domingo, 19 de agosto de 2018

Contracanto


Pero siempre hay tiempo,
siempre habrá tiempo
Iván Cruz Osorio

Contracanto (Malpaís Ediciones, [2010] 2018) es el segundo poemario de Iván Cruz Osorio (Tlaxiaco, Oaxaca, 1980). Estaba agotado y su autor lo acaba de liberar en Vida de Ahorcados, en una edición digital que permite acercarnos a la bitácora muscular, bajo las venas abiertas, del continente americano.

            El bombardeo que sufrimos en la Guerra civil española y otras tragedias que se vienen repitiendo en Iberoamérica nos hizo replantearnos, entre las grandes guerras, de qué manera la lírica puede convertirse un género literario que urge, que nos da voz y, lejos de reconfortarnos, nos inquieta; que expresa «que no es tiempo para el amor, / que amar en estos tiempos / es lo mismo que flotar / como un cadáver frente a las playas» (18). ¿No es el amor un pretexto para lo social? ¿Cómo no pensar en las migraciones de Balam Rodrigo o en la fosa común que está siendo el mar, por ejemplo, de Clima mediterráneo de Luis Bagué? El contracanto resulta entonces la voz secundaria que termina siendo principal por nos buscar el efectismo de «llevar en la garganta / como un solo canto a nuestros pueblos, / pero las banderas se han vuelto trapos / flotando sobre los paredones» (20). ¿Por qué no leer este poemario escuchando al grupo homónimo que se formó en Argentina por los setenta? ¿Y si se cruza un chingolo? La música que tanto suena en fin de semana permea en el ritmo, libre, pero fiel a la oralidad, a la esticomitia. Además, por el cuidado de la edición que tanto conoce el poeta, el envés de una encuadernación sostiene la poética del viaje que parte para reivindicar la libertad, las identidades, la equidad.
            Para Daniel Téllez, en la contraportada, «Contracanto es una celebración de la conciencia justamente en el instante de su disolución». Por su parte, Federico Vite, en Círculo de Poesía, habla «de la añoranza por volver a la patria, la casa»; mientras que Fernando Trejo, en Poética arbitraria, destaca que su voz «se diferencia en cada texto dándole vida a cada personaje, mas nunca rompe con la unidad temática del libro»; y Roberto Cruz Arzabal, en Ancila, concluye que «es una reflexión sobre la materialidad de la historia, sobre su presencia». Tales personajes son Andrés Bello, Francisco de Miranda, Simón Rodríguez, Manuela Sáenz, José de San Martín, Antonio José de Sucre, Francisco Morazán, José Artigas o Simón Bolívar. La ausencia de índice permite navegar siguiendo varias direcciones.
            Dedicado a Leticia Duarte y a Gabriela Astorga, y partiendo de Francisco Bilbao o José Martí, este libro me parece, más que un grito por América, un canto por las mujeres que detrás o a la sombra fueron fundamentales para el amor a la tierra y al mar que ahora tenemos en común. Las tres partes, «Banderas muertas», «Viejo mundo» y «Cenizas», trazan una serie de rutas y visiones de la historia y la política que alteran diversos juegos testimoniales en poemas de buena extensión y sentencias finales que siguen una estructura griega de antistrofa y vienen fechados, por ejemplo, en «Mendoza, Argentina, junio-Caracas, Venezuela, noviembre 2008» (22). La Obra-Vida, con múltiples sujetos poéticos, es coherente con el proyecto de escritura y de lectura de América, tal como el propio Iván Cruz lo explica al final del libro.
            Podría destacar la generosidad y de la cercanía del oaxaqueño, a quien tuve la suerte de conocer a través de Jocelyn Martínez; sin embargo, me parece que en su poesía, en Contracanto, publicado en un año que recuerda en minúscula a la independencia y a la revolución ‒y liberado en el de AMLO‒, se advierte ese verso que te llega directamente y te enseña una tradición, una historia y un presente que resuenan mucho más si en una lectura pública se ofrece:



            El poeta, editor y crítico que actualmente se encuentra presentando la segunda serie del Archivo Negro de Poesía Mexicana ‒en la editorial que dirige junto a Gabriela Astorga, Benjamín E. Morales, Santiago Robles y Santiago Solís‒ representa con Tiempo de Guernica (Editorial Praxis, 2005) y Contracanto la evolución de la tan necesaria poesía social en el siglo xxi. Como lo señalan Julián Herbert en «La revolución es el opio del pueblo» o Alejandro Higashi en «Hitos provisionales en el perfil de una generación: poetas mexicanos nacidos entre 1975 y 1985», Iván Cruz y Óscar de Pablo son casos particulares de México que recuperan el compromiso de la lírica desde Enrique González Rojo Arthur o Roberto López Moreno, según lo estudia Jorge Aguilera. Leamos, pues, en Punto de Partida, la Revista Primera Página, Círculo de Poesía o, recientemente, en Di/Verso el trabajo que viene haciendo uno de los pilares de la dimensión cívica.

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