domingo, 2 de octubre de 2016

Jaime Reyes, La oración del ogro

La comunidad es demandante.
Jaime Reyes (pág. 173)

Jaime Reyes (1947-1999) integra el Archivo Negro de la Poesía Mexicana (Malpaís, 2015) con La oración del ogro (1984): el recuento de conflictos recortados.

            «La comunidad es demandante» es el último verso de La oración del ogro. También es el título que Eva Castañeda le da a una de las partes que organizan su introducción a este archivo de Malpaís. Eva Castañeda (Seminario de Investigación en Poesía Mexicana Contemporánea - UNAM) se especializa en la poesía coloquial, donde podríamos ubicar el libro de Reyes. El tema de su investigación contagia felizmente su claridad crítica para argumentar la importancia de La oración del ogro en la poesía mexicana, por su descreimiento social y experimentación formal: «escritura y collage son el trabajo poético, hay una intención deliberada por reconstruir un orden, lo que no un discurso, pues “el decir” de la comunidad debe mantenerse íntegro, su testimonio, su lamento son el eje de La oración del ogro» (12). El «caos» de versos y prosas puede vincularse con el tema mismo de la obra: el desastre social: «Si el contenido y los temas versan sobre la catástrofe, el libro bien puede apuntar al aparente desorden formal» (19). Tal como hizo José Emilio Pacheco con Elena Poniatowska en los testimonios del 68, Castañeda considera que esta obra de Reyes es un precedente de las transcripciones periodísticas que llevan a cabo Sara Uribe en Antígona González (2012) o Luis Felipe Fabre en La sodomía en la nueva España (2012).

Jaime Reyes llevó al extremo su apuesta poética, sin duda este libro no es sencillo, no se ofrece transparente a los lectores; su densidad reside en los tránsitos de un registro a otro, en las distintas historias que los personajes cuentan, la coralidad de voces resulta apabullante porque lo que narran es descarnado (24).

El poemario sin escritor propiamente dicho, sino con ensamblador, cimienta una nueva forma de expresión que, desde los ochenta, se viene desarrollando y matizando con las nuevas redes y modos de lectura.
            Adolfo Castañón habla «del Ogro y su testamento» en Letras Libres, definiendo a Reyes como «un ermitaño recluso en la modestia de su urbana espelunca». La misma Eva Castañeda publica en Cuadrivio «En la orilla del canon: Jaime Reyes», donde se centra en el espacio urbano a raíz de dos poemas del autor de La oración del ogro.
            La oración... se inicia con un texto dedicado a su compañero de militancia política: «A José Revueltas»; y continúa con «Oración del ogro», «Se pensaba que las armas», «7-VII-77», «Querida hermana», «Valientes ellos con las armas», «El campo destruido», «Que comienza así» y «La ciudad destruida». Los versículos se alternan con extensos fragmentos sin puntuación (cfr. 143-144). Veamos algunos casos particulares que nos den una idea de La oración del ogro. Las expresiones populares se fragmentan entre incisos y un lenguaje coloquial que Reyes recupera de sus recortes textuales: «5: Lo que es del César –prácticamente chillando−: Son 5 años chingándome en el administrativo, ni pedo, tengo que tronar la huelga, son 5 años de mi vida» (52). Los juegos de palabras explotan términos casi idénticos: «Sucio lucio rucio Trucio provenía del fango» (57). Las frases se cortan para mostrar aún más el significado de los significantes: «el canal, el cual mudo, cad» (69). La lectura, a veces ardua, parece conectar con la escritura; esto es: existe una suerte de alusión al ánimo del lector por parte del autor: «No, aquí yo no estoy, está usted, él está, yo estoy pidiendo no cierres, no aprietes más» (80). Merece la pena mantener el libro abierto y tener, al menos, una visión conjunta de la obra de Reyes. Por lo que respecta a los textos que integra una crónica (tal como se explicita en la nota al pie), cabe destacar el inicio de «Valientes ellos con las armas»:

De «El Desengaño» no queda nada.
Policías vigilan impidiendo que los campesinos se acerquen,
las reses acaban con la cosecha.

10 días bajo los árboles habían esperado.
Luego fueron golpeados una vez más en una madrugada
de donde los trasladaron dicen que a Oaxaca.
Hoy ni siquiera la libertad tras el despojo les pertenece (105).

Quedan patentes al menos dos fenómenos: en primer lugar, el lenguaje periodístico propio de una crónica del conflicto cabe en el poema («donde los trasladaron dicen que a Oaxaca»). El poeta dice lo que un corresponsal dijo que dijeron los protagonistas del texto que, al cabo, somos nosotros, los campesinos, la sociedad anónima. Por otro lado, se produce el efecto inverso: el hipérbaton y la metáfora existen en la primera de las funciones del lenguaje: «Hoy ni siquiera la libertad tras el despojo les pertenece». La voz colectiva de Reyes manifiesta el objetivo de la poesía del desencanto: «Queremos que se dé cuenta./ Que se publique todo esto porque son verdades» (134).
            La poesía que logra crear Reyes desde crónicas y entrevistas liga su inicial formación periodística con la expresión herida. Castañeda destaca la apropiación y la reescritura de La oración del ogro. Quizá lo que falte por nuestra parte sea la relectura. Malpaís la posibilita.

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