persona
(Almadía / Universidad Autónoma de Aguascalientes, 2019) es el poemario con el que
Yolanda Segura (Querétaro,
1989) logró el Premio Nacional de Poesía Joven
Francisco Cervantes 2017 junto a Loca, de César Cañedo. Reflexiona sobre la identidad humana al tiempo que afianza la antisolemnidad
lírica que venimos observando en la poesía mexicana contemporánea.
Las
herramientas de las que dispone Segura para estudiar la filosofía del ser
humano en la contemporaneidad, tal como lo aprendo de ella desde el Coloquio del SIPMC en San Luis, establecen un punto de partida para la
lírica que, pese a su originalidad, dialoga con el compromiso, el atrevimiento,
la interdiscursividad y la coloquialidad de poetas como Sara Uribe o Eva Castañeda. Con la primera nos hablaba hace unos meses en El Paso de este oficio
para Bitácora de vuelos: «conviene desromantizar la idea de que leer te hace mejor
persona. Te genera una visión crítica y te puede y te puede llevar a cuestionar
el mundo, pero la asociación (algo que veo mucho últimamente) entre cultura y
bienestar deja de lado necesidades mucho más urgentes»; mientras que la segunda
reseña el libro para el Periódico de Poesía: «Persona es una larga meditación, un diálogo con otras
y otros, una pregunta múltiple, una llamada de atención para mirar el texto
poético desde otros derroteros, un lugar al que asistimos para reconocernos».
Colindando
con el ensayo y la el quiebre sintáctico que también caracterizan a las
anteriores autoras, la queretana hace gala de numerosos registros tipográficos (negritas,
cursivas, sangrías, subrayados, degradado de tinta, espaciado, etc.) para discurrir
sobre los tipos de personas y los interrogantes que esta plantea en los tiempos
que corren. Por lo general, en el texto central el discurso fluye, mientras que
en los márgenes o en los límites la persona se robotiza. Es también irónico, si
no cómico, que en la parte inferior de la página, justificado a la derecha,
aparezca un texto sobre las muñecas rusas, pero con el nombre tachado: «una mamushka
contiene en su vientre / la totalidad de las mamushkas / porque no hay mamushka
que no tenga / una mamushka adentro / (iannamico, 2000, p. 9)» (22). Es
la cicatriz con la que Lorena Huitrón empezaba Una violencia sencilla (2017). Salvo la segunda, el
resto de elipsis no impide el verso gramatical. Nos encontramos ante el discurso obliterado que estudiamos con Higashi a propósito de la filosofía de tres
casos particulares a los que se podría sumarse persona. Pese a que la técnica
no se repite en demás textos, sí se censura la violencia del cuerpo mediante el
portugués que veíamos en su libro O reguero de hormigas (2016), estudiado por Uribe
junto a otras poetas jóvenes.
Es
minúscula la diferencia entre las personas humanas y no humanas. Al menos según
la información que se comparte y, especialmente, a tenor de los crímenes que
sufre el país que nos ocupa; ya que «[…] también se llamaba Sandra ese sujeto
femenino de diecinueve años que fue descuartizado por un hombre que había ido a
las olimpiadas de matemáticas […]» (47). La denuncia ya no exclama. Pensar es,
ahora mismo, el rasgo que caracteriza a las personas. Se replantea el concepto
de patria que estudia el ya mencionado Higashi en iMex. De
tal modo incide el sujeto poético, que entendemos como persona pero que también
cabría la posibilidad de generar una serie de algoritmos a la manera del Test de Kinsey
que actualizaba en su anterior Estancias que por ahora tienen luz y se abren hacia el paisaje (2018): «¿cuántas
personas viven en un zoológico? / ¿cuántas personas vivieron en una embajada? /
¿cuántas personas vivieron en la residencia oficial de los pinos? ¿cuántas
personas hacen un país?» (53). No es casual entonces que los campos semánticos
se vayan vinculando desde animales, a personas que ocupan la embajada, el gobierno
y, con perdón, el país.
Un
silogismo en forma de esquema estructura o, mejor, sintetiza la teoría que, desde
Benveniste (o «benveniste», 62; vale ya de grandilocuencia) sostiene el
poemario, para, en la siguiente página, concentrar una máxima popular que colinda
ahora con la otredad y el sujeto poético desde la primera persona: «por mí y
por todas las terceras personas» (63). Las fases para el experimento que
señalaba Elisa Díaz Castelo en Principia (2018) pueden ser con la
investigación/poemario de Yolanda Segura (74):
buscar
►pruebas en la junta de valladolid (1550)
►pruebas en la declaración de
los
derechos de la mujer y de la ciudadana (1791)
►pruebas en el movimiento por
los
derechos civiles (1955)
Como no hay mejor manera que sentir la poesía
que en comunidad, a pesar de lo que románticamente se cree, escuchemos a
personas hablar de persona.
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