domingo, 23 de enero de 2022

Iván Soto Camba

 

Iván Soto Camba (Guadalajara, 1982), desde hace unos meses, forma parte del archivo de Poesía Mexa con su libro Gelatina (Mantis Editores / Instituto Municipal de Cultura, Arte y Turismo, 2015): autocrítica de la escritura y de la enfermedad, valga la redundancia.




            Por tal obra el tapatío mereció el XIII Premio Nacional de Poesía Alonso Vidal (2014), con un jurado que integraron Rosina Conde, César Gándara Josefa Isabel Rojas. Arranca con un epígrafe de Nathalie Quintane a propósito de la existencia y el reconocimiento de esta que marcará Gelatina en su treintena de poemas con título, generalmente breves, en verso libre.

            La técnica del poema, desde la fuerza de la cultura visual que nos condiciona en el tercer milenio, va de la radiografía creada por Wilhelm Röntgen al test de Hermann Rorschach. Ejemplo de las escenas fragmentadas que narra quien enuncia en primera persona es una de las estrofas del poema «Caja», en la línea, ese mismo año, de Diana Garza Islas o Rosario Loperena:

 

doctores enfermeras

hormigas

en diligente delirio

vagando

con la comida en el lomo:

una piedra con forma de hoja

o al revés

hormigas cargando a otras

hormigas con la cabeza vendada:

ciudades con ganas de irse

a otra con playa (15)

 

Como vemos, el tono coloquial (con esa manía de rebajar y generalizar citando en masculino a los médicos y en femenino a quienes sanan) discurre sin signos de puntuación ni sangrías. Desampara la idea de querer abandonar un lugar cual colectivo gris y gregario, simbolizado por las hormigas en una enorme ciudad que asfixia. Entomológicamente las grafías sí se suceden hasta puntos que caen verticalmente por la página en un poema titulado «Fila»: sobre la espera y deformación profesional de la sociedad en la que vivimos. He aquí una de las estrofas en las que se adivina la volatilidad del nombre que Soto Camba elige para su libro:

 

al final de esta hay una charola de plástico

y un nuevo sabor de gelatina

que vomitamos por turnos

familia: fila interna hacia el lugar verdadero de la fila (23)

 

Desde la biología y la mecánica, la ontología ocupa un espacio difícil de fijar. Se es de la familia al embarazo y el pudor, siempre, en numerosas ocasiones mediante la ironía. Conforme avanzamos en lectura de Gelatina se afianza el tema de la enfermedad. El hospital y todo lo que de él forma parte sirve de hilo conductor, como vimos con Margarita Paz Paredes o Pedro Guzmán. Ello sirve de poética, como el texto titulado «Genérico», que arranca con un caso particular de la poesía mexicana contemporánea:

 

... en esas ocasiones tenías un tranvía y el presentimiento

 de que la mañana tomaba sus pastillas para dormir

 fin de que este único fin vastísimo oculte

 un espacio desierto reflexionando tanta vaciedad...

Joel Plata

 

No importa la forma de los frascos

el color de las pastillas

el diseño de las cajas

el sabor

las dosis

 

no importa si el epígrafe es más largo que el poema

o si hay más epígrafes que poemas

siempre hay mejores epígrafes que mejores poemas

poemas que son epígrafe

 

intento escribir recetas que sean poemas

pero nunca al revés

y siempre peores los epígrafes que las recetas

no importa la marca del papel en que se escriban

el nombre de las cápsulas

de qué color pinten la lengua

 

quién soy yo para darme órdenes

desde el rectángulo más bajo del organigrama interior

cada receta

una ventana hacia mi reverso

 

automedicarse

no sirve de nada si el paciente

no completa su propio tratamiento (35-36).

 

Guarda paralelismo el acto de abrir una caja o un libro de poesía y dar en ella, sin que nadie te lo pida, con algo que en la mayoría de las veces contrasta con el envoltorio, con el afuera. Es decir, la escritura de un texto y la ingesta de una pastilla comparten el vacío que encierran. La pastilla, el mensaje, cual píldora se aleja de las marcas más prestigiosas del mercado para ser gris y sumarse, así, en la rutina de una promoción. En Soto Camba, además del epígrafe del poeta coahuilense, destaca la desacralización del oficio de escribir plagado de desánimo; que, sin embargo, resulta amable y hasta coherente en la manera de vincular los temas que aquí apenas resumimos.

            Estamos ante una definición del ser humano endeble y vulnerable por el peso de la imagen poética. Su poema «Persona» (43), el primero en prosa ‒torrencial, sin pausas, cual poema-río Maricela Guerrero‒, perfectamente podría servir de acápite para el libro homónimo de Yolanda Segura. Sirve de ejemplo un fragmento:

 

darme cuenta qué importa esto es el sexo esto sí es por fin sexo de verdad y no mamadas o bueno sí mamadas también pero sobre todo el amor esto sí es el amor esto es lo que pienso mientras para no venirme y es lo mismo que pienso mientras para no morirme (45)

 

El personaje que nos llega en primera persona adquiere una profundidad, un carácter, lejos del tipo plano, con base en anécdotas o hechos fortuitos aparentemente banales como el descrito en la cita anterior. La nimiedad del instante configura la memoria que sirve de paralelismo en el poema «No me acuerdo», negando la técnica, esta vez, de Joe Brainard, Georges Perec y, en México, también por aquellos años, Margo Glantz. Continúa, en cualquier caso, vigente por nomeacuerdos como este: «no me acuerdo de todas las vacunas» (53). La gracia ahora se halla en la pérdida de memoria que causa el tratamiento médico a la vez que el no recordar implica una evidencia de la existencia, cual cicatriz o tachadura.

            Precisamente, Higashi, que se dedica al discurso obliterado señalado en el párrafo anterior, reconoce en la poesía mexicana contemporánea un uso en el que podría incluirse a Soto: la estereotipia; en el sentido de contraponer la imagen mental que el cuerpo, en un contexto enfermo, replica ilimitadas veces en pos de una estética. Así termina el libro, con «la sensación inexplicable / de estar repitiendo algo que otro acaba de decir / con nuestras propias palabras» (79). Gelatina: alimento transformado de elementos primigenios que cuesta advertir y te dan sin explicaciones. Se tiraron 1.000 ejemplares.




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