domingo, 29 de septiembre de 2019

Cartografía del tren


Siempre que abordo un tren
mi ánimo viaja lejos,
pero vuelvo a descender aquí
para mirar la fosa de mi germen.

Yelitza Ruiz (67)

Cartografía del tren (BUAP, 2018) es el reciente título de Yelitza Ruiz (Iguala, Guerrero, 1986): una serie de estampas rurales al paso del ser humano como configuración de la vida en la naturaleza y también del quehacer poético.

            Me confundí y no llegué a tiempo de ver a la poeta en la presentación que hace unos meses llevó a cabo en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, cuyo sello editorial acaba de publicar algunos años después el libro con el que la guerrerense ganó el Premio de Poesía María Luisa Ocampo 2012. Seguramente otro habría sido para mí el desenlace de la cita si existiera una mejor conexión ferroviaria.
            El epígrafe inicial de José Carlos Becerra, que murió viajando, dialoga con demás itinerantes como Andrés Neuman, Balam Rodrigo o Valerio Magrelli; de manera que la obra inaugura al mismo tiempo una poética.
            Yelitza Ruiz nos motiva con este libro a viajar sin movernos, a contemplar la tierra en movimiento y a resolver una cartografía del tren en la poesía mexicana. Si lo hiciéramos, podríamos partir de Vicente Quirarte, para quien «los trenes se saben ejemplares póstumos de una raza de hierro más perdurable y digna que la humana».
            Lo que podría parecer un elogio de las máquinas que alguien decidió construir y desplazar sobre rieles se convierte en un canto a la civilización, por cinco motivos (que son secciones): «Antigua estación», la que da nombre al poemario, «Mapeo», «Costera» y «Trenes para habitar la ciudad». La tercera no es un simple sinónimo del bello sustantivo que impera a la hora de trazar las rutas de una red de comunicaciones terrestres, sino que manifiesta el dominio anglosajón por politizar el término con el que observamos, memorizamos y organizamos el espacio. Desde el principio se alude a un sistema que está en peligro de extinción.
            El tren es sinécdoque que ilustra la evolución de las comunidades. Permite entender el desarrollo urbano y humano:

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El luto es el abono coaguloso de la tierra.
Mientras una bandera galopa al céfiro,
se pregunta si hay libertad
en aquellos que la saludan
                en las ceremonias escolares
                                con una zurda señal
                –no lo sabe–,
son demasiados los héroes y los milagros encendidos,
este país está poblado de fantasmas (49).

La directora del Encuentro Nacional de Jóvenes Escritores Acapulco Barco de Libros describe con especial tacto esa tierra que baña el Pacífico.



Y esos fantasmas rulfianos sisean cuando escuchamos el tren y cae la noche. Entonces un país como México hace notar la importancia de la maltratada línea que podría conectar mucho más.


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