domingo, 30 de septiembre de 2018

Bla


Bla (Mano Santa, 2015 [ed. or. 2012]), el poemario de Juan Manuel Portillo (Ciudad Juárez, Chihuahua, 1967), ya está disponible en el Archivo de Poesía Mexa: una forma cercana de tratar la complejidad de las distancias físicas y mentales.

            Juan Manuel Portillo le dedica su libro a la veracruzana Dolores Dorantes, con quien presentó su obra en la Librería Feminista en El Paso, Texas, junto a Francisco Martínez, como parte de la organización Cielo Portátil. El autor de Deadline, instalación y performance de poesía visual (Maine, 2016), ofrece distintas creaciones y perspectivas desde lo literario en Vano Sonoro. De Bla son numerosas las reseñas: Oro de Indias destaca la experimentación de un poeta que empezó cultivando el erotismo en passwords (2011) y que verbalizó los límites del lenguaje mientras atravesaba EUA en automóvil. Por otro lado, José Luis Bobadilla comparte en Mula Blanca los entresijos de su lectura y demás proyectos; por su parte, Javier Raya registra en su Cuaderno de Raya la relación que tiene la mancha de Robert Motherwell que ilustra la cubierta de Bla con la fuerza con que «las balas documentan su rugido fugaz»; mientras que Rodrigo Flores Sánchez lo reseña en Tierra Adentro con juicios como este: «al no defender un lenguaje privilegiado, entrevé que la poesía no es un vocabulario». ¿Cómo nos atrae lo no dicho? ¿Será porque al nacer ya fuimos parte de miles de vidas que no fueron, de meses que resuenan mudos en el cuerpo? La poesía es un movimiento que se provoca en la mente con las palabras como anclas que arraigan en lo yermo.
            Bla empieza con tres epígrafes (de la RAE, de Hugo García Manríquez y de Mario Montalbetti) de los cuales uno ya no se cumple. Efectivamente, es el de la Real Academia Española, cuyo Diccionario, en una nueva edición, la vigésimo tercera, sí incluye el significado de: «bla 1. onomat. U. repetida para imitar el ruido del habla ininterrumpida y previsible». Sin embargo, el poemario de Portillo (que no libro de poemas) es todo menos previsible, aunque sí ininterrumpido: se adentra en las palabras que se refieren a la nada y nada en los múltiples sentidos que acaban resonando y chocando en la lectura (de preferencia en voz alta, pero sin estridencias). El horizonte obliterado en este pasaje:

la gruesa línea oscura sobre el párpado, el corte
del mundo
que deja lo que importa adentro, lo que no se dice

ambulantes líneas
sáltalas y verás más allá de tus ojos
verás:

el retrato hablado de un paisaje

o un poema
retrato hablado de algo que no existe (16)

Si bla no existe, repetirlo, recitarlo, darle cuerpo, forma el habla por la letra silente con que empieza. El poema existe por lo que no existe. La ficción es pese a no estar. En inglés ese verbo es otra cosa; y «yo salgo cada noche de esa fosa y secreto sonora saliva sólo de pensarte» (52). La serie de pausas que se establecen a lo largo del libro y que presentan las escenas de una misma historia crean, en sí, un texto autónomo: ocupar / lo abierto / con nuestras palabras / lugares mentales / registros / sensibles, audibles / sin literatura / hasta agotar la existencia. Esa parece resultar la cópula del verbo hecho Bla.


            Me ha sorprendido gratamente la fuerza y la coherencia del discurso poético del doctor en Letras por la Universidad de California, a quien enseguida puedes asociar con la parte honesta de la literatura, como me pasó cuando tuve la oportunidad de escucharlo en San Luis Potosí. Leerlo en Desbandada es hablar con los abismos del yo y con lo que hemos estado llamando lírica.

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