domingo, 9 de diciembre de 2018

Roberto Bolaño. Poesía reunida

De la infrarrealidad venimos ¿a dónde vamos?
Roberto Bolaño, «Reinventar el amor»

El mes pasado vino Andrés Neuman al Centro de Estudios Literarios Iberoamericanos Mario Benedetti. Allí invocó a Roberto Bolaño (1953-2003) junto a Sebastián Miras y Ferran Riesgo. En cuanto terminó la sesión, fui a la Librería 80 mundos a por su Poesía reunida (Alfaguara, 2018). A continuación comparto algunas notas sobre este poeta malogrado (parafraseando a nuestra librera Sara J. Trigueros).

            Manuel Vilas, en el prólogo, parte de Nicanor Parra para presentar los textos que incluye este volumen: poemas publicados y descartados en La Universidad Desconocida ([1992] 2007), Los perros románticos (1994) y Tres (2000). Para el poeta español, «México puede ser el lugar de la universidad desconocida, todo un país que sirve de alegoría, de símbolo de la desesperación luminosa, de la destrucción elegida en un acto de valor oscuro» (11); y ve al chileno desde el prisma de Valle-Inclán: el esperpento y el infrarrealismo para «volarle los sesos a la cultura oficial» (11).
La Universidad Desconocida va dedicada a su hijo Lautaro Bolaño (con quien Neuman también jugaba al ajedrez). A la manera de Gerardo Deniz en sus Visitas guiadas, el poeta chileno introduce brevemente algunas marcas o pistas de poemas que ya de por sí son bastante claros. Pero en esa limpidez están la rareza y su trasfondo. Lejos de ser exégesis, confiesa por ejemplo que en «Iceberg» «los tres poemas corresponden a 1981 y 1982. La pelirroja es un intento de escribir a lo Raúl Zurita ‒las musas me perdonen‒, pero en el territorio de las fotografías pornográficas. El Chile de La pelirroja es el país que nombra, pero también es, en caló del Distrito Federal, el órgano sexual masculino» (23). Como veremos con Alejandro Higashi en América sin Nombre, la poesía mexicana de las últimas décadas se ve influida por poetas de la talla de Zurita que añaden al discurso literario una complejidad referencial patente también en Daniel Téllez, entre demás voces. Así termina uno de los poemas que dirige a Lautaro:

Lee a los viejos poetas
y cuida sus libros
Es uno de los pocos consejos
que te puede dar tu padre (454).

Bolaño ofrece de este modo su poética. La contemporaneidad estriba en la cercanía con nuestra realidad y sus subterfugios. El amor sigue siendo el tema, pero como parte de una dimensión cívica: «Créeme: no es el amor el que va a venir, / sino la belleza con su estola de albas muertas» (30). Y es que «Ésta es la pura verdad»:

Me he criado al lado de puritanos revolucionarios
He sido criticado ayudado empujado por héroes
de la poesía lírica
y del balancín de la muerte.
Quiero decir que mi lirismo es diferente
(ya está todo expresado pero permitidme
añadir algo más).
Nadar en los pantanos de la cursilería
es para mí como un Acapulco de mercurio
un Acapulco de sangre de pescado
una Disneylandia submarina
En donde soy en paz conmigo (32).

El verso tiene plena libertad. Provoca y hasta parece comulgar con el signo en rotación y la poesía en movimiento de Octavio Paz: «En mis trabajos la práctica se decanta como causa y efecto / de un rombo siempre presente y en movimiento. […] Acaso rimas invisibles y rimas acorazadas alrededor de / un juego infantil, la certeza de que ella está soñando» (34). Sin caer en ellas, el poeta defiende las asonancias. Cultiva «Un soneto» (50), pero no al uso (aunque los endecasílabos, los cuartetos y los tercetos ya se difuminaron por lo común en expresiones que rompen las formas tradicionales). También se lo debe al poeta preferido del cónsul de México en Barcelona, «Para Efraín Huerta»:

[…]
No sólo tu bondad me ayudó; también
esa suerte de honradez hierática, tu sencillez
al apoyarte en la ventana de tu departamento
para contemplar, en camiseta, el crepúsculo
mexicano, mientras a tus espaldas los poetas
bebían tequila y hablaban en voz baja (51).

