domingo, 14 de junio de 2020

Xochitlajtoli / Pájaros azules canten mi memoria. Poesía contemporánea en lenguas originarias de México


Xochitlajtoli / Pájaros azules canten mi memoria. Poesía contemporánea en lenguas originarias de México (Círculo de Poesía, 2019) es una antología que selecciona y prologa Martín Tonalmeyotl (Atzacoaloya, Chilapa de Álvarez, Guerrero, 1983) para dar cuenta de dieciséis lenguas de México mediante treinta y dos poetas, con la traducción al español de sus propios autores y autoras.

            En Puebla radica una de las referencias de la poesía mexicana en lenguas originarias. Tonalmeyotl estudia el Doctorado en la BUAP. Hace un año entendí lo difícil que resultaba compaginar su labor como escritor, investigador y, en este caso, recopilador de una importante muestra de la lírica que se está publicando en México y que empecé a conocer desde España con la antología Sombra roja. Diecisiete poetas mexicanas (1964-1985) (Vaso Roto, 2016) –que incluye a las zapotecas que también aparecen en Xochitlajtoli, Natalia Toledo e Irma Pineda–, con el trabajo de Diana del Ángel y Mariana Ortiz en el artículo «Panorama de la poesía mexicana contemporánea escrita en lenguas originarias» o en la segunda serie del Archivo Negro de la Poesía Mexicana (Malpaís, 2018) con Na´anjie´e tii-ni / Huellas del nagual del poeta tuun ñuu savi (mixteco) Kalu Tatyisavi (Tlaxiaco, Oaxaca, 1960), ausente en la recopilación que nos ocupa.
            Este proyecto de Tonalmeyotl parte de la columna Xochitlajtoli de poesía en lenguas originarias que el guerrerense comparte en Círculo de Poesía desde 2017. En el prólogo del libro que comentamos explica el motivo de esta publicación al tiempo que detalla las lenguas que la estructuran:

La ONU ha proclamado 2019 como el Año Internacional de Lenguas Indígenas, ello nos ha motivado a unirnos de manera independiente para dar a conocer la palabra y el pensamiento de treinta y dos poetas mexicanos en dieciséis idiomas distintos. Estos poetas comparten algunos poemas de su obra y son ellos mismos sus propios traductores. En el listado de idiomas participantes en esta antología aparacen el náhuatl, totonaco, tsotsil, maya, mazahua, zoque, otomí, mixe, tlapaneco, zapoteco, mixteco, tseltal, ch’ol, chontla de Tabasco, chinanteco y mazateco (8).

