sábado, 22 de agosto de 2020

Consomé de piraña


Consomé de piraña (Carruaje de Pájaros / Instituto Sinaloense de Cultura, 2020) es el reciente poemario de Antonio León (Maneadero, Ensenada, Baja California, 1977): frescura para quienes lo leemos con la seguridad de que no deja de ser fiel a sí mismo.

            Como vimos hace unos meses gracias al archivo de Poesía Mexa, la fuerza narrativa atraviesa la poética del mexicalense también en este título. Ahora bien, a diferencia de la voz descarnada que se valía del humor y de múltiples referencias para crear con atrevimiento tanto una enunciación ya reconocible en León como una atmósfera irreverente y crítica, en Consomé de piraña se advierte un tono de mayor hondura. No se abandonan estas virtudes anteriores, sino que se desarrollan mediante construcciones verbales cuyo núcleo podría ser la reflexión sobre la poesía desde la misma poesía. Los mecanismos devoradores de la cultura y las malas lenguas para quien «se doctora en uno mismo» (18) dan sabor a este plato que se sirve caliente. Estamos ante un nuevo uso de la metáfora (diría, quizá, irónicamente el sujeto poético). En cada imagen hay un matiz a propósito del viaje que motivó la escritura hace un par de años, sin desatender esa reflexión sobre la caricatura de los estereotipos: «un poeta heterosexual es el gran verso blanco / todo a largo plazo / siempre en contra del trabajo remunerado» (23).
            En este universo literario que el yo lírico baja a la tierra destacan los poemas «las obras de teatro universitario no son fotogénicas» (31-34), «paty chapoy» (35-38) o «henry rollins» (39-40) hasta «la mufasa de bernarda alba» (90-91), cuyos títulos ya son parodia de la intrahistoria que van a representar. Se trata de una crítica de la crítica. Por la boca muere el pez.
            Entre los temas que conforman dicha tragicomedia mexicana se encuentra uno que protagonizará, como veremos la próxima semana, el libro 121:08 (2020) de Luis Eduardo García. Además del periodismo, la televisión, los festivales de poesía o la música, el séptimo arte motiva el poema de Antonio León titulado «cine mexicano» (43-45), «para ánuar zúñiga naime». La metáfora comparte en la mayoría de los casos una atmósfera cotidiana que convive con la tradición que nos conforma. Se produce una simbiosis exitosa, extraña (en el mejor sentido), entre la cosmovisión que reconocemos al leerlo y los detalles inesperados que oscilan en los (aparentemente) márgenes del arte. Esta es una de las secciones que componen el poema anterior:

3.
dije en una reunión
que la película era horrible
como el lazo blanco de hierro
que sostiene al dios tláloc por la espalda
en el museo de antropología (44).

Los motivos continúan hasta el final, es ahí, en los últimos versos, donde se consolida la estructura que se ha ido trazando desde elementos que en un principio pudieran parecer banales o únicamente dirigidos a recursos coloquiales. Nada de eso.
            El lenguaje es el arma de doble filo. Nos sirve para nombrar la realidad (o eso dicen), pero también para burlarnos de ella. Es recíproco, como un premio de poesía: «el siguiente hace poesía de género / es una suerte que no sea de número» (54).
            Un poema puede hablar de travestismo y recoger una cifra que se opone totalmente a la comedia: «en aquel año de fiestas / se registraron cerca de dos mil quinientas muertes
relacionadas con el narcotráfico / en la ciudad de tijuana» (65). Por datos como este es necesario Consomé de piraña. El humor a veces permite digerir el desastre. Las minúsculas no le quitan importancia a ciertos términos; permiten llegar a ellos. La ausencia de signos de puntuación libera versos largos que mantienen el ritmo pese a ser cortados por la estrechez de la página. El chiste se genera en varias cápsulas, cercanas todavía a esa dimensión cívica, libre, reclamo de la habitabilidad en un mundo que invita a todo lo contrario. La risa no exime de compromiso. De tal modo termina el poema «grillo poeta»: «quiero decir que no deseo cambiar al mundo / sin haberlo rasurado de hermosos sicarios desde la nuca» (68); o el titulado «florilegio de chacales en cloro»: «bajo el amparo de las noticias acerca del hundimiento del mundo / en el mar de cortés / se depila el muslo ácido de nuestro suspiro» (94). Concluye con el apocalipsis en «2050» (101-103) y demuestra de tal modo que la solemnidad ya se perdió en buena parte de la lírica; pero también va jodiéndose el mundo que nos ocupa, sin perder el humor, con un notable tono melancólico.
            Son estas algunas notas que nos despierta nuevamente la lectura de Antonio Léon. Las tendremos en cuenta para seguir las atrevidas y genuinas propuestas que desde la narrativa y el humor ofrece con la poesía. En Carruaje de Pájaros termina preguntándose Jesús de la Garza en una excelente reseña: «¿se puede hacer camp en Mexicali después de la guerra contra el narco?». Para comprobarlo, este poeta. De él habla Jorge Ortega como «Mascarada y catarsis» en El Septentrión.

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