domingo, 9 de julio de 2017

Amaranta Caballero Prado

Imagen de Chulavista
Dibujó antes que escribir.
Amaranta Caballero Prado

Amaranta Caballero Prado (Guanajuato, 1973) conjuga la poesía y las artes visuales en los poemarios que de ella recoge el Archivo de Poesía Mexa: Todas estas puertas (Tierra Adentro, 2008), Okupas (Letras de Pasto Verde, 2009), Vanitas (Editorial La Rana, 2013), Escombros (Proyecto Líquido Miedo, Editorial Turner, 2013; versión completa en colaboración con Piedra Cuervo y Ediciones de La Esquina) y Amarantismos (Ediciones de La Esquina, 2014).
            La poeta que radica en Tijuana, maestra en Estudios socioculturales, aparece en varias muestras de poesía: en Cabrasola, Transtierros, Poemario de mujeres o Poemas Tuneados; pero, una vez más, los comentarios sobre su obra son mínimos. Destaca, sin embargo, la sincera lectura de José Luis Ramon Colin en Chulavista a propósito de este primer poemario que mencionamos, publicado en Tierra Adentro: «uno de los libros de poesía que más he disfrutado en los últimos meses es Todas estas puertas, de la escritora guanajuatense radicada en Tijuana, [...] un viaje autobiográfico de fractura y reencuentro, por el que puede uno transitar descubriéndose al descubrir a Amaranta». Conscientes de lo difícil que sería aportar algo con nuestra lectura parcial y muy personal, ofrecemos algunos rasgos que pueden explicar su poética. 
            Todas estas puertas (2008) comienza con tres citas de Cristina Rivera Garza, Alejandra Pizarnik y Lyn Hejinian (en ese orden) que ya dan pistas de cómo será la escritura de Caballero: sobre lo cercano, lo comprensible y lo doloroso (no necesariamente en ese orden). Aunque no hay índice, advertimos diez partes que funcionarían como espacios guanajuatenses ligeramente modificados o ficcionalizados por la historia que acompaña estas puertas cerradas por los siglos de los siglos: «Paseo de la Presa de la Hoya #150», «Manuel Doblado #7», «Calle del truco #17», «Callejón de San Juan de Dios #1 (Altos)», «Callejón Jalisco #10 La Valenciana», «Paseo de La Presa #69», «Sierra Leona #11 Mellado», «Cuarto: sin número/ Casa: sin calle/ Colonia: Esperanza/ Ciudad: Tijuana», «Departamento #6 Playas de Tijuana» y «El palomar». Quizá merezca la pena recoger estos nombres para situar la ruta que sigue la ciudadana que metamorfosea en pájaro gris. La aliteración del final del poema «Los primeros pasos», por ejemplo, nos muestra la preocupación por el sonido y la imagen verbal que seguirá a lo largo de sus piezas artísticas: «Trago rasposo. Trago que raspa. Trago que rasga. / Ríspido el risco que ella mira» (18); así como en el último verso de «La memoria»: «Podredumbre pobre de alumbre, alambre y ceniza» (32). La autora explota las posibilidades formales que permite la fijada edición de Conaculta para expresar en poemas breves y sangrados o en prosas (en menos ocasiones) un discurso interrogativo sin retórica en segunda persona, que conecta directamente con quien lee e imagina el acto discursivo de las formas del lenguaje frente a la realidad inoperante. El tono autobiográfico acerca la familia, la infancia, la ciudad... a la precisión de la lengua que sabe con todas sus plurisignificaciones: «La sangre tiene un sabor ácido. Combinación de / tierra y cal» (44).
            Okupas (2009) reúne los textos que Amaranta publicó en distintas revistas electrónicas o en su blog. En «Infrutescencia» sigue jugando con el lenguaje: «Fui el tronco y ramas de una higuera podadas una y otra vez por si las moscas» (5). Aunque son poemas autónomos, de distintas épocas, podríamos hablar de la naturaleza o del paisaje comido por la sociedad urbana. Asimismo, la preocupación por la poética que veíamos con Carmen Alemany sigue presente con sarcasmo en «Malas compañías»:

Esta es una idea vaga.
Es vaguísima y además
se junta con estructuras rítmicas
bastante repetidas y gastadas
no conforme con ello hace ronda
con rellenos metafóricos
demasiado utilizados, anticuados.
Del barrio son lo peor.
Para algunas poéticas
esta idea no sirve para nada (14).

