Imagen del Sistema de Información Cultural |
Efraín Velasco Sosa (Oaxaca de
Juárez, 1977) es poeta y artista conceptual, con formación en arquitectura e
historia del arte. Poliedro (2011) se
preparó exclusivamente para el Archivo de Poesía Mexa. Se trata de un «poema
ecológico» (31) que despliega las posibilidades de la lírica manual, cual arte poética.
El director de la Biblioteca Pública
Central de la ciudad de Oaxaca ha publicado en diferentes «soportes», a la
manera de Juana Adcock,
en países como Chile, Colombia, EUA, España, Portugal o Serbia. Es autor de & mi voz tokonoma (FETA, 2008, Premio Nacional de Poesía Joven «Elías Nandino»), Sostiene
Gruñón (Centro de Cultura Digital, 2015) o 4’ 33” (Palacio de la fatalidad, 2015); así como de las plaquettes: 1,836 (2012), Todo el tiempo
del mundo (2013), Pequeña cosmogonía
ilustrada (2014), Una paz silvestre
(2015) y Borde inmenso de un bosque
(2016). Aparece en Tierra Adentro, Los Inadaptados, Us Poets in Mexico
o, por supuesto, su página web: https://ymivoztokonoma.wixsite.com/efrainvelasco
Hace unos años, Layú
entrevistó a quien confiesa que escribe «para dar cuenta de esa sorpresa, de
esa felicidad de escribir, de la experimentación que hay en la escritura de ir
interrogando al lenguaje». Por su parte, Adán Echeverría reseñó su primer poemario,
& mi voz tokonoma, en el Periódico de Poesía de la UNAM y en UAEMex;
destacando que «es un calidoscopio, un poliedro de significaciones que de
inicio apunta a una relectura».
Como se advierte al principio de Poliedro (2011), «Este documento
registra un ejercicio de apropiación y reescritura» (2). Siguiendo sus obras
anteriores, donde el cine o la música inspiraban el diálogo con la poesía, el
oaxaqueño retoma el testimonio que veíamos con Sara Uribe acercándose a la tachadura y borradura de Julián Herbert o Alejandro Albarrán. Además, el 88% del poema se generó a través de una serie de
traducciones automáticas de Google, por lo que se acerca a la escritura
computacional de Eugenio Tisselli y Horacio Warpola; cuyas redes y asociaciones semánticas establecía Karen Villeda en Tesauro (2010).
Velasco niega la tradición. Da una
vuelta de tuerca a la máxima de Rubén Bonifaz Nuño: decir de otro modo lo mismo;
queda patente en el epígrafe de este poema, el cual niega la famosa cita de
Salvador Elizondo: «Y me veo recordando que me veo [no] escribir y me recuerdo viéndome
recordar que [no] escribía y [no] escribo viéndome [no] escribir» (2). Términos
como «Duerme», «Oficina» o «Aire» inician la ristra de significantes que
generan nuevos significados, dependiendo de sus lecturas. El texto se compone
del mismo texto en otra lengua, que acaba siendo la misma: migra en el espacio
de Gloria Gervitz a Gaëlle Le Calvez. Para Daniel Bencomo: «dibuja el hábitat de las escrituras
poéticas actuales, muchas de ellas invisibles pues operan en otras profundidades,
donde toda forma de aura es ya detrito» (30). Así dice una de las secuencias de
Poliedro:
El cielo de la ciudad de no más de una órbita parabólica. La
luz artificial de la estrella, círculos concéntricos, la humedad, la distancia,
mirage, morderse las uñas, lo que obligó tornillo, sin embargo, se levantó otra
vez la originalidad de la segunda solicitud, pero el producto de la memoria
(12)
Y este es el plano
que se adjunta al final como guía de lectura:
Larga vida a las
formas que genera la poesía en todas sus vertientes. Con el dolor que
experimentan y articulan Ricardo Castillo o Rocío Cerón, con los márgenes que explora Mónica Nepote o las cajas de Diana Garza Islas o Rosario Loperena, Efraín Velasco se desdobla en el papel de la poesía: una de las
voces que propone el movimiento natural de la lengua y la Ecocrítica.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario