadas.

Otras referencias más explícitas como, entre otras, Heráclito, Tao, Louis Kahn, Guillermo Fernández o Xipe Totec (en ese orden) construyen el devenir del texto, hecho hospital para la malatía del siglo xxi (dedicado a Isabel, entre noviembre de 1999 y febrero de 2000), el contacto estrecho, ensimismado:

 

George Oppen escribía

a la sombra de Lu Chi

en forma y fondo (90).

 

[...]

 

La forma del secreto es el misterio revelado,

es orgánica, eres tú mismo (95).

 

No resulta entonces Hospital de Cardiología ni una crónica ni un monólogo, sino un ensayo en poemas breves que son pasillos, estancias, escenas del lugar donde más personas nacen y mueren.

            En definitiva, Pedro Guzmán logra darle la razón a la poesía visceral; es decir, acompasa la sístole y la diástole al lenguaje con el que pensamos, a menos pulsaciones, pero durante más tiempo. Con la limpidez del verso construye un espacio, el Hospital de Cardiología de la ciudad en la que nació, que es en sí una poética: electrocardiograma, holter y catéter que llegan al núcleo sin necesidad de operar como antaño, cuando todo estaba abierto y la poesía encriptada no comulgaba con el habla.

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