El pesimismo por la lírica viene acompañada por una crítica al género estanco que en las últimas décadas bebe y permea en otras artes, según estudiamos con Luis Alberto Arellano o Rocío Cerón. El título del poemario podría hacer referencia a la antología de textos que viene a ocupar ahora un libro más o menos unitario o a los pájaros, animal predilecto de la autora, presente en el último poema: «El tímpano: pájaros ocupas rebeldes de árboles».
            Vanitas (2013) cuenta con cincuenta prosas precedidas por una introducción de Josu Landa, que refrenda el fondo de estos «lienzos» de apariencia vana, y el texto «Ex halo in halo ex halo in halo» (ya presente en Nosotros que nos queremos tanto. Poesía contemporánea de México, libro editado por El Billar de Lucrecia en 2008) de Reynaldo Jiménez, quien destaca «recopilación de objetos hallados en la calle y simultánea aprehensión de sus halos, mediante una escritura de equilibrios deslizados por un acento intersticial: entre la referencia, punto de partida, y la imaginación, campo minado, en pro de la apertura» (9). Casi sin miedo a equivocarnos podríamos decir que las prosas de Vanitas están formadas por pies de foto de una imagen que no aparece más que en nuestra mente. La ausencia de nexos o conectores o marcadores discursivos (que dirían las gramáticas) desaparece a favor de los núcleos verbales, los sustantivos centrales y sus adjetivos de color y tacto. El canto a los objetos minúsculos de la cotidianidad le acerca por un lado a las odas de Pablo Neruda o Miguel Hernández y, por otro, la instrucción a quien lee y la narración fabulística la aproxima a Julio Cortázar o a Gloria Fuertes.
            Escombros (2013) se compone de nuevo performances: «1. Adela/ Galia Eibenschutz», «2. Another vision/ Meiro Koizumi», «3. Filmes/ Kenneth Anger», «4. Confidencial/ Marcela Armas y Gilberto Esparza», «5. Love is love and fear is fear. Everything else is everything else/ VESTANDPAGE», «6. Imagine/ Pedro Reyes», «7. Látex/ Yoshua Okón», «8. Matanga/ Carlos Amorales» y «9. Desmonte/ Enrique Jezik». No es casual que la definición de miedo introduzca los textos en los que se rescata lo que percibe especialmente el sentido de la vista que nos guía: «el miedo es una sensación necesaria para la sobrevivencia» (24-25). La poeta reconoce la importancia del silencio blanco y deja en el centro de la página un paréntesis de este tipo: «(Aquí se escucha el canto de un jilguero)» (38). La imagen del rincón de una casa donde una niña contempla los objetos que se han quedado pegados al techo o unos ojos entre las líneas de la pieza 6 reflejan los comportamientos sociales ante la distopía de la utopía.
            Amarantismos (2014) son sus más recientes creaciones. En su Twitter o Instagram comparte esas cápsulas verbales que iluminan las ruinas del día a día. Los colores (negro y rojo) del título dan lugar a dos palabras: amarantismos (mantis y aramos) que definen su cualidad de entomóloga para cultivar hechos verbales como el que recogemos para terminar:

DEFINITION

Men:
tira,

cómica (33)

La poética de Amaranta se ciñe a la fuerza de la palabra precisa, en verso o en prosa, para contar una historia cercana desde la cual asomarnos a la condición humana sin abandonar, por supuesto, la reflexión de qué es un poema y sus relaciones con otras artes. Actualmente la «tijuanajuatense» realiza el proyecto interdisciplinario «Mil pájaros mil. Tesis autodoctoral», donde convive entre la música, la pintura y la literatura. Podemos seguir sus colaboraciones en Tierra Adentro o en su blog. El Centro Cultural Digital editó uno de sus textos en este enlace. Y aquí podemos escucharla recitando:


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