sábado, 23 de noviembre de 2019

Ileana Garma

Imagen de Yucatán Cultura


Domesticar frases con hilo de algodón
Ileana Garma

Ileana Garma (Mérida, Yucatán, 1985) está presente en el necesario archivo de Poesía Mexa con sus poemarios Ternura (Universidad Nacional Autónoma de México, 2013) y 29 (Fondo Editorial Tierra Adentro-La Ceibita, 2015).

            Ternura, Premio Caza de Letras 2012, se estructura en cuatro partes: «Historial del polvo», «Dinastía de soles», «Sueños» y la que da nombre al libro. En primer lugar parte de la cita de Marosa di Giorgio para referirse a la figura paterna que en unos días reconstruye Esther M. García. Sin embargo, a diferencia de la chihuahuense, la yucateca se fija en la cálida piel del tacto y no en la sangre oscura de la dis-culpa. Estamos ante lo que podríamos leer como una epístola hacia la memoria de lo cotidiano. Eso que pasa pero queda; frágil y continuo: «donde están enfiladas las hormigas del trabajo de siempre» (10). Con la bitácora de Cristina Rivera Garza, Garma lleva a cabo un ejercicio de escritura y reflexión, límpida, en primera persona, con endecasílabos y heptasílabos internos. El ritmo se logra por la repetición al mismo tiempo que por la ambigüedad. Son las dos sílabas que dan título a cada uno de estos textos en prosa que continúan con los soles, a propósito de Alejandra Pizarnik, «hermosa como el suicidio» (19). La galaxia aterriza en esta segunda sección por las preguntas retóricas y el despliegue de esas sensaciones que ha ido describiendo y creándonos la autora desde el principio de estas breves y autónomas imágenes conectadas por lo abstracto. Se llaman nebulosas (2010), diría Maricela Guerrero. Es posible ligar la ciencia de esta poética con Principia (2018), de Elisa Díaz  Castelo. Si hay poetas, como Rubén Darío, que persiguen una forma, la autora que nos ocupa hace lo propio con su interrogante, el estilo, que es la existencia y la poética. Así empieza «Big Bang»: «Yo persigo una pregunta, un lenguaje inmune a tus manos» (38). Existen una dulzura y una luz en estos versos similares a las del también yucateco Manuel Iris. Es la autobiografía de un viaje fijo, a la manera de Gloria Gervitz, que introduce la tercera parte. Ahora la naturaleza, la entomología, disecciona el final de un partido de fútbol. Sí, cabe en la lírica un encuentro de este tipo (seguramente por el gol de Iniesta en el tiempo de descuento). No obstante, termina «Chelsea vs Barcelona»: «Pero si alguien pierde. No me interesa» (54). El punto liga más que separa. La violencia no siempre se nota. Es íntima, como Marfa, Texas (2015) de Coral Bracho, quien forma el epílogo de «Ternura». Ahora, por momentos, la prosa deja paso al verso que sangra suave.
            29 lo publicó con esa edad. Los veintiséis a los que se aludía en el libro anterior evidencian, tres años después, cómo el sujeto poético se concentra ahora en un espacio más sólido. La estancia es interna, abandona el jardín. En este caso las prosas recuperan lo onírico a propósito de Eduardo Chirinos y van de los 19 a los 29. El paso del tiempo se refleja plásticamente en la pintura y la música de una época, de un instante que nos delinea. En su discurso se advierte la faceta de cuentista. La estructura narrativa de cada poema en prosa es una entidad, que engloba un perímetro mayor, como su escritura y su recuerdo. Esta es la penúltima:

Describo como pausado el movimiento de esos hombres que marchan bajo la lluvia, sobre las grietas. Como animales lentos y oscuros buscan con la mirada algo que no es una presa. Esos soldados tienen largas llamadas telefónicas por las noches, cuando todo va bien, e invariablemente repiten la misma pregunta “¿y mamá? ¿Cómo está mamá?” (33)

  
Leamos a Ileana Garma, desde el torneo Adversario en el Cuadrilátero de Cuadrivio, en prosa o en verso, en el ya citado archivo, o en Tierra Adentro, la revista Soma, Punto de Partida, Letralia o Replicante.

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