sábado, 12 de septiembre de 2020

La incertidumbre cuántica

 

La incertidumbre cuántica (Editorial Montea, 2019) es uno de los últimos trabajos del prolífico artista interdisciplinar Horacio Warpola (Atizapán de Zaragoza, Estado de México, 1982). Se suma al catálogo que de él recoge el archivo de Poesía Mexa y demuestra tanto la hibridez de los géneros como el influjo de la ciencia que caracterizan a parte de la lírica mexicana.


            En el Periódico de Poesía de la UNAM aparecen dos videopoemas que integran el trabajo del colectivo #sqnx publicado por el sello Obelisco Records. Me parece que son importantes para acercarnos a esta poética que va más allá de la página, como demostró su reciente poemario Carcass (2019), en Instagram Stories. No resulta casual tampoco que el libro, ahora sí, en papel (o en PDF; pues, recordemos, está liberado en la red), se abra con la famosa ecuación del amor o de Dirac: (∂ + m) ψ = 0[1]

            Como diría Alejandro Tarrab con Luis Arístides en la FUL, hay ciertos poemas (podemos pensar que los de Warpola pertencen a este campo) en los que no viene al caso preguntar qué quiere decir, sino que inciden precisamente en aquello que no se puede decir (o que el clásico lenguaje poético no sirve para ello).

            En este sentido, Lu Carvalho, en la reseña que de La incertidumbre cuántica publica en Poesía Sub 25, concluye que «propone una forma de leer la misteriosa belleza que se oculta en ecuaciones, hipótesis, tratados científicos y libros de poesía»; mientras que para Rosario Loperena, en Tierra Adentro: «Es el misterio innombrable de las fuerzas que operan sobre los cuerpos de todo lo que vive, la experiencia del ser».

            Según dos referencias como Agustín Fernández Mallo y Rocío Cerón en los Diálogos Bifrontes, el vínculo que se genera entre la poesía y la ciencia durante las últimas décadas (sin olvidar a Gerardo Deniz) presenta numerosas aristas. Una de ellas tiene que ver con el lenguaje lírico que extrae de la medicina o la física, por ejemplo, Elisa Díaz Castelo; o de las herramientas digitales que sirven a Eugenio Tisselli para practicar y, a la vez, cuestionar la poesía computacional.

            En cuatro partes («Creación y destrucción», «Fuerzas a distancia», «Límite continuo» y «Campo cuántico») se traza los pasos por los que se crea la vida a pesar de la muerte. De la materia más cercana hasta el cosmos son las mismas palabras las que mueren y nacen ante sus respectivos límites y fuerzas.

            El tono narrativo permite seguir las sucesivas escenas que observa un sujeto poético crítico y al mismo tiempo irónico; consigo mismo incluso, pues, por ejemplo: a la imposibilidad de fotografiar un agujero negro le sigue una nota al pie que documenta un primer acercamiento durante la fase de edición de la obra.

            Entendemos la proximidad de los cuerpos como la de las palabras, de ahí sus fricciones y sentidos. Así lo expresa el poema «Contacto mutuo» (28):

 

En la teoría newtoniana de la gravitación se aprecia

por ejemplo

que la posición de un planeta afecta inmediatamente

al resto de

los astros aunque estén a años luz de distancia.

Lo mismo pasa

con la memoria.

 

Animación continua. La memoria posicionada.

La memoria de los planetas.

Todo afecta al resto de los astros.

La memoria es el primer amor no material violando así el

principio de contacto mutuo.

 

            Salvando las distancias (temporales, sobre todo) que existen entre La incertidumbre cuántica y las obras que estudia Luis Vicente de Aguinaga desde el siglo pasado en De la intimidad. Emociones privadas y experiencias públicas en la poesía mexicana (2016), llegamos a recordar que el ámbito doméstico del que parte Warpola en poemas breves y aparentemente claros, en ocasiones al estilo de Luis Eduardo García, esa intimidad casi banal configura un universo mayor que escapa a la razón; y a la poesía, de ahí su atractivo.

            Entre los paralelismos y los aforismos se establece una estructura interconectada, similar a la que se habla en tratados sin puntuación. Véase «Teorema de Weierstrass (reinterpretación)» (51). La atracción existe por su ausencia.

            Este libro te hace replantearte lo que es la poesía y lo que somos capaces de medir mediante la lengua y esas relaciones neuronales. Más allá de eso crece un horizonte desconocido, conformado por cambios y teorías que se van sumando y, también, permean la literatura. Hacia allá puede ir la escritura.

            Leer a Warpola conlleva dar un paso más en la poética, aunque dicha experimentación temática y formal todavía no protagonice los escasos estudios críticos sobre el género literario que nos ocupa.






[1] El número 1 volado es la llamada a la nota, pero esa relación hace que forme parte, con el lenguaje matemático, de otra realidad. Pienso en ello por el juego que explicita el epígrafe de la última parte del libro, «campo cuántico» (55): «Últimos apuntes / Campos // En ciencia uno intenta decir a la gente, / en una manera en que todos lo puedan entender, / algo que nunca nadie supo antes. / La poesía es exactamente lo contrario. // -Paul Dirac».

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