Con detenimiento, Reyna Torres Juárez, reseña la obra en El Independiente de Hidalgo, con ideas como la siguiente: «Las mismas lenguas que no solo nombran al aire, al fuego o al viento, imaginarios cercanos al abordar la literatura escrita en lenguas originarias de México. Sino también otras naturalezas humanas: el deseo y el erotismo». Esa convivencia entre la naturaleza externa e interna del ser humano resulta uno de los rasgos que tienen en común tales poetas.
Xochitlajtoli –palabra «compuesta por dos raíces morfológicas de la lengua náhuatl: xochitl ‘flor’ y tlajtoli ‘palabra’, término contemporáneo usado por los hacedores de la bella palabra» (9)–. La lengua náhuatl abre la antología precisamente con quien realiza la selección (algo que nos hace pensar en Homero Aridjis y la antología Poesía en movimiento). Aunque, como veremos, no es el más joven, sí refuerza quizá la idea de la vigencia de textos que se escriben y se difunden en el siglo xxi a partir, en muchos de los casos, de la construcción de una identidad en contacto con numerosos símbolos y elementos propios de la naturaleza, como herencia y renovación de las formas breves que tradicionalmente se han compartido de manera oral y no han sido recogidas, hasta los últimos años, por proyectos nacionales e internacionales.
El resto de poetas que integran Xochitlajtoli son (van enlazados quienes aparecen en la Enciclopedia de la literatura en México; y entre corchetes, la información que añadimos): Juan Hernández Ramírez (Colatlán, Ixhuatlán de Madero, Veracruz, 1951), Sixto Cabrera González (Rancho Nuevo, Soledad Atzompa, Veracruz, 1974) y Simón Cotijo Villanueva (Zitlala, Guerrero, 1956) en náhuatl; Manuel Espinosa Sainos (Ixtepec, Puebla, 1972) en totonaco; Enriqueta Lunez (San Juan Chamula, Chiapas, 1981), Alberto Gómez Pérez (Huitiapan, Chiapas, 1966) y Ruperta Bautista Vázquez (San Cristóbal de las Casas, Chiapas, 1975), en tsotsil; Isaac Esau Carrilo Can (Peto, Yucatán, 1983-2017), Pedro Uc Be (Yucatán, 1963), Feliciano Sánchez Chan (Xaya, Tekax, Yucatán, 1960) y Wildernain Villegas Carrillo [Mérida, Yucatán, 1981] en maya; Francisco Antonio León Cuervo ([Santa Ana Nichi, San Felipe del Progreso, Estado de México] 1987) en mazahua; Mikeas Sánchez ([Tujsübajk] Chapultenango, Chiapas [1980]) en zoque; Margarita León ([Valle del Mezquital] Hidalgo), Xiko Jaén (Pachuca, Hidalgo, 1973) y Rosa Maqueda Vicente (Valle del Mezquital, Hidalgo) en otomí; Juventino Gutiérrez Gómez (Santa María Tlahuitoltepec, Oaxaca, 1985) en mixe; Hubert Matiúwàa (Zilacayota, Acatepec, Guerrero, 1986) en mè´pahàà; Natalia Toledo (Juchitán, Oaxaca, 1967), Elvis Guerra (Juchitán de Zaragoza, Oaxaca, 1993), Irma Pineda (Juchitán, Oaxaca, 1974), Esteban Ríos Crus (Asunción Ixtaltepec, Oaxaca [1962]) y Víctor Terán (Juchitán de Zaragoza, Oaxaca, 1958) en zapoteco; Florentino Solano (Metlatónoc, Guerrero, 1982), Celerina Sánchez (Mesón de Guadalupe, San Juan Mixtepec Distrito de Santiago Juxtlahuaca, Oaxaca, 1967) y Nadia López García (Tlaxiaco, Oaxaca [1992]) en mixteco; Adriana López [Ocosingo, Chiapas, 1982] en tseltal; Juana Karen (Ejido Emiliano Zapata, Tumbalá, Chiapas, 1979) en ch´ol; Eleuterio Xagaat García (Temextitlán, Ixtlán, Oaxaca [1974]) en chinanteco; Domingo Alejandro Luciano (Tapotzingo, Nacajuca, Tabasco [1978]) en chontal de Tabasco; y Juan Gregorio Regino (San Miguel Soyaltepec, Oaxaca, 1962) en mazateco. Tales poetas (veintiún hombres y once mujeres), que nacen en la segunda mitad del siglo xx, presentan una media de seis poemas, como decimos, en edición bilingüe.
Estamos ante figuras cada vez más reconocidas (como es el caso de Mikeas Sánchez, por ejemplo) pero con premios y merecimientos particularmente destinados a las lenguas originarias como son el Premio Nezahualcóyotl, Cenzontle o Premio de Literaturas Indígenas de América (PLIA). Trabajos como este evidencian y difunden riquísimas culturas que, quién sabe, en un futuro pueden obtener (ya desde 2018), pongamos por caso, el Premio Aguascalientes (pese a estar condicionado todavía a su traducción al español).
Además de la procedencia, que no se detalla en algunos casos, se echa en falta la referencia de los libros a los que pertenecen los poemas (apenas presente con Mikeas Sánchez, por ejemplo); pues considero que esa debe ser una de las finalidades de las antologías que tan bien estudia el propio Tonalmeyotl: facilitar textos que den pie a posibles lecturas que se desarrollen y amplíen recurriendo al texto original. De tal manera se localizarían textos posiblemente difíciles de distribuir en la actualidad, fomentando el propósito de la flor de la palabra.
El náhuatl (y su relación con el mar) que vimos en Maram presenta como primera lengua anáforas y ritmos que se respetan, obviamente, mucho mejor en las lenguas originarias; incluso con rima en los versos pares del final del poema «Tesiuitl» (34), gracias a la habitual terminación en «atl». Destaca el último poema de Martín Tonalmeyotl, «Ome sempouajle iuan yeye / Cuarenta y tres» (24-25), pues seguramente ha pasado desapercibido en las numerosas muestras sobre Ayotzinapa. Si las hormigas son también en las lenguas originarias un símbolo de la dimensión cívica, la encontramos de distintos modos en náhuatl: «tsikatsintle» (16) o «chilaskamej» (42), quizá por la diferenciación que sí existe en esta lengua entre las negras y las rojas, amén de una mayor preocupación por la entomología.
La reivindicación de una identidad se aprecia en totonaco con Manuel Espinosa Sainos (62-63) o en zapoteco con Irma Pineda (248-251). Asimismo, el homenaje a María Sabina (348-349) viene precedido por composiciones poéticas que evidencian, de algún modo, la posible influencia de tradiciones orientales cercanas al haiku o italianas para el también zapoteco Esteban Ríos Cruz, que parte de Petrarca (262-263) en versos sáficos (261). Detengámonos para acabar en la poeta otomí Rosa Maqueda Vicente y su último poema que, como decimos, transmite las tres sensaciones de la descripción, del instante y de la acción en lo que hemos llamado arte menor:

RÄ Y´E

Da ja ndunthi rä y´e
hindí ha rä ntini
ya dí handí yä njoya.

LLUVIA NOCTURNA

Llueve fino,
silencioso.
Destellos de esperanza (200-201).

Si conociéramos mínimamente la riqueza de las lenguas originarias podríamos plantearnos por qué, entre otras particularidades, el tema del silencio (tan presente en la lírica) se expresa en otomí (en el Valle del Mezquital también la denominan hñähñú) con una estructura compleja («hindí ha rä ntini») ya llega en español con un, aparente, simple adjetivo («silencioso»). Quizá esta imagen pueda extenderse al injusto tratamiento que reconocemos que le estamos dando a las lenguas originarias en la poesía mexicana contemporánea.
El excelente trabajo de Martín Tonalmeyotl nos hace repensar tanto la poesía mexicana a la luz de las lenguas originarias como la capacidad que tiene una antología para difundir y mostrarnos poetas que, tristemente, de otro modo todavía no llegan a alguien que lee lejos de México. La reivindicación de tal espacio desde los mismos poemas, especialmente por las poetas (en ocasiones feministas), a partir de temas y mitemas también originarios, evidencia algunas claves para desarrollar el proyecto CORPYCEM de la Universidad de Alicante «Construcción / reconstrucción del mundo precolombino y colonial en la escritura de mujeres en México (siglos XIX-XXI)».

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