domingo, 28 de octubre de 2018

Un péndulo en el ocaso

Un péndulo en el ocaso (Calygramma, 2013) fue escrito por Sirac Calvo Mejía (Ciudad de México, 1980) y expresa la preocupación por el paso del tiempo a través de poemas breves, en verso y en prosa, que hablan de la muerte, de la religión, de lo doméstico. Las hormigas simbolizan, me parece, su poética.

            En cuatro partes (una sin título, «Casa cuarteada (hacia el ocaso)», «La jaula vacía» y «Sin un primer contacto») el escritor y profesor de literatura es capaz de proponer una mixtura de las formas y los tópicos clásicos con las preocupaciones del tercer milenio, que casi son las del segundo. Así dice «Décima elegía»:

A veces me dan ganas de llorar,
Pero las suple el mar
José Gorostiza

Pobre de mí, ya borracho,
es de sal mi pensamiento.
Frente al mar, aún sediento,
me deja un adiós muchacho.
Frente a tanta agua, macho,
el ojo muerto; el mar
en mis ganas de llorar.

Hora de soplar ceniza,
pero mientras cicatriza
al desierto, a remar (13).

La complejidad se expresa con precisión, en un lenguaje natural, basado en octosílabos que fluyen con imágenes plásticas. En el diálogo que establece con el autor de Muerte sin fin (1939) convergen también la tristeza y el humor; atreviéndose con éxito a rimar «muchacho» con el vocativo coloquial que se queja (podríamos pensar) por la falta de agua. Este recurso de la lírica colinda en ocasiones con asonancias «En esta casa»: «[…] No sé usted padre / pero yo me siento desamparado / por aquel flácido dedo divino, / no sé usted, que lo veo ahí tendido» (20); o en «Cigarro»: «[…] ahora padre, eres un segundo / de cualquier péndulo en el mundo» (22). Sirac Calvo Mejía desacraliza los temas y las formas en un mismo prisma: el de la muerte; en concreto la del padre, «Francisco Calvo Enríquez» (17). Continúa así la desazón de Algo sobre la muerte del mayor Sabines (1973) mediante escenas fragmentarias que componen una narración y un homenaje. En este sentido, las referencias no olvidan el pasado mítico y los símbolos que conforman la identidad mexicana, a la manera de Roberto López Moreno y su Morada del colibrí. Poemurales ([2004] 2015): «los colibríes vuelan / para llevarte a tu última morada» (21). La reencarnación se produce en la cosificación de lo cotidiano y en la personificación de lo doméstico: «El reloj de arena gotea para todos, / la pluma del escritor gotea, / la cafetera en la cocina, / la nariz de la viuda gotea, / la muerte en la gotera del baño» (31). Los relojes de Dalí se curvan al tiempo que la écfrasis da vida a los cuadros de Frida (51). Se establece así una dimensión cívica que combina, como decíamos, el humor con la tragedia; continuando el tránsito de la melancolía a la rebeldía que Ana Chouciño estudia a propósito de Efraín Huerta, Jaime Sabines o Jaime Labastida. Dice Calvo Mejía: «[…] veo el cielo / y me consuela saber que estoy triste / y estiro el cuerpo como un gato en plena sombra» (61).
            Sin embargo, desde la entomología, es la alegoría mirmecológica la que más me llama la atención en la poesía mexicana contemporánea. Aunque Un péndulo en el ocaso no la explota, sí la reproduce desde distintos tonos. Entre jaulas y cicatrices de la tierra, ahí están las hormigas: «Y desenterrarlas. / El caracol rebasa el límite de velocidad, / las flores tardan en marchitarse, / y las hormigas avanzan, / cavando túneles subterráneos» (29). El cliché de la tragicomedia se plasma en los blancos a priori silentes: «Nada es más silencioso / que un brazo flácido en el cuello. / La sala de espera de un hospital. / El panteón. / Los pasos de las hormigas. / Un velorio. / Uvas en un velorio» (32). Ellas mandan: «Nadie le quita las hormigas que se llevan sus palabras» (38). Son sujeto y objeto: «en la manera de observar a las hormigas» (44); espacio que discurre: «Hormigueros de tierra, caminos para viajar» (46). Este compendio moroso busca, en un futuro, una lectura que las interprete. Que las cuente y las reúna cual reloj de arena que se mueve de izquierda a derecha, y viceversa (73); como la historia de la literatura. Dicha simbología refrenda, a la manera visual de Leticia Luna, la labor del poeta mexicano en un contexto en el que seres gregarios y grises entran y salen y se quedan. 
Podemos ver al autor de Un péndulo en el ocaso con Miguel Aguilar Carrillo, quien fue entrevistado a propósito de la extraordinaria editorial queretana por Juan José Flores Nava en El Presente.


No hay comentarios.:

Publicar un comentario