domingo, 15 de agosto de 2021

Anaité Ancira García

 

Anaité Ancira García (Ciudad de México, 1980) se encuentra en el archivo de Poesía Mexa con dos de sus trabajos recientes: Play, pausa, rec, mute (Grupo Rodrigo Porrúa, 2018) y Antidiario de un ama de casa (Ediciones El Humo, 2019). Los temas de la maternidad, el dolor y el lenguaje convergen en estimulantes y atrevidas lecturas de la tradición.






            En primer lugar, Play, pausa, rec, mute se construye a partir de las partes que forman el título. Es decir, comienza reproduciéndose una escena cotidiana cuya sintaxis no requiere signos de puntuación. La realidad de sucede con un ritmo cercano a la coloquialidad que estudia y cultiva Eva Castañeda. Las prosas se ajustan a limitadas cajas de texto en que títulos como «qué espirales mentales ni qué la chingada» desacralizan la crisis epistémica que nos rodea también como lectoras y lectores. Podría colindar, en cuanto a tema, de manera indirecta, con la precarización laboral que aborda Diana del Ángel en la poesía mexicana contemporánea.

            Seguidamente, el hilo narrativo se centra en «ruidos»: interrupciones inesperadas de la rutina que representan la articulación de un lenguaje, en ocasiones, aún, como el de la lírica, incomprensible. En este punto el verso se va dibujando y sangrando con reiteraciones e interrogaciones retóricas. Un símil en el poema de amor: el detallado proceso por el cual unas pechugas de pollo dejan el «pío, pío» para ser producto de mercado, termina, en los últimos versos, de describir el (des)afecto que siente una persona respecto a otra. Un conjunto de disquisiciones sobre la comunicación humana (entre paréntesis, muchas veces) se sirve de repeticiones (elemento de cohesión) para llegar a la pausa.

            En esta segunda parte entra en juego un recurso que desarrollará Esther M. García: las notas a pie de página de contenido (anti)lírico. El hecho de que estén fuera del texto central nos hace pensar que operan más allá del mismo poema, pero este desplazamiento, como exégesis o hibridez genérica, profundiza en la capa de la rutina que envuelve al sujeto poético. Se traza, pues, una segunda escritura que no abandona el núcleo. La voz científica de las acepciones que complementan los términos marcados con la llamada a pie de página interrumpe la lectura, la oralidad (que podemos advertir en el video que cierra esta entrada), al tiempo que mediante el humor critica el lenguaje y los sentidos que le damos a la lengua, también, para construir un poema. Por ejemplo:

 

La media1 se mide como los camotes, con agua y al tanteo. Por eso me levanto medio2 a medias3, bostezando, escupiendo dos veces en el horóscopo del día y quitándome la media4 sucia de la cabeza y como palma saliendo de una oreja me levanto, me tomo un café para no estar estrecha de medios5, partir por medio6 y poder entonces prepararme un café, que es mi medio de comunicación7.

 

 

1 adj. Igual a la mitad de algo.

2 m. Diligencia o acción conveniente para conseguir algo.

3 loc. verb. Colaborar o participar a medias en algún asunto.

4 prenda de ropa que cubre las piernas, no se suele usar en singular.

5 loc. adj. Corto de medios.

6 loc. verbs. Tomar una resolución para salir de una dificultad, sin reparar en obstáculos o incovenientes.

7 el instrumento o forma de contenido por el cual se lleva a cabo el proceso de la comunicación.

 

No solo con Esther M. García tiene en común la sugerente técnica de escritura a pie de página, sino que también aborda un tema tan complejo como es el del aborto. No abandona en cualquier caso la ironía con la que da cuenta de una decisión tan compleja. Véase la nota 2: «No es lo mismo tener un hijo CON alguien, que tener un hijo DE alguien» (37).

            En esta segunda sección, un subapartado de título «Casi como quedarse callado» continúa cronológicamente el hito nuclear del que podemos considerar un largo poema narrativo. Experimenta en lo que sigue con términos como «fondo», en el sentido del Piélago que vimos la semana pasada con Irma Torregrosa. No obstante, ya no recurre a la nota a pie de página, sino que quien lee, de manera automática (al menos en mi caso), movido por la técnica que hemos descrito anteriormente en el caso de «media», superpone en el mismo poema los diferentes usos, significados o acepciones de la palabra.

            Otro subapartado se asocia asimismo al sonido: «Después del ruido de la puerta». El relato nos ha dejado, como lectores, espectadores, escuchantes; en vilo: la puerta se cerró tras la aspirina que presidía la resaca o cruda de dos personas. De manera cinematográfica, nos trasladamos al poema «El ruido de un avión». En dicho juego paratextual destacan la gastronomía y una referencia de CORPYCEM: Sor Juana Inés de la Cruz (57-63). Este ingenioso poema dividido en cinco partes logra hablar de la monja jerónima de otro modo al habitual. Se produce la desautomatización que continuaremos próximamente a propósito de una línea de trabajo planteada por el poeta Alí Calderón.

            Por último, en la tercera sección, «rec / mute», se graba al tiempo que se silencia lo dicho. La relación intrafamiliar se repite pero ahora ya definitivamente sin el sonido ambiente que solapaba voces y referencias. Muestra de ello es la desarticulación del lenguaje que representa el verso quebrado. Las negritas de la tipografía encierran a ambos lados la lengua o la sangre que cae y no hay forma de detener, inauditas.

 

 

            Por otro lado, Antidiario de un ama de casa «se terminó de imprimir en Querétaro, Qro., el día que nació Sor Juana Inés de la Cruz, pero de 2019» (80) y parte del siguiente epígrafe de Alaíde Foppa: «Cinco hijos tengo, / cinco caminos abiertos, / cinco juventudes, / cinco florecimientos. / Y aunque lleve el dolor / de cinco heridas / y la amenaza / de cinco muertes, / crece mi vida todos los días.» (5).

            En relación con el dolor de la madre que pierde al hijo comienza el poema «Golpe de calor», frontispicio de las consecutivas cinco divisiones de este libro. La afectación produce la ruptura por dentro, como la del pollito que acompaña a los poemas en los que juega un papel fundamental la memoria. No por casualidad se cultiva en este punto la técnica que trae a México Margo Glantz en Yo también me acuerdo (2014). El poema «Memorabilia» es muestra de la vigencia que sigue teniendo Joe Brainard o Georges Perec en la aparente banalidad del tema literario.

            Otra de las alusiones que cabe mencionar es la de Rosario Castellanos en su poema «Sauce llorón» (25-26). Cómo nombrar a una madre se convierte en el foco de estas páginas. Ha virado el punto de vista. El retoño da paso a la mujer que construye su identidad tomando la decisiva labor de las Amazonas o, de manera implícita, dando la vuelta también al estereotipo de Penélope (trabajado por Enrique González Rojo Arthur o Vicente Quirarte, entre otros).

            La incontinente cadencia que señalábamos al principio de estas líneas va cerrando este último libro, a la manera de Glantz en Yo también me acuerdo (2018). Próxima a la narrativa, Ancira aborda temas generalmente considerados antilíricos. Logra tratarlos con el fino y fresco punto de vista con que aborda el tema de la crianza.







            Pueden acercarse a la escritura de Ancira en Grafógrafxs, Es lo cotidiano, en la revista El Humo, Aleteo Poético, Kátedra Odradek o Así sucede.

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