Esa es la verdad de la poesía. Su realidad. A Bolaño le perjudican los géneros. Ya lo dice Vilas, los textos de Poesía reunida «[n]o buscan narrar unos hechos, sino trascender esos hechos como motivo simbólico de la vida. La prosa narrativa de Bolaño es poesía por eso, por su ambición de decir la condición humana» (14-15). La universidad conocida nos enseñaría que la etiqueta de poesía le perjudica a la obra: «¿Cómo se llama esto?, pregunté. / Océano. / Una larga y lenta Universidad» (57). El triángulo entre Chile, México y España es un vacío que le llenó. Si el título de este libro fuera cualquier otro, no habría duda de la poética de Bolaño. Existe una hibridez continua que no atiende a cortapisas. Sus famosos libros, Los detectives salvajes (1998) o 2666 (2004), tienen en Poesía reunida los cimientos y los salvoconductos de una titánica tarea (358-360): conocer este mundo desde la literatura.
            Estamos ante poemas breves de no más de una página, excepto casos como el «Manifiesto mexicano» (313-325), sin interpuncion, autónomos, normalmente sin títulos y en verso libre. El sangrado le da vida al relato, a la ficción. De tal modo lo vemos al final de uno de «Dos poemas para Sara»: «En las imágenes siguientes lloverá        ¡Guau! / Está lloviendo» (121). Sin duda, quien más presencia tiene en la poesía de Bolaño es su amigo, también infrarrealista, Mario Santiago Papasquiaro. Junto con el «jorobadito» del camping de * de Mar, Él es uno de los personajes, que imbrican las comparaciones empíricas «de sudor cartilaginoso» (235) y «pasos cartilaginosos» (238) «como si acabaras / de matar a un presidente» (148). Dialoga con lo visual y juega con el título que haría de Luigi Amara Premio Manuel Acuña: «nu(n)ca» (157).

 
(p. 219)

Es una autobiografía. Una escena teatral: «Tal vez parezca extraño pero yo nunca deseé acostarme con ella. Alguien aplaude desde una esquina mal iluminada» (233). Solo le faltó practicar el suicidio. El humor impregna sus textos gracias en buena medida a los títulos (cuando los hay) y a la frescura de los inicios. En cambio, carecen de esa chispa las sentencias finales: construidas desde lo narrativo y no tanto desde el artificio efectista. La decadencia estaría ligada con el infrarrealismo.
            De Rosario Castellanos vendría la técnica del autorretrato en la poesía mexicana contemporánea. Bolaño ofrece varios. Pongamos por caso, «Autorretrato a los veinte años», que termina de la siguiente manera:

Y me fue imposible cerrar los ojos y no ver
aquel espectáculo extraño, lento y extraño,
aunque empotrado en una realidad velocísima:
miles de muchachos como yo, lampiños
o barbudos, pero latinoamericanos todos,
juntando sus mejillas con la muerte (366).

Según vimos, mirarse a uno mismo para observar al resto es habitual en poetas tan distintos como Homero Aridjis o Julián Herbert. Los encuentros con demás referencias son reales (Ernesto Cardenal, 391) o conjeturales (Juan Ramón Jiménez, 429). En cualquier caso, su preocupación va del maniquí en el metro de una ciudad infrarrealista que sigue siendo México (564) al baile chileno de la Cueca (576); del jazz de Thelonius Monk (584) que también inspira a Carlos Ramírez Vuelvas a la fragmentación de lo infraordinario de Georges Perec a Margo Glantz. Este último texto, «Un paseo por la literatura» (589-599), va dedicado a Rodrigo Pinto y Andrés Neuman. Lo parafraseó Sebastián Miras en la presentación de Neuman y Bolaño y, como este último, no estuvo presente en el libro al que pertenece; pero es, como «Godzilla en México», de los textos/poemas más sugerentes de esta intrahistoria latinoamericana: «Allí donde sólo se oyen las pisadas / De Parra / Y los sueños de generaciones / Sacrificadas bajo la rueda / Y no historiadas» (621).
            Si apuntáramos una idea que Bolaño nos transmite de cada uno de los libros que integran esta tríada, daríamos con un pórtico (in)maculado para mojarse en diálogo siglos después, un palimpsesto secuencial, homenajes a quienes cobran más fama por su presencia en Bolaño que por su propia existencia, (re)cuerdo insomne de cuerpos y placeres, usura bohemia, autocrítica referencial; prosas de intermitencias suspensivas, lúgubres iridiscencias donde permea William Burroughs, espéculos, alba plural que cae, (re)lato erótico, salvaje y descoyuntado, croar inhóspito, hálito reflexivo, deudas, franqueza entrañable.
Una obra colosal por su hondura. Toda la Poesía reunida de Bolaño para ser leída en un tren a Barcelona. ¿Qué pensaría de todo esto? ¿Y de quienes lo leen?

Uno de los Documentos del archivo de Roberto Bolaño sobre su poesía
que se incluye al final de Poesía reunida (p. 659).
  
            Publicar en España la poesía de Bolaño cincuenta años después del 68 apenas ha repercutido en el ya escaso público lector. Solo encontramos una breve reseña de Victoria Mera en Libros y Literatura. No obstante, por los problemas que los herederos ponen a su obra, la publicación de Alfaguara es una noticia extraordinaria para poder opinar a la vez que lo leemos. Si seguimos haciéndolo es por el personaje que logró crear.

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